Tony Raful acaba de regresar de La Habana como jurado del género de poesía del Premio Casa de las Américas. El intelectual y el político conversan a la vez sobre esta y otras experiencias.
¿Qué encontró de valor entre los libros presentados al Premio Casa de las Américas del cual usted fue jurado el presente año? En el género de la poesía, encontramos un texto novedoso y creador que nos hizo coincidir a los miembros del Jurado en su selección.
Luego de discutir cientos de trabajos previamente distribuidos, “Bajo el brillo de la Luna” del poeta colombiano, Nelson Romero Guzmán, nos deslumbró. Con un manejo magistral del lenguaje, el poeta aborda lo que llama auto retratos de pintores y luego hace una introspección hacia el desgarramiento ontológico, sin perder la movilidad de la versificación, todo ello dentro de un clima de belleza expresiva, que no cae en la cursilería ni en la retórica como lugares comunes. Es el texto de un orfebre de la alta poesía latinoamericana. Hubo varios textos interesantes, incluso dimos dos menciones para fines de publicación. Muchos participantes, calidad y fuerza lírica desplazados hacia mundos interiores y búsquedas intensas del “escalofrío” que pedía Baudelaire para constatar la reciedumbre y calidad estética de la poesía.
¿El mundillo literario cubano es tan ácido como lo pintan? ¿En qué lo diferenciaría usted del dominicano?
Nuestra experiencia en Casa de las Américas fue inolvidable. Apertura, pluralidad, contactos, discusiones, debates, recreaciones de textos. Me impresionó el discurso del evento y la institución, absoluta libertad de elección crítica, sin ningún tipo de molde o condicionamiento ideológico.
A diferencia de lo que pasó con el triste “caso Padilla” en el momento más agudo de la guerra fría y los extremismos ideológicos, en 1971, no hay la menor posibilidad de reeditar ejemplos parecidos. Algo ha cambiado definitivamente y proseguirá mutando históricamente para el arte y la cultura. Mucha nueva poesía cubana, crítica, cuestionadora, a viva voz, entrelazada con la trova, en paseos y parques. En relación con nosotros, media el mercado, la voracidad insaciable de la cultura como negocio absoluto, carente muchas veces del mínimo rigor crítico, salvo algunos especialistas que persisten en la crítica como oficio incisivo y medular. A los escritores cubanos no hay quien los silencie, hablan hasta por los codos. Los escritores dominicanos hemos sido permeados por ediciones curriculares, de cuantos improvisados “desabolladores” de versos entiendan, que agregar publicaciones de libros aumenta el prestigio social o sirve para sentirse realizados en sus egos miserables.
¿Cree usted que la utopía sobrevivirá a la nueva realidad que se le abre a Cuba en medio del mundo global?
El Papa Juan Pablo Segundo dijo, “que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”. Sus palabras trazaron el camino de hoy hacia reformas importantes y la convivencia necesaria con los Estados Unidos, pasando por el cese de un bloqueo que no tiene sentido, desfasado e injusto. Cundo yo pienso que VietNam tiene relaciones con Estados Unidos, luego de una guerra brutal, no puedo entender el distanciamiento en el mundo de hoy entre las dos naciones. La utopía siempre sobrevivirá como luz inapagable en el alma humana. De tropiezo en tropiezo, el ser humano siempre soñará otros mundos posibles.
En su caso, ¿dónde termina el intelectual y dónde comienza el político?
El intelectual no termina. El político asoma coyunturalmente apremiado por el ventarrón de la historia y luego desaparece. El intelectual permanece en la reserva crítica, ajusta cuentas con los desaciertos del Poder. Y trasciende.
Le gusta soñar con los ojos abiertos...
Lo que percibimos como realidad son imágenes inestables de una creación perpetua en transición. Soñar con los ojos abiertos es resistir y vencer en las penumbras del tiempo histórico.
¿Qué piensa del paternalismo a la hora de comentar obras literarias?
Una debilidad troncal, a superar, a deslindar en los eventos críticos del texto.
¿Es cierto que el papel aguanta todo lo que le pongan?
Claro que sí, pero al final sobrevuela el rigor, el empleo del esfuerzo, la subversión de los planos anquilosados. La poesía funda universos paralelos y desata placeres interiores que marcan distancia ante todo lo que el papel aguanta.
¿Promovería una campaña en la República Dominicana para eliminar el lambonismo como categoría “filosófica”?
El lambonismo es una resultante de la insuficiencia social y el desamparo de los seres humanos para compensar sus carencias y obtener sinecuras. Es halago vacío, tóxico, sin fuerza telúrica, falsedad y disimulo, lo que el filósofo argentino, José Ingenieros, llamó “la simulación en la lucha por la vida”.
¿No se sentía usted un poco incómodo con el calificativo que algunos le endilgaron como “El poeta de la patria”?
Depende, la Academia Dominicana de la lengua, tiene como lema, “la Patria es la lengua”. En ese sentido es un honor inmerecido pero gratificante ser el poeta de la lengua castellana. La Patria es también el terruño, las costumbres, la cultura, la familia, las gestas patrióticas que definen la identidad nacional. En ese otro significado, sería un honor, transitar desde lo nacional hacia la concreción de lo universal. Nada me molesta suficiente como para inmovilizar la escritura y amilanar a mis duendes.
¿Qué es lo que más le molesta de la literatura dominicana?
La inobservancia del rigor, la facilidad de entrar en ella sin la menor exigencia o validación del texto, por la ausencia de una crítica establecida.
Volvería usted a la televisión a hablar de literatura? ¿Sería una Peña de tres, de dos o de usted solo...?
El gran José Lezama Lima dijo que para él, la vida era conversación. No puede haber tertulia, sino entre varios contertulios.
¿Qué es lo que más le molesta de los ‘affaires’ de la política criolla?
Su incapacidad de renovación del discurso. Estoy al borde de una decepción definitiva. Vuelvo a la poesía para evitar el colapso.
¿Qué le puede pasar a un escritor cuando pierde la capacidad de amar?
Corre el riesgo de convertirse en un monstruo, aunque sea un monstruo genial. Cioran es un ejemplo del talento desquiciado y sin presencia de amor.
¿Prefiere ser juez o parte en el accionar de nuestra vida cotidiana?
Prefiero ser “parte” de una voluntad social, humana y política.
¿Le gustaría volver a ser ministro de Cultura? ¿Qué recuerdos ingratos guarda usted de su gestión?
Me siento orgulloso de esa gestión, sin recursos suficientes trazamos un destino, definimos objetivos. La cultura es fundamental como nos enseñó Pedro Henríquez Ureña. No tengo recuerdos ingratos, los he asimilado al comportamiento humano, su díscola condición. Siempre se puede reaparecer, pero tengo otros objetivos y metas de distinto alcance y espacios.
¿Qué es lo que menos le tienta de la práctica política en la República Dominicana?
Ser Presidente de la República para dejar las cosas como están o peores. Sería una gloria fútil, baladí.
¿Es de los que piensan que el país necesita renovar sus liderazgos, es decir, terminar con la Era de los Dinosauros que solo arrastran métodos políticos abstractos?
Correcto. Promuevo la renovación no solo física sino de ideas, de conceptos, de cara al siglo XXI. Mi hija Faride es mi apuesta ética de renovación en el presente.
0 comentarios:
Publicar un comentario