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(Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.
Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.
No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.
En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social"."
En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que aún vería más dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor.
Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos.
Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por él a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su legendario París.
El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España.
El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 precedido de una celebridad que le permitirá establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.
Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.
Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño: habría de pasarse buena parte de su vida perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación.
Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca... y es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza(1905), El canto errante (1907), El poema de otoño(1910), El oro de Mallorca (1913). Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena posición social", no obtuvo nunca más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.
Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declara ahora, él habría sido el autor o negro, en argot editorial de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologará enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de Rubén.
Y es que al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después que él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.
La obra de Rubén Darío
Su poesía, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas,Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.
Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.
Pero también América hispánica se está encerrando en un círculo tradicional, con lo norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a la agricultura de la Zona Tórrida por todas partes; y allá van sus Prosas profanas, con unas primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones tan singulares y brillantes como el Responso a Verlaine, Era un aire suave... y la Sonatina. Ha triunfado el modernismo: había que reaccionar contra la ampulosidad romántica y la estrechez realista; las inquietudes de Casal, de James Freyre, de Asunción Silva, de Martí, de Díaz Mirón, de Salvador Rueda, son recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido por el parnasianismo y el simbolismo franceses, echa las bases de la nueva escuela: el modernismo, punto de partida de toda la renovación lírica española e hispanoamericana.
Pero él rechaza las normas de la escuela y la mala costumbre de la imitación; dice que no hay escuelas, sino poetas, y aconseja que no se imite a nadie, ni a él mismo... Ritmo y plástica, música y fantasía son elementos esenciales de la nueva corriente, más superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando aún no se había asentado el fermento revolucionario del poeta. Pero pronto llega el asentamiento. El lírico "español de América y americano de España", que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos cerrados de la Madre Patria y de Hispanoamérica, miró a su alma y su obra, y encontró la falta de solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por cabeza, / español de conciencia, obra y deseo"; y en la poesía primitiva y en la poesía clásica española encontró la solera hispánica que necesitaba para escribir los versos de la más lograda y trascendente de sus obras: Cantos de vida y esperanza (1905), en la que corrige explícitamente la superficialidad anterior ("yo soy aquel que ayer no más decía..."), y en la que figuran composiciones como Lo fatal, La marcha triunfal,Salutación del optimista, A Roosevelt y Letanía de Nuestro Señor don Quijote.
El gran lírico nicaragüense abre las puertas literarias de España e Hispanoamérica hacia lo exterior, como lo harán en seguida, en plano más ideológico, los escritores españoles de la generación del 98. La Fayette había simbolizado la presencia de Francia en la lucha norteamericana por la independencia; las ideas de los enciclopedistas y de la Revolución francesa habían estado presentes en la gesta de la independencia hispanoamericana: ¿qué tiene de sorprendente que Rubén Darío buscara en Francia los elementos que necesitaba para su revolución? Quiso modernizar, renovar, flexibilizar la grandeza hispánica con el "esprit", con la gracia francesa, frente al sentido materialista y dominador del mundo anglosajón y, especialmente, norteamericano.
Otras composiciones trascendentes figuran en otros libros suyos: El canto errante (1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), en el que figuran Margarita, está linda la mar... y Los motivos del lobo, y el libro que contiene su composición más extensa, el Canto a la Argentina, que con otros poemas se publicó en 1914. La prosa suya, además de en Azul y en Los raros, podemos encontrarla en Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902) y Tierras solares (1904), entre otros trabajos de menor interés concernientes a viajes, impresiones políticas, autobiográficas, etc.
Rubén Darío es un genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, que maneja el idioma con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes, en un juego de ensayos métricos audaces y primorosos, y se atreve a realizar con él combinaciones fonéticas dignas de fray Luis de León, como aquella del verso: "bajo el ala aleve de un leve abanico"; pero la aliteración es sólo un aspecto parcial de la musicalidad del poeta, maestro moderno y universal del ritmo, la imagen y la armonía.
(Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.
Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.
No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.
En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social"."
En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que aún vería más dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor.
Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos.
Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por él a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su legendario París.
El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España.
El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 precedido de una celebridad que le permitirá establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.
Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.
Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño: habría de pasarse buena parte de su vida perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación.
Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca... y es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza(1905), El canto errante (1907), El poema de otoño(1910), El oro de Mallorca (1913). Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena posición social", no obtuvo nunca más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.
Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declara ahora, él habría sido el autor o negro, en argot editorial de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologará enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de Rubén.
