"Tuve la inmensa suerte de tener una infancia muy feliz", expresa el escritor peruano.
MADRID.- Al escritor peruano Mario Vargas Llosa le preocupa mucho la situación que vive la infancia y no solo en el mundo menos desarrollado, porque, por contradictorio que pueda parecer, "no es verdad" -dice- que esté más protegida en los países más desarrollados económicamente.
"Desgraciadamente no es así, de ahí que la conciencia de proteger a los más pequeños sea una necesidad para el mundo entero, sin excepción", dice en una entrevista con Efe en Madrid, donde desde el 17 de septiembre pasado está en cartel su última obra teatral, "El loco de los balcones", un alegato idealista.
Nacido en Arequipa hace 78 años y ganador del Premio Cervantes en 1994 y del Premio Nobel de Literatura en 2010, Vargas Llosa es uno de los 25 líderes latinoamericanos protagonistas de una campaña lanzada por Unicef en colaboración con la Agencia Efe para conmemorar los 25 años de la Convención sobre los Derechos del Niño, que se cumplen el próximo 20 de noviembre.
Para el autor de "La casa verde" y otras muchas obras que ocupan ya un lugar en la historia de la literatura universal, que un niño esté protegido y feliz depende en gran manera de como sea su familia y no tanto del desarrollo económico de su país.
A continuación interesantes fragmentos de la entrevista:
P: Una estructura familiar fuerte, ¿protege más a los niños?
R: Efectivamente, en países donde todavía la estructura familiar es muy sólida, la infancia está más protegida que en aquellos donde o se ha disuelto o es extremadamente precaria por las condiciones de vida. Y esto ocurre paradójicamente en los más avanzados (...), donde las familias, muchas veces tienen una existencia que es casi puramente nominal, muy poco real; no existen, o existen de una manera precaria. Están muy abandonadas a su propia suerte.
P: Usted pinta un panorama bastante negro.
R: La realidad es dramática. Es en esos países avanzados donde la infancia muchas veces está expuesta a toda clase de riesgos, de abusos, de atropellos... Solo hay que ver los casos de pedofilia que nos llegan a través de la prensa.
Y eso no ocurre tanto en las sociedades más pequeñas y más primitivas, sino en las más avanzadas. Y es así fundamentalmente porque la institución familiar experimenta una crisis muy profunda, casi sin excepciones, en el mundo más desarrollado.
P: ¿Cómo recuerda su infancia?
R: Tuve la inmensa suerte de tener una infancia muy feliz, un recuerdo que todavía hoy, a mis 78 años, permanece intacto en mi memoria. Fue realmente -dice- el paraíso de la infancia del que se habla tanto. Yo lo viví.
Vivíamos en una casa muy grande, mi familia era una especie de familia bíblica: los abuelos, los tíos, mi madre, mis primas,... Todos mis recuerdos de esa época son buenos.
Vivíamos una especie de gran irrealidad, muy protegidos por una familia muy unida que vivía con comodidad.
P: ¿Fue un lector precoz?
R: Tengo un recuerdo muy vivo de mis primeras lecturas, de esa maravillosa magia de descubrir, a través de las palabras, mundos riquísimos de aventuras, de destinos extraordinarios. Tuve una niñez muy protegida y muy feliz.
Nació entonces mi vocación. Siempre he dicho que la cosa más importante que me ha pasado en la vida fue aprender a leer. Mi vida se enriqueció gracias a la lectura.
P: En todos estos años ¿se ha avanzado en la defensa de los derechos de la infancia?
R: Indudablemente, especialmente a raíz de la Convención Mundial de los Derechos de los Niños, que en noviembre cumplirá un cuarto de siglo de vida. Aunque no tanto como deberíamos.
Hay una conciencia mucho mayor sobre la necesidad de proteger a la infancia, que es víctima inocente de múltiples abusos y atropellos. Hay que recordar que en la infancia se gesta en buena parte el resto de la vida humana. Es cuando se construye la personalidad, cuando se revelan las vocaciones. Una infancia desgraciada, con traumas, gesta el infortunio, la infelicidad, la frustración de muchísimas personas para el resto de la vida.
P: ¿Leyes y realidad caminan en paralelo?
R: Hay leyes, sí, que amparan a la infancia, pero una cosa es la ley y otra la realidad. En muchos casos, no se respetan. Y en el caso de la infancia todavía más.
Los niños, precisamente por su indefensión, son quizá el sector social que está más desprotegido, el que menos puede valerse y defenderse por sí mismo. Por lo tanto cualquier campaña de toma de conciencia del problema debe ser bienvenida.
P: ¿El desarrollo económico garantiza por si solo la protección de los niños?
R: Las condiciones de vida, las oportunidades que ofrece una sociedad, son fundamentales desde el punto de vista de la justicia, desde el punto de vista de la ética, pero no creo que haya que subordinar la protección de la infancia al desarrollo económico.
Eso sería desnaturalizar el problema y justificar en cierta forma el abandono, la falta de protección de que es víctima la infancia.
P: ¿Los derechos de la infancia deben ser prioritarios?
R: Creo que la infancia sí merece un tipo de atención especial, precisamente por la indefensión en que está un niño, su incapacidad para valerse por sí mismo, para defender por sí mismo unos derechos que ni siquiera sabe que existen.
En ello deben trabajar los gobiernos, pero no exclusivamente. Es mucho más importante que haya una toma de conciencia de toda la sociedad, a través de los medios de comunicación. Porque la responsabilidad no es solamente de los gobiernos, es de la sociedad en su conjunto.
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