martes, 17 de junio de 2014

Habermas, una de las voces más influyentes de la filosofía, cumple 85 años.

BERLIN.- El filósofo y sociólogo Jürgen Habermas llega mañana a los 85 años sin dejar de ser uno de los intelectuales más influyentes de Alemania, tras una larga carrera como académico y ensayista en la que ha contribuido a interpretar la actualidad política de su país y del mundo.

A Habermas, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, se le han atribuido las más diversas etiquetas. Para unos, fue la eminencia gris de la revuelta del 68 en Alemania; para otros, es el último representante de la llamada Escuela de Fráncfort y, para todos, una de los protagonistas de la vida intelectual alemana, más allá del ámbito universitario.

"Habermas no se ha limitado nunca al mundo de la universidad sino que ha asumido permanentemente el papel de polemista público y con ello ha influido en la historia de la mentalidad de este país", ha explicado Stefan Müller-Dohm, autor de una biografía del filósofo que ha aparecido puntualmente para su cumpleaños.

Habermas (Düsseldorf, 1929) tuvo la fortuna de no ser incorporado al ejército durante la II Guerra Mundial y después del conflicto bélico entró pronto a estudiar, pasando por diversas facultades y universidades hasta doctorarse en filosofía en Bonn en 1954, con un trabajo estrictamente académico sobre la teoría de las edades del mundo del idealista Friedrich Schelling.

En 1956, después de una breve etapa como periodista, Theodor W.Adorno, uno de los máximos corifeos de la Escuela de Fráncfort, le invitó a trabajar en el legendario Institut für Soziale Forschung (Instituto de Investigaciones Sociales).

Desde allí, Habermas empezó a elaborar una serie de planteamientos para explicar, y también para renovar, la entonces nueva democracia alemana.

En todas sus estaciones -varias veces Fráncfort, Marburgo y Heidelberg, entre otras- fue acuñando conceptos que se convirtieron rápidamente en moneda corriente en las discusiones de actualidad.

Así, por ejemplo, cuando Alemania, marcada por la tragedia del nazismo, no encontraba forma clara de definir una identidad nacional Habermas se inventó el concepto de "patriotismo constitucional".

Con él se definía el patriotismo alemán no como un apego al pasado, sino como adhesión al texto constitucional de 1949 que, por lo demás, recogía las aspiraciones de los movimientos liberales alemanes que habían sido derrotados repetidamente durante el siglo XIX y no habían logrado imponerse durante la República de Weimar.

Años más tarde, cuando en 1989 la movilización popular en la extinta República Democrática Alemana (RDA) derivó en la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania, Habermas calificó lo ocurrido en el país como éxito de la "revolución recuperadora".

El concepto apuntaba a la idea de que en Alemania históricamente las grandes transformaciones habían sido impuestas desde arriba y que no se había vivido nunca la experiencia de una revolución triunfante. Con el movimiento ciudadano de la RDA, por primera vez, los alemanes lograban tomar su destino en sus manos, al menos en un primer momento.

Casi veinte años después, llegó la crisis financiera internacional y Habermas repasó entonces la repercusiones negativas de las transformaciones que se vivieron en toda Europa Oriental en 1989, la defensa a ultranza del credo neoliberal y la necesidad de domesticar el capitalismo, asumiendo la imposibilidad de superarlo.

El pasado mes de febrero el filosofo echó un rapapolvo al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que le invitó a la convención en la que preparaba las elecciones europeas.

Europeísta convencido, Habermas advirtió a los líderes socialdemócratas de la insuficiencia de las iniciativas del Gobierno alemán para hacer frente a los mercados y criticó las políticas europeas que favorecen a los inversionistas en perjuicio de los salarios, las prestaciones y los servicios públicos.

Esas políticas y "el déficit de legitimidad" de los programas de rescate aprobados en la UE sin contar con los ciudadanos, en su opinión, no harán sino aumentar el riesgo de una vuelta a planteamientos nacionalistas y populistas.

Recientemente, se ha ocupado también de filosofía de la religión y ha hablado -acuñando así un nuevo concepto que ha sido recogido por muchos- de una época postsecular.

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