MÉXICO. El narrador René Delgado, autor de la novela "Autopsia de un secuestro", puede incluirse sin desentonar en el coro de la literatura mexicana, pero solo es capaz de hacerlo desde su coto privado, la silla de periodista.
"No me concibo como un escritor, esta obra la escribí entre los espacios que se abrieron en el ritmo de la redacción y después del cierre del periódico; es una novela hija de la madrugada", asegura en una entrevista con Efe.
Con su barba canosa bien recortada y vestido con un elegante traje azul con corbata a rayas, Delgado delata su condición de Ejecutivo del diario Reforma, donde se desempeña como director editorial, pero al hablar relega las formas y se refiere con pasión al que Gabriel García Márquez llamó el mejor oficio del mundo.
"Mi interés es ver lo que ocurre en el país o en otros lugares como periodista, esta novela nació en el peor lugar para escribir, la redacción del periódico, con ruido y lejos de un ambiente ideal que ni siquiera me planteo crear", señala.
De esa manera, alejado de la atmósfera propicia y con una paciencia de hormiga, Delgado escribió a cucharaditas desde el primer día de 2008 hasta el último de 2014 y armó una historia policiaca que quien la empiece a leer, casi seguro no la soltará hasta conocer la suerte del personaje Juan Lavín.
Lavín es un periodista con un alto cargo en un diario que se enreda en una relación sentimental con Teresa, una modelo salvadoreña que ama la lectura, es capaz de discutir con autoridad sobre política y posee una gran personalidad, pero tiene una amistad con un vendedor de drogas y eso la lleva a la muerte.
Durante 251 páginas, el autor utiliza un lenguaje limpio sin adjetivos ruidosos y es capaz de meterse al lector en la bolsa con una historia de amor con claroscuros, como las de la vida real.
"Es difícil que una novela no tenga elementos biográficos; en Lavín encuentras algo de mi personalidad, pero la mayor parte es fantasía", confiesa.
Cuando conversa, el escritor mira a los ojos y eso le aleja de una imagen inicial de tipo severo. Enfatiza con gestos, sobre todo de su mano derecha, y responde sin apuros como si también a sus palabras las hiciera pasar por su lupa de editor.
Como periodista, en la década de los años 80 Delgado fue enviado a varias zonas de guerra, entre ellas El Salvador, donde recogió los datos que después vertió en su novela "El rescate" (1992), cuyos protagonistas Juan Lavín, Teresa, y el tío de ésta, Héctor Margusían, regresan en la nueva obra.
Personajes bien descritos, con tonos que impiden calificarlos de buenos o malos, desarrollan temas de la vida actual de México que Delgado exhibe en carne viva, mientras equilibra con reflexiones sobre la tendencia del periodismo a lo superfluo, el valor de la amistad, la corrupción o la inseguridad del país.
"En el periodismo tenemos un tiempo límite, si es radio, o un número limitado de caracteres, en los diarios, y siempre queda fuera información no dura, de contexto. Eso por lo general no lo exprimimos y es lo que sirve para la literatura", dice.
De joven leyó mucho pero, hace una década, el periodista se dio cuenta de que había bajado el ritmo de lecturas y se propuso un número mínimo de libros al año.
En esta Semana Santa lleva en su maleta "Adiós a los padres", obra de Héctor Aguilar Camín, y "El malestar de la democracia", de Carlos Galli, y tiene en espera la novela "Herejes", del cubano Leonardo Padura.
"No tengo supersticiones como escritor de ficción, no puedo darme esos lujos, soy como un obrero de las palabras, un tunde teclas", asegura mientras apura un cigarro y echa el humo para su costado.
Hasta hace poco, antes de llevar sus textos a la editorial se los enseñaba a Ida, su mujer, pero ahora ni a ella, lo cual le permite mantener el rumbo sin escuchar opiniones de quienes lo quieren.
Dice tener un par de proyectos que terminarán en novelas, pero se niega a hablar de ellos. Sin embargo, da una pista. En cualquier caso serán escritos desde su sitio vedado, el rincón de la redacción donde suele invocar a las musas.
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