domingo, 23 de septiembre de 2012

Cantares de la pasión lícita


Escrito por: MARCIO VELOZ MAGGIOLO
La Casa de las Américas, de Cuba, y el  director de publicaciones de la misma, Roberto Zurbano, han venido a bautizar un hijo de la metáfora y el sueño como lo es  el texto de Chiqui Vicioso titulado Cantares de la Pasión Lícita.  Sé que con  espíritu de aventura recatada,  Chiqui ve esta presentación  como un jubileo y considera   que esta puesta en circulación  puede ser una  forma nueva de simbolizar un nacimiento. Esta vez la poesía atravesó los mares en busca de su puerto originario,  quizás el puerto de origen que una vez Bosch buscó para un personaje de uno de sus mejores cuentos.   Roberto Zurbano, -que trae y lleva libros alentadores por los puertos del Caribe,- nos hablará en algún momento de estas letras teñidas por los oleajes y el quehacer del viento sobre espumas que desde 1973  crecieron para hacerse poesía.
Me comprometo, pues, asistiendo y ayudando al bautizo de estos Cantares, pero lo hago a mi modo, porque tienen un pasado noble, que reunido en un tomo como  la  poesía de Chiqui , son también, homenaje a   la Salomé Ureña del amor neoclásico y  la Julia de Burgos del amor tormentoso.
Todo grande, bueno y razonable poeta es  aquel que encuentra justificación válida para, a fuerza de trabajo y pulimento, lo que puede ser la originalidad en su poesía.  Reto del poeta que el lector o el escuchante descifran. Para de la poesía  debe ser la riqueza de lo que sugiera. Me atrevo a decir que acontece en Chiqui Vicioso cuanto digo.
La poesía de Chiqui es la de una creadora para la que el mundo tiene “mensajería” y tiempo de entrega. En su sentido creativo, esta mujer llamada Sherezada, misteriosa, diría que frugal y admiradora de la justicia y del bien para los demás, ha inventado otra vida, otra historia, momentos en los que la visión del mundo tiene poco que ver con la otras congéneres de vuelo alto, nacionales y de otros lugares donde la unanimidad de los sueños se hace al través de la comprensión de la poesía como filosofía que, cargada de vivencias manejadas con maestría en tiempo de poeta, repercuten en los sentidos del lector. Poesía hecha para pensar.
Quiero decir que este libro está   dotado de energías profundas  y a veces esotéricas. Nada de salirse de los entornos y las creencias. Eclecticismo puro, sin embargo descubierto, donde la voz de una se parece más a la de sí misma que a la de otras poetisas de nivel dominicano y americano.  Los poemas de Chiqui pertenecen a la raridad, a la rareza, de quienes dan cuenta de  sus creaciones sabiendo que enriquecen nuestro entorno  tan histórico como espiritual.
La temática social, más que la erótica, y la de orden íntimo en ocasiones, se justifican desde los primeros poemas de esta selección.  Mi impresión es la de que venciendo la angustia del vivir cotidiano, Sherezada Vicioso descontruye sus soledades y las transforma en alergias, en lenguaje poco usual, decantado y culto, rompiendo muchas tímidas propuestas de la poesía y de los géneros en nuestra literatura. Como en Salomé Ureña, sobria mujer de versos que miran hacia el exterior de su mundo llevando sus intimidades en perspectiva,  o como Julia de Burgos, dotada de una intuición que hace de lo cotidiano y del sufrimiento  una forma de entendimiento, ella aspira siempre a una más analítica  conciencia del mundo, a cierta reforma ecléctica del alma, como algún personaje de la Yelidá de Hernández Franco, ella podría morir un día entre Jesucristo y Damballàh Wedó,  lo que se advierte a partir de su libro “El Extraño Ulular del Viento”. Nada de ocultos silencios ni de recuerdos marchitos, en su poesía la vida avanza a su lado, y ella a la vez, gemela de lo vivido camina en su  seguimiento continuo, compañera de sus propios sucesos, ambas en continúa asechanza, en desconfianza mutua que se  trasmuta en poesía diaria, y  desemboca en la angustia y la búsqueda perenne. Es  como si reencarnando en su propia poesía, en las repitencias del vivir, lo reencarnado alcanzara luego otra dimensión de los valores  humanos.
En un poema publicado en junio de 1973, de improviso la poesía se sirve de una crónica del diario en el que niños, casi niños, mueren en un asalto oscuro, tema del New York Times que lanza a la autora a la temática  diríase  que justiciera, cruda,  de muchas de sus creaciones. Lo político asume su rol. Desde allí se conforma  lo más telúrico de su poesía. ¿Son los recuerdos y experiencias que marcaron su biografía en viajes, entrevistas, tomas de conciencia, casi permanente camino hacia una postura en el Nueva York de su vida formativa?.
En 1978, cerca de Amílcar Cabral, ella es  la dueña de otras realidades, viajera en busca de mundos de justicia, hace campaña común con ideales que aun conserva.  Traía ya sus modelos de ver el mundo, estos continuaron mediante itinerarios transformados. Vino alguna vez en sus versos a mezclar el culto decir de los poetas tradicionales con el habla de campesinos y ancianas nacidas de la cotidianidad de la que he hablado al comienzo de este jubileo.  Después de “Un extraño ulular del viento”, libro que considero fundamental en su obra, vino “Whisky –Sour” el año de 1995, donde la autora revela sus poemas hasta aquel momento de mayor madurez, entre ellos está el que Casa de las Américas  escogió  para  titular el libro del jubileo de Sherezada.
“Whisky –Sour” es el arribo de Chiqui a los paisajes de su  vida íntima, a las sensaciones de un mundo tejido por el deseo.  En el 2007 “Eva-sion-es”,  son poemas  donde se coagulan  lo  que muchos llaman lo sagrado y lo que otros consideran profano. Es la época de ciertos momentos bíblicos que retornan haciéndose  nuevos a cada momento.  No se puede olvidar que en la rica poesía de Chiqui  el Caribe es  un aliento libertario.  Así va la poesía de Chiqui Vicioso. Yo, que creo que su madre, María Luisa, intelectual y cultora de una literatura que su hija recibiera en herencia de sueños, se va sintiendo orgullosa de la obra que Chiqui. Que mi amigo, el tío-abuelo, Felino, poeta casi desconocido, sonríe. Tony Vicioso la ve desde una cercana lejanía poblada de guitarras, lleva el sombrero de ala ancha de sus años ‘50, común a las notas de un bolero escrito en un  más allá cercano aun entre los trovadores que aman el recuerdo.

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