POR MANUEL MATOS MOQUETE.
Calladamente y desde hace años, han venido gestándose en mi entendimiento algunas imágenes sobre Bruno Rosario Candelier, tanto a partir de la lectura de sus cuantiosos libros como de la contemplación de su quehacer y su personalidad. La oportunidad de expresar mi admiración hacia ese importante escritor dominicano se presenta al referirme a su obra El Logos en la conciencia.
Durante largos años, en Moca, su pueblo natal, Bruno Rosario Candelier ha vivido un retiro admirable y ejemplar fascinado con la lectura, la recreación y la promoción de los valores de la cultura clásica, la cual no es otra que el esencial y permanente cuerpo de categorías de la civilización occidental, entre las cuales tienen valor paradigmático dos nociones muy cara a nuestro autor: el logos y la mística.
Desde la década del setenta, Rosario Candelier ha sido en nuestro país el orfebre de los temas clásicos en la reflexión humanística en general, y en particular en el estudio de la literatura dominicana. Cabe mencionar estudios como Lo popular y lo culto en la poesía dominicana, 1977; Ensayos críticos: análisis de textos dominicanos contemporáneos, 1982; La creación mitopoética: símbolos y arquetipos en la lírica dominicana, 1985; Ensayos literarios, 1986; Tendencias de la novela dominicana, 1988; Ensayos lingüísticos, 1990; y Valores de las letras dominicanas, 1991, trabajos correspondientes a la etapa académica, estrictamente orientada a indagar y a replantear desde las ópticas de la crítica literaria y el estudio de la lengua, la literatura y la cultura, características y tendencias definitorias de periodos, obras y autores esenciales de la cultura dominicana. Se omiten por razones de espacio las numerosas obras de ese autor desde entonces hasta meses recientes.
Si otros autores han descollado en la cacería de los temas modernos y de la más recientísima actualidad, y en ensayos de aplicación a nuestra literatura, este autor ha buscado reinterpretar lo esencial del pensamiento antiguo poniéndolo a prueba con nuestra realidad, en el entendido que ese pensamiento es también nuestro, desde que en 1492 de las carabelas de Cristóbal Colon no sólo desembarcaron los arcabuces y los perros de cacería sino también la Biblia y el cristianismo, la cultura greco-latina y la ya probada cultura hispánica en las lides literarias y lingüísticas que durante siglos había librado el castellano.
Evoco esas filiaciones porque nada me parece tan semejante como la labor de Rosario Candelier, tal como la he venido percibiendo, desde el ámbito de la filología hispánica en el país, a las labores que en otros ámbitos momentos desarrollaron autores como Marcelino Menéndez Pelayo, Marcelino Menéndez Pidal y Pedro Henríquez Ureña, en el sentido de aferrarse a los valores esenciales de la cultura hispánica, en una búsqueda en que tradición y modernidad se daban la mano, puesto que ambas provenían de la misma fuente del mundo llamado romance, y ambas contribuían a la construcción del entorno de una identidad plasmada por la lengua, el pensamiento y un modo de ser y de sentir.
La impronta de Rosario Candelier, la imagen que proyecta, sus grandes aportes, deben ser ubicados en ese contexto, incluyendo el coqueteo apasionado con lo transcendente, en el sentido teológico y en el metafísico, que evidencia en las obras de los últimos años, con mayor claridad en la que hoy presentamos. Incluyendo sus búsquedas a través de movimiento interiorista, el Ateneo Insular y sus aventuras de promoción cultural y literaria. Pero, más aun, incluyendo su labor como académico de la lengua y su labor como Director de la Academia Dominicana de la Lengua.
A pesar de la diversidad de los géneros, procedimiento que, que dicho sea de paso no es raro en la historia de la literatura, y que en los últimos años se ha incrementado como una novedad, este libro tiene unidad y coherencia en los propósitos y en los temas.
Importa aquí solamente el tema del logos, concentrado en la primera parte, la de menor extensión, denominada “Bajo el signo del logos”, que contiene la fundamentación, el cuerpo teórico la obra, generado a partir del concepto de logos. Esta parte compuesta por ensayos diversos tales como “El logos en la forja de la conciencia”, “La lengua en el desarrollo de la personalidad” “Lenguaje en la lírica mística” y “Lenguaje, psicología y afectividad”.
En este autor todo va con todo. De no ser así, pecaríamos de tratar de clasificarlo y encasillarlo en momentos diferentes y opuestos, cuando en definitiva, la reflexión de este autor es la misma y una sola, sea que se refiera a la creación mitopoética, sea que de manera permanente se preocupe por el lenguaje en todas sus dimensiones, sea que adopte en sus estudios literarios categorías clasificatorias tales como, lo popular, lo culto, lo social lo metafísico, lo místico, etc., o sea que como en la obra de hoy se extienda en relación con el tópico griego de logos.