Y es que al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después que él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.
La obra de Rubén Darío
Su poesía, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas,Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.
Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.
Pero también América hispánica se está encerrando en un círculo tradicional, con lo norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a la agricultura de la Zona Tórrida por todas partes; y allá van sus Prosas profanas, con unas primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones tan singulares y brillantes como el Responso a Verlaine, Era un aire suave... y la Sonatina. Ha triunfado el modernismo: había que reaccionar contra la ampulosidad romántica y la estrechez realista; las inquietudes de Casal, de James Freyre, de Asunción Silva, de Martí, de Díaz Mirón, de Salvador Rueda, son recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido por el parnasianismo y el simbolismo franceses, echa las bases de la nueva escuela: el modernismo, punto de partida de toda la renovación lírica española e hispanoamericana.
Pero él rechaza las normas de la escuela y la mala costumbre de la imitación; dice que no hay escuelas, sino poetas, y aconseja que no se imite a nadie, ni a él mismo... Ritmo y plástica, música y fantasía son elementos esenciales de la nueva corriente, más superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando aún no se había asentado el fermento revolucionario del poeta. Pero pronto llega el asentamiento. El lírico "español de América y americano de España", que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos cerrados de la Madre Patria y de Hispanoamérica, miró a su alma y su obra, y encontró la falta de solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por cabeza, / español de conciencia, obra y deseo"; y en la poesía primitiva y en la poesía clásica española encontró la solera hispánica que necesitaba para escribir los versos de la más lograda y trascendente de sus obras: Cantos de vida y esperanza (1905), en la que corrige explícitamente la superficialidad anterior ("yo soy aquel que ayer no más decía..."), y en la que figuran composiciones como Lo fatal, La marcha triunfal,Salutación del optimista, A Roosevelt y Letanía de Nuestro Señor don Quijote.
El gran lírico nicaragüense abre las puertas literarias de España e Hispanoamérica hacia lo exterior, como lo harán en seguida, en plano más ideológico, los escritores españoles de la generación del 98. La Fayette había simbolizado la presencia de Francia en la lucha norteamericana por la independencia; las ideas de los enciclopedistas y de la Revolución francesa habían estado presentes en la gesta de la independencia hispanoamericana: ¿qué tiene de sorprendente que Rubén Darío buscara en Francia los elementos que necesitaba para su revolución? Quiso modernizar, renovar, flexibilizar la grandeza hispánica con el "esprit", con la gracia francesa, frente al sentido materialista y dominador del mundo anglosajón y, especialmente, norteamericano.
Otras composiciones trascendentes figuran en otros libros suyos: El canto errante (1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), en el que figuran Margarita, está linda la mar... y Los motivos del lobo, y el libro que contiene su composición más extensa, el Canto a la Argentina, que con otros poemas se publicó en 1914. La prosa suya, además de en Azul y en Los raros, podemos encontrarla en Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902) y Tierras solares (1904), entre otros trabajos de menor interés concernientes a viajes, impresiones políticas, autobiográficas, etc.
Rubén Darío es un genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, que maneja el idioma con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes, en un juego de ensayos métricos audaces y primorosos, y se atreve a realizar con él combinaciones fonéticas dignas de fray Luis de León, como aquella del verso: "bajo el ala aleve de un leve abanico"; pero la aliteración es sólo un aspecto parcial de la musicalidad del poeta, maestro moderno y universal del ritmo, la imagen y la armonía.
Municipio de Moca, provincia Espaillat, República Dominicana. Lecturas y comentarios de textos literarios, de autores nacionales y extranjeros. Y Cultura General. Y Educación en Valores.
lunes, 14 de noviembre de 2011
domingo, 23 de octubre de 2011
domingo, 9 de octubre de 2011
lunes, 3 de octubre de 2011
miércoles, 31 de agosto de 2011
LA PERDIDA DE PRESTIGIO DE LA POESIA
LA PERDIDA DE PRESTIGIO DE LA POESÍA
Por Favio Luis Candelier
La poesía es uno de los géneros literarios más antiguos y en la antigüedad era una de las artes más populares que existían, uno de los escenarios donde el pueblo se reunía a compartir, a crear, un arte que completaba la vida.
