El escritor recogerá próximamente el Premio Cervantes e intentará, como siempre, romper cánones.
Madrid.- "Devoto de Cervantes", Juan Goytisolo asegura que se siente "como un polizón en un trasatlántico", días antes de recoger el Premio Cervantes, en una ceremonia llena de pompa en la que este escritor heterodoxo, al que no le gusta nada la institución, intentará como siempre romper cánones.
Y tanto es así, que para empezar y en el plano de la forma, no se vestirá de chaqué como manda la tradición, sino que lo hará con una chaqueta y un pantalón "normales", señaló Efe.
"Les dije que si querían que me disfrazara, para eso me ponía una chilaba, así es que iré como voy siempre, porque ni siquiera tengo traje", explica a Efe, en su casa de Marraquech, este escritor anómalo, "como todo creador", que ha construido su árbol literario con raíces alimentadas por la tradición crítica española, a la que brinda el premio.
"Yo nunca he hablado de mí en función de ser reconocido o no -argumenta el escritor catalán-, sino que lo que he criticado mucho es el no reconocimiento de una tradición crítica española, que empieza con Blanco White y Larra y sigue con Pi Margall y Manuel Azaña y en el terreno de la historiografía, con Américo Castro y Francisco Márquez Villanueva".
"Esta tradición ha sido marginada por la institución oficial -continúa- y he intentado luchar con todos mis medios para que se reconozca. Más que heterodoxo, lo que he intentado siempre ha sido ampliar ese canon restrictivo, nacionalcatólico que ha dejado de lado una serie de obras muy importantes. Siempre he intentado recuperar lo que se ha quedado al margen", subraya.
Y es que Juan Goytisolo (Barcelona, 1931), hermano del poeta José Agustín, fallecido en 1999, y de Luis Goytisolo -"él se merece todos los premios" y "Recuento" es la mejor obra española del siglo XX, asegura-, es un escritor de los márgenes.
Un escritor, autor de títulos imprescindibles para la literatura como "Señas de identidad", "Don Julián", "Juan sin tierra" o "Makbar", que se "blinda" de estas circunstancias y que contempla el mundo desde su casa, donde ha creado su propia familia o tribu, en la medina de Marraquech, al lado de la plaza de Xemáa el Fná, la universidad de la vida, de cuyas voces ha mamado tanto como de la lectura del Quijote, asegura.
"Cuando quiero escuchar ruido voy a la plaza", asegura este autor que habla el árabe dialectal y para el que sus contemporáneos son "El libro de buen amor" o "La Celestina", según confiesa en medio del silencio que invade su casa, que tiene un patio con un precioso limonero donde el tiempo se detiene.
Sin querer decir o anticipar nada del discurso que pronunciará el próximo día 23 en Alcalá de Henares, sí que dice que hablará de las dificultades personales que rodearon la vida de Cervantes cuando escribió el Quijote, de las miserias que le rodearon y de cómo a pesar de ello pudo escribir este "libro de libros".
"Soy un devoto lector de Cervantes. He leído cuatro veces el Quijote; a los 25, los 40, los 60 y a los 80 y cada vez que lo leo es un libro distinto, cada vez es mejor y esto es la prueba de la gran literatura", añade.
"Pero no se me olvida -matiza- que el premio Cervantes lo da un Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, y parece que de Educación y Cultura poca y deporte probablemente mucho", dice con esa ironía distante que le caracteriza y que tanto impregna su obra.
"El humor ha sido y es muy importante en toda mi obra, ha sido fundamental", sostiene Goytisolo, para explicar también que el punto de inflexión en su narrativa se produce en el capítulo final de 'Señas de identidad' y pasa a 'Don Julián' para continuar después en toda su obra, que abandona el realismo comprometido para trabajar con la experimentación.
"Todo lo que he escrito a partir de 'Don Julián' es una mezcla de prosa y poesía", apunta; pero para descomponer el lenguaje primero hay que conocerlo bien, recalca este creador -como un cubista de la palabra-, que ha aportado a España su mirada forjada en la cultura francesa, estadounidense y la árabe.
"Fui educado en los peores años del franquismo en un ambiente cerrado y mediocre propiciado por la propaganda oficial y cuando salí a Francia -recuerda- y descubrí su apertura, cambió mi vida. Lo que pasa es que tardé mucho en quitarme ese lastre. Luego siguió una verdadera educación en EE.UU como profesor visitante y allí comprobé que se enseña mucho mejor la cultura española que en España", sostiene.
Y concluye: "El tramo que me queda de vida es muy breve y lo veo con cierta melancolía porque me he dado cuenta de que la humanidad procede del mismo modo, empieza por tener aspiraciones y acaba por tener sistemas, como dijo Pi Margall".
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