lunes, 9 de marzo de 2015

Gabriela Wiener se mueve entre crónica y autoficción en "Llamada perdida".

"Llamada perdida" (Malpaso) recoge las crónicas autobiográficas de una mujer dispuesta a desnudar su cuerpo y su alma, historias cotidianas que se vuelven extraordinarias contadas desde lo más íntimo.


Barcelona.- La escritora limeña Gabriela Wiener, afincada actualmente en Madrid, se mueve entre la crónica y la autoficción en su última obra narrativa, "Llamada perdida", un libro que la propia autora califica como inclasificable.

"Llamada perdida" (Malpaso) recoge las crónicas autobiográficas de una mujer dispuesta a desnudar su cuerpo y su alma, historias cotidianas que se vuelven extraordinarias contadas desde lo más íntimo.

Wiener escribe sobre quién es y sobre lo que vive, y se explica con un lenguaje y una sinceridad que la acerca a lo que ella misma denomina "ensayo del yo".

En esas crónicas relacionadas con la madurez y el paso del tiempo, la autora peruana comparte experiencias y pensamientos como el complejo de verse fea, la maternidad, la familia, la compañía del número once en su vida, la soledad en las habitaciones de hotel, el sexo en trío, el miedo a la muerte o la distancia de su país y de sus amigos.

En una entrevista con Efe, Wiener recuerda que llegó a España en 2003 justo cuando muere Roberto Bolaño, y ese impacto también se recoge en "Llamada perdida", su viaje a Blanes (Cataluña, España) con la plana mayor de los allegados del escritor chileno, su encuentro con el escenario del mundo editorial, de la pompa.

"Yo quería seguir viviendo la ciudad del Bolaño de las putas, de las borracheras, de los detectives. Me di cuenta que aquí estaban algunos de los personajes reales de las novelas de Bolaño", dijo la autora.

En los relatos, el lector descubre, anota Wiener, "el bar de Bolaño, la madre, la hermana, Carmen Pérez, su última compañera que le acompañó en sus últimas horas, en un relato que no deja de ser la evocación de un momento de iniciación y la constatación de que había otro Bolaño que existía y seguía latiendo".

Los relatos de "Llamada perdida", algunos inéditos con respecto a la edición peruana del pasado año, son una reconstrucción de "muchos pedazos" de la escritora y periodista: "Desde la 'groupie' literaria a la Madame Bovary enajenada con los libros de ficción".

De hecho, piensa Wiener que "los lectores son los verdaderos herederos de Bolaño" y confiesa: "No he dejado de leerlo; de hecho, nunca he sido académica y he leído los libros desde una perspectiva vital".

Esa misma perspectiva vital que le aproxima en otros capítulos a Corín Tellado, autora española de "novela rosa", a la que se acerca "como nieta bastarda, como no lectora, movida sólo por el interés por el personaje y también porque era una mujer escritora, del mismo modo por el que me aproximo a Isabel Allende".

En opinión de la autora limeña, "te obsesionas por un personaje porque te acabas reflejando en el mismo".

No oculta Wiener cierta admiración por la Corín Tellado de la vejez, que fue en su momento "liberador para una generación de mujeres" y quedó fuera de "un canon literario absolutamente masculino, machista", que sólo superan unas pocas.

Añade la escritora que muchas escritoras acaban siendo catalogadas como literatura femenina, "es decir, como si fuera de una literatura de menor calidad".

La obra, admite Wiener, se acerca formalmente a la crónica, porque "la no ficción pasa por la subjetividad, por el cuerpo del narrador, y en mi caso la materia prima es siempre la realidad. Mi escritura está basada en como yo vivo esas cosas; e incluso las cosas de la imaginación, siempre tienen un punto de partida en la realidad y la experiencia".

Esta primera persona que escribe no ficción se mueve entre el autoengaño, la crónica periodística, el diálogo, las historias cortas, la memoria, los pequeños ensayos e incluso un pequeño cómic escrito por la autora en el que habla de su mejor amiga, Micaela, que vivía también en Barcelona, un todo que configura, en palabras de Wiener, "un libro misceláneo".

Afloran también en las páginas de "Llamada perdida" sus "incomodidades con el mundillo de los literatos y de los críticos".

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