Hay gente que ha tratado de ignorarlo y hasta desconocerlo. Jacques Derrida postulaba la lucha contra el logocentrismo en la crítica de la de desconstrucción. Otros, por el contrario, han encontrado en el logos el sentido esencial de la verdad permanente de las cosas, han visto en noción la base del orden posible y el sentido trascendente de la vida de todas las cosas.
En esta última posición se sitúa Bruno Rosario Candelier. Esa noción que atraviesa sus obras de los últimos años. En esta obra, las tres partes se anudan en torno al título El logos en la conciencia en una búsqueda de lo trascendente cuya propuesta había sido esbozada en textos anteriores y que sirve de fundamentación al movimiento interiorista. En la obra El ideal interior, 2005 el autor plantea tres enfoques, tres métodos de que se vale la creación literaria, y en general el ser humano, puesto que en su concepto toda poética es también una filosofía y una teología, de aproximación a la realidad: la realidad real, la cual es objetiva, histórica y concreta; la realidad imaginaria, que se labra en base a la subjetividad, la fantasía y la abstracción, y la realidad trascendente, que se caracteriza por ser sublime, metafísica y espiritual.
La opción tomada ante esas posibilidades es la tercera, la cual constituye la visión desde la cual se construye una nueva poética en República Dominicana, la Poética Interior, que se distingue de otras dos opciones fundamentales en nuestras letras: el Postumismo, o más bien los postumismos, los cuales parten de la realidad material y es literatura mimética y testimonial preocupada por la recreación de lo social; la Poesía Sorprendida y sus filiaciones, cuyo punto de arranque es la realidad onírica, dando cabida a la reproducción del universo mítico y al mundo de la imaginación.
Sin embargo, el Interiorismo parte de la búsqueda de la espiritualidad en todas sus manifestaciones y tendencias, tanto de índole filosófica, propiamente metafísica, como de carácter religiosa, básicamente masticasen excluir ningún pálpito de la “interioridad humana y la interioridad de los acontecimientos y fenómenos”.
En la construcción de esa poética de lo trascendente la reflexión emprendida por Bruno Rosario Candelier desde hace años se inspira de múltiples autores y bebe en las fuentes fundamentales de la espiritualidad en la civilización occidental, pero también de la civilización oriental, y claro está, latinoamericana.
De ahí el redescubrimiento del pensamiento helénico y la exploración del conjunto de conceptos tales como logos, cosmos, numen, la Idea de Platón, etc. que desde los presocráticos fueron formando en pensamiento, la espiritualidad y todos los componentes de la conciencia humana en el mundo occidental.
En la obra La fragua del sentido, Bruno Rosario Candelier se detiene a reflexionar acerca de las diversas energías o fuerzas que contribuyen a la formación de la personalidad, y todas como elementos espirituales forjadores de la conciencia extraídos de la conceptualización y la terminología griega. Estas son: el aliento o sentimiento telúrico, de telos, tierra; la energía erótica, proveniente de Eros, energía del amor y de todo sentimiento o impulso vital; la cultura, que en los griegos era el Numen o aliento espiritual de la cultura; y la lengua.
Refiriéndose a esa cuarta fuerza formadora de la personalidad afirma Rosario Candelier:”La cuarta fuerza tiene que ver con la lengua. Los griegos crearon el concepto de logos, que vincularon a la idea, espíritu, verbo, palabra, verdad y que nuestra lengua emplea en algunos términos, como antropólogo, politólogo, diálogo, entre otros. Para los antiguos griegos, Logos es palabra y es idea, porque entraña el principio espiritual que funda nuestro lenguaje.”
¿Y cuál ese principio espiritual que funda el lenguaje? En este punto, nuestro autor cambia de orientación epistemológica siguiendo el curso de la construcción del pensamiento occidental, pero dando cuenta de una inflexión acarreada por el cristianismo. El logos griego ha sido interpretado en el pensamiento laico sobre todo en la lectura de los romanos, como ratio, razón, ciencia. Siendo panteístas, para los griegos logos era algo así como la energía primera y fundamental de todas las cosas.
Pero en la orientación cristiana, monoteísta, logos es verbo, desde San Juan. Entonces, logos, siendo lenguaje está ligado a la divinidad y a Dios y es por tanto, como afirma Rosario Candelier: “La energía del logos, en tanto aliento espiritual de la conciencia, procede de la Divinidad. Dice la Biblia que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios y fue a partir del soplo divino cuando se nos insufló la esencia fecundante del Logos. Es decir, la energía interior que se expresa en la palabra nos distingue a los humanos de las demás criaturas del universo ya que es una energía esencialmente divina.”
Ahí están las bases de la Poética Interior, que Bruno Rosario Candelier retoma en esta nueva obra El logos en la conciencia: el logos griego y el logos cristiano, cuando afirma desde el primer ensayo “El logos en la forja de la conciencia”:
Fueron los antiguos pensadores presocráticos, con Heráclito a la cabeza, los que inventaron el concepto de logos, al que asignaron el significado de pensamiento, espíritu, idea, sentido, discurso, palabra y verbo. Al concebir el logos como esencia del espíritu y alma de las palabras, Heráclito le atribuía un carácter divino, que posteriormente san Juan, en su Evangelio, vincularía al mismo Dios, llamándolo Logos o Verbo, con mayúscula, para distinguirlo de la palabra encarnada o del logos que atesoramos los humanos”.
