AUSTIN, (EE.UU.). El fotógrafo estadounidense Marc Asnin ha recopilado los testimonios finales de los 518 presos ejecutados en el estado de Texas (EE.UU.) entre 1982 y 2014 en un libro que lleva por título "Últimas palabras" ("Final Words").
Las últimas palabras son un derecho que tienen todos los presos que van a morir antes de recibir la inyección que les arrebata la vida, una declaración que escuchan los testigos presentes en la ejecución y que luego se recoge en el certificado de defunción, junto a la hora de la muerte.
Algunos presos aprovechan esas palabras para pedir perdón a los allegados de sus víctimas por los crímenes cometidos o insisten en su inocencia en otros casos, muchos hablan de justicia y casi todos se despiden de su familia y se encomiendan a Dios, aunque a veces simplemente no dicen nada.
"En el momento en que los ejecutan, ellos buscan algún tipo de perdón porque no saben lo que les va a pasar", afirmó en una entrevista con Efe Asnin.
El fotógrafo empezó su proyecto hace dos años con un viaje a los archivos del Departamento de Justicia Criminal de Texas, donde se restituyó la pena de muerte en 1976, al igual que en todo el país, si bien la primera ejecución en ese estado data de 1982.
"Cuando lees esas últimas palabras te das cuenta de que tienen miedo", dijo el autor del libro, que próximamente llegará a las librerías de Estados Unidos.
La elección de Texas no fue casual, pues se trata del estado que con mayor frecuencia aplica este castigo, casi cinco veces más que el segundo en la clasificación, Oklahoma, con 112 reos muertos.
"Soy inocente, inocente, inocente. No tengan ninguna duda, yo no le debo nada a nadie. Soy un hombre inocente y una equivocación terrible está a punto de suceder. Que Dios les bendiga. Estoy listo", fueron las últimas palabras del reo Leonel Torres Herrera antes de ser ejecutado el 12 de mayo de 1993.
Torres Herrera recibió una inyección letal por el asesinato de dos agentes de Policía en 1981, aunque siempre mantuvo que fue su hermano quien cometió el crimen.
Asnin emprendió la aventura de "Últimas palabras" para proponer una reflexión sobre la conveniencia de la pena de muerte, un castigo anómalo en Occidente, en su opinión: "Estamos con Irán, China y Corea del Norte. Hacemos lo mismo".
"Me pareció interesante que la gente pueda leer las últimas palabras y pueda cambiar su visión, ver a los presos como personas y no como animales", dijo el fotógrafo neoyorquino, que considera que en Estados Unidos existe un proceso de "deshumanización" de la población carcelaria.
"La gente -añadió- no quiere entender que los crímenes muchas veces tienen que ver con la pobreza, con los problemas mentales. Esto ayuda a entender".
Otro testimonio que recoge el libro es el de Jermarr Arnold, que fue ejecutado el 16 de enero de 2002 por el asesinato de Christine Sánchez durante un robo.
"A la familia de la señora Sánchez: estoy profundamente apenado por la pérdida de su ser querido. No lo puedo explicar y no tengo respuestas. Solo puedo dar una cosa y la voy a dar hoy: una vida por otra", afirmó Arnold antes del desenlace fatal.
"Espero -agregó- que no les quede ningún rencor y que encuentren consuelo en mi ejecución".
Henry Porter, también ejecutado en el estado de la estrella solitaria, dijo antes de morir en 1985: "Me llaman asesino a sangre fría por matar a un hombre que me disparó primero. El único motivo por el que estoy aquí es que yo soy mexicano y él era un oficial de Policía".
"Ustedes llaman a esto justicia. Es su justicia. La vida de un mexicano no vale nada", añadió Porter.
En Texas aún quedan unos 275 presos en el corredor de la muerte, esperando su cita con el aguacil y el verdugo del penal de Huntsville, a las 6 de la tarde, hora habitual en la que se aplica la pena capital
El próximo reo en expresar sus últimas palabras será Rodney Reed, un hombre negro de 47 años condenado por el asesinato de una mujer a la que violó en 1996.
Si nadie lo remedia, su ejecución se llevará a cabo el 5 de marzo.
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