El origen de la poesía
El concepto “poesía” surgió en la antigüedad. Filósofos como Platón la tomaron para referirse a literatura, la poesía abarcaba en general a todas las letras; sin embargo posteriormente dicho nombre quedó relegado a la lírica, ya que cada género tomó su nombre que lo caracterizaba. Los orígenes de la poesía la ubican no como un género para ser leído, sino representado, por eso la lírica se hallaba tan intrínseca en la vida de los pueblos. Era algo que se respiraba, todos aquellos que así lo desearan, tenían acceso a disfrutar de este arte.
Esas representaciones se realizaban con la finalidad de entender la vida social y política y servía para que todo el pueblo se sintiera parte de aquello. A través de la poesía se resolvían problemas filosóficos y se ponían en palabras aquellas cosas de las sociedades que no parecían poder decirse de otro modo.
Entender la poesía
Algunos escritores al referirse a la poesía hablan del arte puro, donde los sentimientos afloran sin estructuras y pueden representarse y saltarse todas las barreras que las sociedades imponen y condicionan la vida de las personas.
Lo es, es el arte más puro, sin hilos ni prejuicios que la afecten; sin embargo, con el transcurso de los siglos y por esa necesidad del ser humano de etiquetarlo todo, lentamente la poesía desapareció del saber popular para ubicarse en una región elitista, donde los que la leen, sólo escudriñan para encontrar estructuras y desnudar sus rimas y acentuaciones… y al día de hoy, pese a continuar siendo tan pura como en sus orígenes sólo unos pocos se acercan a ella y la disfrutan, los otros se escudan en -no tengo inteligencia para entender esto.
Pero ¿desde cuándo hace falta inteligencia para absorber poesía? En todo caso y sí, sensibilidad, capacidad de asombro, de entrega. Al igual que la música, la poesía entra por los ojos y por los oídos y se te mete adentro. Si la dejas ella es capaz de removerte y hacerte captar cosas que ni te imaginas, pero si te llenas de escrúpulos y barreras, no podrás apreciarla. Ella no tendrá libertad, entrará por tus ojos, irá a tu cerebro y no hará nada…porque no es para el cerebro para quien está escrita, sino para el alma.
Todo se desvirtúa en este mundo, y por eso artes como la filosofía, la política y la poesía no se las ve como tal cosa, sino como algo que está relacionado únicamente con el intelecto, y así quedan reservados sólo para el disfrute de unos pocos. Desde mi punto de vista, los males mayores del mundo son el producto de valorar en exceso la mente y dejar los sentimientos y la percepción del mundo a un costado.
¿Por qué poesía no?
Hoy en día el género narrativo por excelencia parece ser la novela, se atiborran las librerías de ellas: de ciencia ficción, románticas, épicas, fantásticas, realistas y una variedad incalculable de otros subgéneros. Sin embargo, encontrar libros de poesía es más difícil y para un poeta conseguir una editorial dispuesta a publicarlo se vuelve una ardua tarea, nadie parece interesado en jugarse por este género porque la gente ha perdido el interés. Pero ¿cuál es la verdadera razón de que la poesía haya decaído tanto?
Desde mi humilde punto de vista, la razón es que los seres humanos cada vez vamos más a lo superficial, nos emocionamos menos por las cosas que valen la pena y nos motivan las cosas complejas y que no exigen que nos involucremos de cuerpo y alma, sólo que nos hagan pensar. Por eso dentro del género novelesco, cobra tanta importancia la novela negra y de ciencia ficción, porque nos hacen pensar, imaginarnos qué podría pasar y demás, pero no nos hacen llorar, no nos obligan a arrancarnos el alma y dejarla sobre la mesa mientras nos internamos en la lectura.
La poesía no vende, es un género que parece arcaico, cuando en realidad está más vivo que nunca… ¿cuántas personas leen poemas? ¿Cuántos los escriben? Pocos, poquísimos y sin embargo, existen poetas, sólo que el negocio editorial no los hace participar también de el mercado, no les brindan la publicidad pertinente ni les dan el espacio que si tienen los escritores de narrativa.
¿Por qué no leer poesía? ¿Por qué no publicarla? ¿Por qué no recitarla en las calles? Escuchando poesía Cometeré un error. Se supone que los que redactamos artículos cuasi-periodísticos (el mío lejos está de serlo), no debemos contar cosas de nuestra vida privada, sin embargo, esta nota me mueve a hacerlo, y, aunque no suelo hacerlo, en esta ocasión romperé con la estructura y les contaré algo. Cuando tenía 15 años, escribía poesía desde bastante antes, fui con un poema que me había parecido muy bueno, para mostrárselo a mi padre, a quien siempre le ha gustado la lírica y de quien posiblemente pude sacar ciertos genes literarios. Iba muy ilusionada creyendo que me diría que le gustaba mucho, sin embargo su respuesta fue seca y me partió el alma. -Como muestra de sentimientos está muy bien, pero deberías trabajar mucho la métrica y ciertas rimas que no quedan bien.
