"España es la madre patria, pero por esto mismo suscita una sensación de amor y rechazo".
MADRID. El escritor mexicano Jordi Soler narra la increíble historia del último descendiente español del emperador Moctezuma en "Ese príncipe que fui", una novela en la que también critica a los gobernantes españoles por no percibir "el sentimiento ambiguo" y "el rechazo" que España suscita a veces en Latinoamérica.
"Si no fuera por Latinoamérica, España tendría el peso político, económico y cultural de Polonia, un país de cuarenta y tantos millones de habitantes cuya lengua no habla nadie más", decía este lunes en una entrevista con Efe Soler con motivo de la publicación por Alfaguara de su nueva novela.
Residente desde hace doce años en Barcelona, la ciudad que tuvo que abandonar su familia al terminar la Guerra Civil, Jordi Soler (Veracruz, 1963) cree que en los gobernantes españoles "hay una especie de ingenuidad con respecto a América Latina".
"Por supuesto que España es la madre patria, pero por esto mismo suscita una sensación de amor y rechazo", asegura este novelista y diplomático que "nunca" ha entendido "el afán de enviar al rey de España a las cumbres latinoamericanas, a un continente que se liberó hace doscientos años de la monarquía".
En su opinión, "habría que hacer un poco de pedagogía y explicar qué es el rey, porque en Latinoamérica se ve como una figura rara cuando no ridícula. Es algo medieval", afirma Soler.
"Y eso pasa en toda América Latina", dice Soler antes de reclamar una política de inmigración hacia Latinoamérica "más generosa".
Los emigrantes latinoamericanos "deberían tener una entrada en España más fácil que los procedentes de otras partes del mundo", sostiene el escritor, quien deja claro que "España es lo que es gracias a los 450 millones de latinoamericanos que hablan su lengua".
Autor de dos libros de poesía y de diez novelas, Jordi Soler acude al humor y a la ironía para narrar en "Ese príncipe que fui" la rocambolesca historia de Federico de Grau-Moctezuma, inspirada en la del estafador Guillem Grau, que a mediados de los años cincuenta se hacía pasar por heredero directo del emperador Moctezuma II y que vendía títulos nobiliarios aztecas.
El supuesto príncipe era el último heredero en España de la princesa Xipaguazin, una hija de Moctezuma que llegó en el siglo XVI al Pirineo de Lérida raptada por Juan de Grau, un noble catalán que había participado en la conquista de México junto con Hernán Cortés.
"He aprovechado la novela para acabar con ese mito de que los catalanes no participaron en la conquista porque la corona (española) los hacía de menos. Ahí está el barón catalán Grau, que aparece en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo como Grao", comenta Soler .
No se sabe si la princesa Xipaguazin (su nombre en náhuatl significa "la hija de la primera estrella de la tarde") fue secuestrada por el noble español o cedida por su padre para congraciarse con los conquistadores.
"Moctezuma era un político y los políticos no se tocan el corazón a la hora de perseguir sus objetivos", indica el autor, que desde hace años le daba vueltas a esta historia del descendiente directo de Moctezuma en España, a la que ya dedicó un artículo en El País.
El germen de la novela está en Toloríu, un pequeño pueblo del Pirineo leridano en cuya parroquia hay una placa en la que se dice que allí murió la princesa Xipaguazin, hija del emperador Moctezuma II y esposa de Juan de Grau, barón de Toloríu.
"Inmediatamente identifiqué esa historia como mía. La existencia de una princesa azteca en la punta del Pirineo es fastuosa", comenta Jordi Soler, que, "tirando del hilo", llegó "al último heredero del emperador Moctezuma en España".
En la novela, Soler narra la vida de su alteza imperial el príncipe Federico de Grau-Moctezuma, un embaucador de tomo y lomo que supo sacarle partido, en la Barcelona franquista de los años sesenta, a su posición "vendiendo títulos nobiliarios y condecoraciones a quienes quisieran pagárselos".
"La mayoría de ellos, cuando el estafador cayó en desgracia, borró esas condecoraciones de su currículum, pero él ya se había hecho rico con esto". Luego, la Hacienda española tomó cartas en el asunto y al supuesto príncipe dejó de sonreírle la suerte.
Soler ha elegido para "su" príncipe "un destino acorde con sus orígenes aztecas" y lo hace regresar a México, al pueblo de Motzorongo, en el que hay un mural sobre "El secuestro de la hija de Moctezuma" pintado por De la Concha, un colaborador de Diego de Rivera.
El príncipe se relacionó con Franco, que veía en el heredero de Moctezuma en España "al embajador ideal para intentar lavar su imagen en el extranjero, sobre todo en México", algo que nunca consiguió porque este país no reanudó las relaciones diplomáticas con España hasta que el dictador murió en 1975.
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