Un grupo de escritores dominicanos de varias generaciones comentan acerca del escritor Roberto Marcallé Abréu, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Literatura que otorga la Fundación Corripio.
Basilio Belliard, Ibeth Guzmán, Manuel Mora Serrano, Inés García, Rodolfo Báez y Giovanni Di Pietro, integrantes de varias generaciones de autores comentan sobre la importancia de Roberto Marcallé Abréu para las letras dominicanas.
Basilio Belliard
Roberto Marcallé Abreu es un novelista y cuentista que tiene más de cuarenta años gravitando en las letras nacionales: ganando concursos, publicando, y ganándose el respeto y la admiración de los que valoran su consagración y constancia en el oficio. Marcallé no proviene de la poesía ñcomo es lo común-, sino de la narrativa larga. Su prosa no poetiza, pero nos revela un gran dominio, tanto de las técnicas narrativas como del lenguaje de la ficción. No es un escritor que nace de la academia sino del periodismo. Se creó, pues, a sí mismo, y se formó una conciencia del oficio, en base a la pasión obsesiva por la intriga narrativa, con una conciencia de autor pocas veces vistas en nuestra tradición. Articulador de tramas narrativas e inventor de universos policiacos, Marcallé Abreu es un “narrador de raza”, en el sentido balzaciano. Su inagotable manantial de temas, tramas ficticias y creación de personajes lo hacen ser un fundador de frescos narrativos y retablos históricos de una proverbial potencia psicológica.
Marcallé crea retratos dialógicos y pinturas psicológicas con sus novelas de tramas enciclopédicas, en las que traza una radiografía de la vida cotidiana urbana, con sus crudezas y violencias. En Marcallé la ciudad es un personaje, y por lo tanto es un autor moderno, ya que expresa el espíritu del hombre actual. Para Marcallé Abreu el primer deber del escritor es con su lenguaje y con las palabras. Su pasión de escritor se define, en efecto, en la consagración de la palabra como ceremonia y acción. Su fervor es secreto porque asume en estado de soledad su oficio, aun cuando publica sus libros ñque redondean la treintena. Marcallé es un escritor de acción. Por eso no sobresalen en su mundo narrativo ni el pensamiento ni la poesía. Pertenece a la tradición de Hermingway y de los novelistas policiacos, género de tan escaso cultivo en el país. Este laureado narrador es un autor para escritores, cuyos títulos constituyen un desafío al arte de la memoria, además por la monumentalidad y extensión de sus obras. Los jurados de premiación del Premio Nacional de Literatura hicieron un acto de justicia literaria al premiarlo por su trayectoria y constancia en la creación de novelas y cuentos esenciales en los últimos cuarenta años de nuestra tradición literaria.
Ibeth Guzmán
Cuando la pluma de un periodista se conjuga con la perspicacia de un narrador, puede dar como resultado un Premio Nacional. Así sucedió con Roberto Marcallé Abreu, autor de una lista de publicaciones, muy prolífica. Cuando lo escuché hablar en la presentación de su selección de cuentos “Confidencias en torno al oscuro destino de la única mujer fatal”, salió a relucir su espíritu crítico y su visión del periodismo como un sinónimo de búsqueda de la verdad más allá de lo que planean los acontecimientos. Abogaba por el retorno del periodismo a la profundización de las investigaciones, a la pormenorización de las causas que se esconden detrás del detonante noticioso y al develamiento del detalle escondido. Como novelista, los críticos consideran su corpus novelístico como producto de una construcción ética que termina en un simbolismo universal. Este punto se refiere a su inquietud latente por desenmascarar los espejismos que mantienen nuestra sociedad sumida en el fracaso de nación que hoy enarbolamos. Su permanencia narrativa no solo se debe a su tenacidad en las publicaciones, sino también a la vigencia de sus temas como puente hacia esos valores que los humanos conservamos a través de las generaciones.