Entonces comprendí que la noción que él tenía de lo que era una poesía era muy diferente a la mía, posteriormente, conocí gente, incluso poetas, amantes de la lírica, cuyo modo de pensar se parecía a la de mi padre, eso es lo que me mueve a escribir esto. ¡Cansada de que se quiera medir la poesía!
Con todo esto no quiero decir que al leer poesía uno debe dejar al margen sus ideas o poner la mente en blanco, sino poner todas sus capacidades a disposición de esa lectura, de esa obra que se acerca a nosotros. La poesía no debería estar ligada a estructuras y términos académicos, ha sido escrita para disfrutar de ella, no para entenderla, sino para dejar que ella nos haga entender.
(MIEMBRO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
Por Favio Luis Candelier
La poesía es uno de los géneros literarios más antiguos y en la antigüedad era una de las artes más populares que existían, uno de los escenarios donde el pueblo se reunía a compartir, a crear, un arte que completaba la vida.
El origen de la poesía
El concepto “poesía” surgió en la antigüedad. Filósofos como Platón la tomaron para referirse a literatura, la poesía abarcaba en general a todas las letras; sin embargo posteriormente dicho nombre quedó relegado a la lírica, ya que cada género tomó su nombre que lo caracterizaba. Los orígenes de la poesía la ubican no como un género para ser leído, sino representado, por eso la lírica se hallaba tan intrínseca en la vida de los pueblos. Era algo que se respiraba, todos aquellos que así lo desearan, tenían acceso a disfrutar de este arte.
Esas representaciones se realizaban con la finalidad de entender la vida social y política y servía para que todo el pueblo se sintiera parte de aquello. A través de la poesía se resolvían problemas filosóficos y se ponían en palabras aquellas cosas de las sociedades que no parecían poder decirse de otro modo.
Entender la poesía
Algunos escritores al referirse a la poesía hablan del arte puro, donde los sentimientos afloran sin estructuras y pueden representarse y saltarse todas las barreras que las sociedades imponen y condicionan la vida de las personas.
Lo es, es el arte más puro, sin hilos ni prejuicios que la afecten; sin embargo, con el transcurso de los siglos y por esa necesidad del ser humano de etiquetarlo todo, lentamente la poesía desapareció del saber popular para ubicarse en una región elitista, donde los que la leen, sólo escudriñan para encontrar estructuras y desnudar sus rimas y acentuaciones… y al día de hoy, pese a continuar siendo tan pura como en sus orígenes sólo unos pocos se acercan a ella y la disfrutan, los otros se escudan en -no tengo inteligencia para entender esto.
Pero ¿desde cuándo hace falta inteligencia para absorber poesía? En todo caso y sí, sensibilidad, capacidad de asombro, de entrega. Al igual que la música, la poesía entra por los ojos y por los oídos y se te mete adentro. Si la dejas ella es capaz de removerte y hacerte captar cosas que ni te imaginas, pero si te llenas de escrúpulos y barreras, no podrás apreciarla. Ella no tendrá libertad, entrará por tus ojos, irá a tu cerebro y no hará nada…porque no es para el cerebro para quien está escrita, sino para el alma.
Todo se desvirtúa en este mundo, y por eso artes como la filosofía, la política y la poesía no se las ve como tal cosa, sino como algo que está relacionado únicamente con el intelecto, y así quedan reservados sólo para el disfrute de unos pocos. Desde mi punto de vista, los males mayores del mundo son el producto de valorar en exceso la mente y dejar los sentimientos y la percepción del mundo a un costado.
¿Por qué poesía no?
Hoy en día el género narrativo por excelencia parece ser la novela, se atiborran las librerías de ellas: de ciencia ficción, románticas, épicas, fantásticas, realistas y una variedad incalculable de otros subgéneros. Sin embargo, encontrar libros de poesía es más difícil y para un poeta conseguir una editorial dispuesta a publicarlo se vuelve una ardua tarea, nadie parece interesado en jugarse por este género porque la gente ha perdido el interés. Pero ¿cuál es la verdadera razón de que la poesía haya decaído tanto?
