El escritor venezolano fue discípulo de Pedro Emilio Coll y Julio Planchart, y su obra está considerada como una de las diez novelas esenciales de la Venezuela de los años 50.
Alejandro Lasser, (Agua Larga, Falcón, 16 de agosto de 1916-Caracas, 3 de octubre de 2014), falleció a los 98 años de edad, convertido en un escritor prácticamente olvidado en nuestro país, casi no se le nombra, y se tiene la impresión de que sencillamente, no se le ha leído. Su vida y su obra, así como sus aportes a la literatura venezolana, son desconocidos para la gran mayoría.
"La Voz ahogada" es una de las obras que dan singularidad a la novelística venezolana de los años cincuenta del siglo XX, junto con "Ana Isabel una niña decente", de Antonia Palacios; "Cumboto", de Ramón Díaz Sánchez; "El falso cuaderno de Narciso Espejo", de Guillermo Meneses; "La leyenda del Conde Luna", de Pedro Berroeta; y "Casas Muertas", de Miguel Otero Silva.
Lasser, estimado por el premio Nobel de Literatura, Vicente Aleixandre, como "un noble exponente de la novelística venezolana", formó parte, entre 1941 y 1950, de los grupos literarios "Centro de Estudios del Presente", y "Suma", fundados por Juan Liscano, al que asistían Pedro Beroes, Juan Beroes, José Salazar Meneses, Carlos Augusto León, César Rengifo, Aquiles Nazoa, Francisco José Monroy, Rafael Clemente Arráiz, y Guillermo Meneses, entre otros; además, estuvo vinculado a la revista "Contrapunto", (1948-1950), dirigida por Héctor Mujica y Rafael Pineda, de la que fue colaborador y donde publicó un esbozo de sus "Apuntes para un retrato de Rufino Blanco Bombona". Articulista de El Nacional, desde los días de su fundación; durante 25 años, entre 1964 y 1989, entregó una columna semanal a sus lectores.
Maestro de la escritura renovadora
Alejandro Lasser, con su arquitectura verbal logró, en "La voz ahogada", hurgar en los conflictos íntimos del ser humano, y desarrollarlos con admirable tino y precisión.
Un valioso aporte de creación sicológica, en donde lo onírico desempeñó un papel muy significativo. Hasta ese momento, la novela venezolana era extrovertida, volcada hacia el mundo exterior, hacia el paisaje, las costumbres, lo social. A partir de "La voz ahogada", se vuelca hacia las visiones, experiencias, vivencias, sobrevivencias que asedian y rondan la intimidad del ser humano, y que no es otra cosa que la afloración de nuestro ser.
Y qué decir de "La Espiral y el Círculo", (1992, Editorial Fundamentos, Madrid) Premio de Narrativa Guillermo Meneses, otorgado por el Círculo de Escritores de Venezuela; donde pone de manifiesto su condición creadora, gracias a la construcción de estructuras complejas y el uso expresivo de los tiempos verbales que marcan cambios anímicos y desplazamientos de perspectivas, que no son otra cosa que las características de un escritor que ha sido lector atento de Joice, Flaubert, Faulkner, pero también de Dostoievski, Alejandro Dumas, Julio Verne, Emilio Salgari, Víctor Hugo, y Cervantes, por quien siente especial admiración.
Profeta, allende los mares
Este autor, doctorado, en 1941, en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela, ha navegado, con soltura, a lo largo de su vida, en las aguas de las ciencias jurídicas, y de la literatura, valga decir, la novela, el ensayo, y la dramaturgia. Pese al inexplicable silencio, en todas estas décadas, de la crítica nacional, su contribución a la literatura venezolana, y, por ende, iberoamericana, aparece registrada en una extensa bibliografía especializada sobre el tema.
Al escritor Alejandro Lasser, el reconocimiento siempre le ha venido de fuera, en 1960, representó a Venezuela, junto a Juan Oropeza, y Mariano Picón Salas, en las Jornadas de Teatro Hispano de la Sorbona, de París, donde se proyectó el cortometraje "Reverón", de Margot Benacerraf.
En mayo de 2004, se le distinguió como Invitado Especial, por el Instituto Cervantino de México, la Universidad de Guanajuato, el gobernador de esa entidad, Juan Carlos Romero, y el Museo Iconográfico de Guanajuato, para que disertara, en El Coloquio Internacional Cervantino, sobre su último ensayo "Comparación de Don Quijote con Los Hermanos Karamazov, de Fedor Dostoievsky".
Una honrosa excepción la tenemos en 2006, cuando fue objeto de reconocimientos por el Círculo de Escritores de Venezuela; y las Academias Venezolanas de la Lengua y Ciencias Políticas y Sociales, por sus aportes a las Letras y al Derecho. Y el 14 de diciembre de 2011, la Fundación Casa del Artista le hizo un reconocimiento por sus aportes a la literatura y dramaturgia venezolana.
Alejandro Lasser supo combinar el estudio y la práctica del derecho con el quehacer literario. En el ámbito jurídico ha publicado "Temas de derecho de familia y menores"; "Marginalidad social y justicia y otros ensayos". En narrativa tiene en su haber: "Sin rumbo", (1944); "La voz ahogada", 1952; "La muchacha de los cerros", 1958; y "La espiral y el círculo", 1992.
Sus principales obras dramáticas son: "El general Piar"(1946, Editorial Patria, Caracas), montada, en 1960, por el grupo de teatro Compás, dirigida por Romeo Costea, en el primer festival de teatro venezolano; donde se permite abordar la imperfección de la justicia aplicada por los hombres.
Luego sigue con "Catón y Pilato", (1966, en "13 autores del nuevo teatro venezolano", compilador Carlos Miguel Suárez Radillo, Monte Ávila Editores). "La Cueva" (1967, Ediciones Zodíaco, Caracas), puesta en escena en dos ocasiones por el grupo Compás, pone de manifiesto su preocupación por la estructura teatral y un muy cuidado lenguaje. Una lección aprendida de su maestro Julio Planchart: "escribir con precisión, claridad, sin excluir la belleza".
"Catón en Utica", "La entrega de Miranda o el maestro y el discípulo" (1990, Editorial Lisbona, Caracas); "El tiro que derribó la montaña", (1994, Círculo de Escritores de Venezuela); con prólogo de Rodolfo Santana; y "El evangelio de Nataniel", entre otras. En todas sus obras (14 teatrales, 5 novelas, ensayos, un sinnúmero de artículos períodisticos, y un libreto de ópera: "El Caballero de Ledesma" estreno mundial en el Teatro Municipal, el 18 de mayo de 1979), está presente la reflexión ética en un mundo complejo, riesgoso, que, sin embargo, nos permite vislumbrar lo positivo, la opción salvadora en medio del caos, muy propio de nuestros días.
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