Manuel Mora Serrano
Acabo de contestarle a Roberto Marcallé Abreu las felicitaciones que le envié vía Giovanni Di Pietro, arquitecto crítico de ese premio tan bien merecido y tan bien ganado. Es curioso que Marcallé y yo no hayamos departido mucho ni hayamos coincidido en muchas partes, incluso sus novelas son rarísimas en las librerías y yo no las he leído todas, aunque sí tengo conciencia de su labor a través de los ensayos del único crítico que con gran visión observó y dijo que era nuestro gran narrador. Ciertamente, que este Premio Nacional bien merecido, los ganadores son, en primer lugar los lectores que todavía queden el país (donde ya son aves raras), que va interesarse ahora en leer a ese formidable narrador nuestro y en segundo lugar Giovanni Di Pietro que con este batacazo afirma su liderazgo crítico de la novela nacional
Inés García
A Roberto Marcallé Abreu lo admiro por su labor literaria y por su disciplina en el trabajo creativo. Cuando compartió con nosotros en el Taller Literario Narradores de Santo Domingo, nos contagió con su amor por la escritura. Aún resuena en mi mente su consejo de que así como todos los días nos cepillamos los dientes, todos los días debemos de escribir.
Escribir, escribir, escribir y leer, leer; además, editar lo escrito. Esas fueron las palabras que quiso dejarnos aquella noche. Es un justo reconocimiento el que le ha sido otorgado. ¡Enhorabuena, maestro!
Rodolfo Báez
Eran las cinco de un viernes cualquiera. Las palomas picoteaban la tarde dormida sobre el Parque Duarte. Lo había llamado por teléfono al mediodía, quedamos en juntarnos a esa hora. Esperaba al hombre opaco, gastado por la vida de sus personajes (al escritor) pero no, el que bajó del Mercedes negro parecía otro de sus inventos; sonriente, conversador, atento, con un look estupendo... Hablaba con la transparencia que recordaba de ¥¥Las siempre insólitas cartas del destino ¥¥ (su libro de 1999). Mezclamos la baba del día con buena literatura y nos la bebimos de un tirón. Al despedirnos una risa extraña carcomía sus labios. Ahora tiene sentido. La llamada. ¿Fue para avisarte del premio Marcallé?
GIOVANNI DI PIETRO OPINA SOBRE EL AUTOR GALARDONADO
En varias ocasiones hemos sostenido que Roberto Marcallé es un excelente novelista, el mejor que hay en el país. ¿Quién, fuera de él, trata los temas de hoy? Los otros novelistas, o repiten historias gastadas de hace cincuenta años o se inventan las cosas más necias del mundo con la idea de ser actuales. Buscan la notoriedad a como dé lugar, con el lastimoso resultado de que sus “obras” lo único que hacen es causarnos la más profunda vergüenza a nivel nacional e internacional. Los chulos, los boleristas, los bólidos del hampa neoyorkina y hasta los “gritos de tambores” están a la orden del día. Todo ello representado como lo máximo en los logros estéticos de nuestra novelística. Algunos de estos libros están bien escritos, pero carecen de personajes que sean verosímiles e inteligentes; la gran mayoría, no sé exactamente por qué diablos sus autores se empeñan en considerarlas novelas. Pero así andan las cosas dentro de la fauna y flora de la novelística dominicana de hoy.
Si en otras ocasiones hemos dicho que Roberto es, de nuevo, un excelente novelista, lo mejor que hay, aquí y ahora quisiéramos decir que es ya un maestro consagrado en su arte. Una prosa limpia y de fácil acceso, muchas veces poética; descripciones alucinantes que reproducen hasta el más mínimo detalle la realidad del país, la psicología de su gente, los diversos estratos sociales, las mismas idiosincrasias de las personas representas, desde miembros de la alta sociedad hasta el taxista, el niño de la calle, el limosnero, los jóvenes deslumbrados por el consumismo desbordado y su promiscuidad.
Nadie como él conoce mejor y sabe describir las interioridades de instituciones como la Policia Nacional o lo que es la práctica detectivesca. Sus personajes, como Severino, don Jesús, los dos párrocos, el sargento Baldera, Bobby el taxista, etc., siempre se destacan, y lo hacen porque tienen una vida auténtica, ya que no son simples personajes de cartón.