Para situar el modelo en el que se enmarca la reflexión de Rosario Candelier, vale la pena deslizar una acotación más general acerca de la palabra logos. Logos es un tópico, es decir, un esquema o modelo conceptual o semántico, que constituye el núcleo de uno de los discursos más poderos de la civilización occidental, que como se sabe, surge de la Grecia antigua.
Logos está relacionado con los grandes esquemas de pensamiento de la cultura occidental, y por lo tanto, es una categoría insoslayable. LOGOS ES UN IDEOLOGEMA FUNDACIONAL, primero como filosofema y luego como teologema. Es lo que dice Rosario Candelier en su obra al trazar la ruta del concepto desde Heráclito de Éfeso al evangelio de san Juan.
Logos es el ideologema principal del pensamiento clásico. Durante milenios ha ejercido un imperialismo ideológico, primero de mano de los presocráticos, segundo de mano del cristianismo, a partir, como lo señala Bruno Rosario Candelier en esta obra, del evangelio de san Juan.
Por donde sea que se intente una aproximación al pensamiento y a la cultura de Occidente, se tiene como punto de partida el concepto de logos. Escojamos tres caminos, tres grandes esquemas.
El camino del lenguaje: LOGOS es LENGUA, LENGUAJE, palabra, signo, discurso. El camino de las ciencias: Logos es lógica, ciencia, razón. El camino de la religiosidad: logos es verbo, mística, divinidad, trascendencia.
A partir de esos caminos conceptuales de la palabra logos, en base a esas elaboraciones ideológicas, se ha ido labrando las diversas imágenes de los seres humanos y han surgido los diversos humanismos en tanto que grandes sistemas que se han encargado de elaborar los diversos conceptos de los seres humanos. Logos dio lugar al humanismo griego, todavía muy cercano a los mitos originarios en la época presocrática y luego, en la época socrática, la cual se fundamentó en los conceptos de Idea, Esencia, o Virtud. Ese es propiamente el logocentrismo fundacional.
Logos dio lugar al humanismo romano, basado en el concepto de ratio o razón, mediante el cual se define al hombre como un animal racional. Ese es un logocentrismo de segunda mano, o ratiocentrismo.
En otro momento, posteriormente, logos da lugar al humanismo cristiano, justamente a partir de la identificación en el evangelio de san Juan con el Verbo divino, con Dios. Estamos ante un teocentrismo que desde entonces ha dominado la cultura occidental, ‘producto de la reinterpretación de los logos griego y romano en el sentido del logos divino.
Pero también existe un humanismo marxista, que concibe la humanidad dentro de la sociedad, y que niega el logos griego y el logos divino, y recuperando el logos romano, pero con la connotación de un logos como conciencia colectiva, específicamente de las clases sociales. Ese es un humanismo logosocioéntrico.
De Hegel a Nietzsche, pasando por Goethe, Holderlin, Heidegger, Marx todo el pensamiento filosófico ha sido construido en torno a esas diferentes visiones del logos como manifestación de los diversos humanismos.
Pero en épocas más recientes, en la modernidad, otros humanismos han surgido inspirándose en los logos anteriores como contestación o reafirmación. Así, las corrientes estéticas y filosóficas que indagan el sueño, el inconsciente y lo imaginario como base de la realidad. Se trata de una nueva visión del logos como creación y artificio. El dadaísmo, el futurismo, los surrealismos, y autores como Kafka, Becket, Ionesco, Brecht, participan de un enfoque nihilista que a la vez que desconoce el logos divino, desconoce el logos social, dejando como fundamento de la creación y la realidad solamente a la imaginación.
El postmodernismo de hoy deber ser considerado como una relectura del logos, de los diversos logos, cuya óptica principal es la ruptura radical con los esquemas de pensamientos clásicos y modernos, que se debatieron entre la razón y la emoción, entre la divinidad y la profanidad, entra la realidad social e individual, entre materialismo y espiritualidad.
¿Hacia cuál logos nos dirigimos en esta época marcada por el predominio de la imagen en contraposición a la palabra, de la ausencia de sistema de pensamientos y de valores espirituales, asentadas bajo el predominio de lo sensual, lo casual, lo instantáneo y lo fútil, a imagen y semejanza de la tecnología de la información y la comunicación: instrumental, desechable y esencialmente lúdica y hedonista?
Por el momento no tenemos respuesta a esa pregunta cuya satisfacción será obra del futuro. Por ahora, nos limitamos aquí al logos anclado originalmente en la cultura griega, momento y lugar en que se sitúa la obra de Bruno Rosario Candelier.
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