sábado, 11 de abril de 2015

La corta y verídica historia de “Comprimido”.

POR ADRIANO MIGUEL TEJADA
Gabriel García Márquez siempre fue periodista. Además, es lo que quiso ser toda la vida hasta que le cruzaron por el cerebro unas mariposas amarillas, y unos cuentos pueblerinos que colmaron su cabeza de historias que tenían que ser contadas, historias que existen en cada uno de nuestros pueblos, pero que requieren del genio de un juglar portentoso para que queden grabadas en la imaginación de todo el globo.
Darío Arismendi, en su libro Gabo no contado, refiere la obsesión de García Márquez por tener un periódico, pero no un diario cualquiera, sino “el mejor de América Latina, el mejor informado, el más verás, el más exacto”.
“No quiero que se me recuerde por Cien Años de Soledad ni por el Premio Nobel, sino por el periódico. Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca (…) Toda la vida he sido un periodista”, confesó a Arismendi.
Pues, en septiembre de 1951, cuando sólo tenía 24 años de edad, junto a su amigo y linotipista Guillermo –el Mago- Dávila, de 23, se lanzó a su primer proyecto editorial, un diario llamado Comprimido.
Dávila, por mérito propio, parecía ser un personaje de cualquiera de las novelas del Gabo. Escritor, periodista, mago, prestidigitador y pronosticador de carreras de caballos, también era linotipista en el diario El Universal de Cartagena de Indias, y el propietario del mismo le permitió que montara a Comprimido fuera de sus horas de labor.
El Mago cuenta cómo ocurrió todo: “Terminadas las labores del día, los dos salíamos a las calles de la heroica a recibir “el fresco” y a hablar. Temas como la magia, los viajes y la ansiedad del Nobel por recibir el premio de su primera novela, La Hojarasca, se apoderaban de todas las conversaciones. “Eso lo hace a uno interesarse por el hombre, no como el redactor ni como el genio, porque en ese tiempo no teníamos ni la menor idea”, dice ‘El Mago’.
Fue en una de esas tertulias nocturnas en las bóvedas de la ciudad caribeña que Dávila le dijo a Gabo:
–¿Gabriel por qué no hacemos un periódico? Se acabó ‘El Fígaro’ acá en Cartagena, ¿por qué no hacemos uno?
–¿Cómo lo llamamos? –Me pregunta-
–Comprimido– Le digo, porque todo tiene que ser corto.
Así nació el primer proyecto periodístico de ambos, “un periódico media carta de ocho paginitas en donde decimos todo lo que le pasa a Cartagena”. Gabo hacía las notas, que más parecían telegramas, mientras que ‘El Mago’, que tenía ahorrados $140 de la época, se encargaba de financiarlo, y montarlo en las dos horas siguientes para salir y repartirlo en la tarde de manera gratuita.”
Imprimir cada edición costaba 28 pesos colombianos.
Es fama que García Márquez escribía los textos de las ocho o cuatro páginas del diario, tamaño media carta, en una hora y Dávila lo montaba en dos. Comprimido era un diario gratuito que circuló seis números, del 18 al 23 de septiembre de 1951, en Cartagena, con una tirada de 1,000 ejemplares diarios. Como se puede apreciar, Comprimido lo fue hasta en su duración: apenas una semana.
En el comercio controlado por árabes, nadie le puso un anuncio, otro detalle al mejor estilo garciamarquiano.
En septiembre de 1951, cuando solo tenía 24 años de edad, junto a su amigo y linotipista Guillermo -el Mago- Dávila, de 23, se lanzó a su primer proyecto editorial, un diario llamado “Comprimido”.
El primer editorial decía: “COMPRIMIDO no es el periódico más pequeño del mundo, pero aspira a serlo con la laboriosa tenacidad con que otros aspiran a ser los más grandes. Nuestra filosofía consiste en aprovechar en beneficio propio las calamidades que se confabulan contra el periodismo moderno. La carestía de papel, la escasez de anuncios y de lectores favorecen nuestro progreso puesto que nos colocan en la circunstancia de reducir cada vez más nuestras proporciones. Esta iniciativa, como los préstamos con interés, tiene el privilegio de prosperar a costa de su propia quiebra.”
Dos novedades importantes tenía Comprimido: era gratuito, una anomalía visionaria en ese tiempo, y las noticias eran “telegrafiadas”, es decir, un formato de lectura rapidísima, otra novedad en los años 50.
El Mago Dávila conserva el permiso de publicación de Comprimido y la libreta de gastos donde están anotados los costos de cada edición. En la década de 1990, en un incendio en su casa, se perdieron los ejemplares que conservaba del diario.
El último editorial, más genial que el primero, al mejor estilo garciamarquiano, decía lo siguiente:
“Seis días después de haber tirado la primera, COMPRIMIDO lanza esta segunda piedra que tiene la sospechosa apariencia de ser la última…”.
“COMPRIMIDO dejará de circular desde hoy, aunque sólo de manera aparente. En realidad, consideramos como un triunfo nuestro –y así lo reclamamos- la circunstancia de haber sostenido durante seis días, sin una sola pérdida, una publicación diaria que según todos los cálculos cuesta un noventa y nueve por ciento más de lo que produce. Ante tan halagadoras perspectivas, no hemos encontrado un recurso más decoroso que el de comprimir este periódico hasta el límite de la invisibilidad. COMPRIMIDO seguirá circulando en su formato ideal, que ciertamente merecen para sí muchos periódicos. Desde este mismo instante, éste empieza a ser el primer periódico metafísico del mundo”.
Con este primer fracaso, comenzaba la historia…
Dos novedades importantes tenía Comprimido: era gratuito, una anomalía visionaria en ese tiempo, y las noticias eran “telegrafiadas”, es decir, un formato de lectura rapidísima, otra novedad en los años 50.
“EL OTRO”

Gabriel García Márquez siempre soñó con lanzar un diario de circulación nacional con que hubiera podido influir de manera más amplia en toda la comunidad. Soñaba con llamarlo “El Otro”, y solía contar el sueño de un señor que se acercaba a un estanquillo, y cuando el vendedor le preguntara -cuál desea, El Tiempo, El Espectador- el lector le respondiera -No, El Otro-.

Nunca llevó a cabo el proyecto.

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