Desde mi humilde punto de vista, la razón es que los seres humanos cada vez vamos más a lo superficial, nos emocionamos menos por las cosas que valen la pena y nos motivan las cosas complejas y que no exigen que nos involucremos de cuerpo y alma, sólo que nos hagan pensar. Por eso dentro del género novelesco, cobra tanta importancia la novela negra y de ciencia ficción, porque nos hacen pensar, imaginarnos qué podría pasar y demás, pero no nos hacen llorar, no nos obligan a arrancarnos el alma y dejarla sobre la mesa mientras nos internamos en la lectura.
La poesía no vende, es un género que parece arcaico, cuando en realidad está más vivo que nunca… ¿cuántas personas leen poemas? ¿Cuántos los escriben? Pocos, poquísimos y sin embargo, existen poetas, sólo que el negocio editorial no los hace participar también de el mercado, no les brindan la publicidad pertinente ni les dan el espacio que si tienen los escritores de narrativa.
¿Por qué no leer poesía? ¿Por qué no publicarla? ¿Por qué no recitarla en las calles? Escuchando poesía Cometeré un error. Se supone que los que redactamos artículos cuasi-periodísticos (el mío lejos está de serlo), no debemos contar cosas de nuestra vida privada, sin embargo, esta nota me mueve a hacerlo, y, aunque no suelo hacerlo, en esta ocasión romperé con la estructura y les contaré algo. Cuando tenía 15 años, escribía poesía desde bastante antes, fui con un poema que me había parecido muy bueno, para mostrárselo a mi padre, a quien siempre le ha gustado la lírica y de quien posiblemente pude sacar ciertos genes literarios. Iba muy ilusionada creyendo que me diría que le gustaba mucho, sin embargo su respuesta fue seca y me partió el alma. -Como muestra de sentimientos está muy bien, pero deberías trabajar mucho la métrica y ciertas rimas que no quedan bien.
Entonces comprendí que la noción que él tenía de lo que era una poesía era muy diferente a la mía, posteriormente, conocí gente, incluso poetas, amantes de la lírica, cuyo modo de pensar se parecía a la de mi padre, eso es lo que me mueve a escribir esto. ¡Cansada de que se quiera medir la poesía!
Con todo esto no quiero decir que al leer poesía uno debe dejar al margen sus ideas o poner la mente en blanco, sino poner todas sus capacidades a disposición de esa lectura, de esa obra que se acerca a nosotros. La poesía no debería estar ligada a estructuras y términos académicos, ha sido escrita para disfrutar de ella, no para entenderla, sino para dejar que ella nos haga entender.
(MIEMBRO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
domingo, 21 de agosto de 2011
POEMAS DE CHANNY ROSARIO
AÚN TE SUEÑO
Por Channy Rosario
Hoy he podido mirarte desde la lejanía de aquellos árboles que en tu ausencia no hacen más que llover en aquel monte oscuro y sólido que conforman mis manos, mi pecho, mi aire y tu sonido. El sonido de aquel viejo video donde nos besamos, nos miramos, perdiendo la noción del tiempo en tan sólo un soplo de viento. Pero aún sigo dormida. Te miro mientras duermo en la enorme oscuridad de mis suspiros, cargando a cuestas este enorme castigo de tenerte sin verte, mi vida. Tu amargura es tan inmensa que envenena mis sentidos y como imán me atrae a las celdas de tus delirios sin motivo, dejándome morir en el día más claro bajo los rayos de ese sol ardiente, como tus manos, egoístas como tu boca, pero mío, tan mío como un escalofrío en una noche de puros desafíos.
PECADO DE AMOR
Por Channy Rosario
Imagino tu boca en el mar de mis paraísos, volando en el cielo como ave sin fulgor, ahogando mis susurros en un eclipse de mar, oh gritando mi alma. Es imposible, no puede pasar. Dos amores mezclados, diluyéndose como sal en agua, como pasión con dolor, dolor tierno y amorgo, ay nos atrapa en una noche de ilusión. Sujetándonos fuerte al cielo, a las nubes para no rodar entre los árboles y caer en la cruda realidad de amarnos pecando aun sin pecar.
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(Nueva integrante del TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA de Moca). Edad: 20 años. Residente en el municipio de Moca. Estudiante de Bioanálisis de la UASD, Santiago. Tel. 829-303-6176
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Por Channy Rosario
Hoy he podido mirarte desde la lejanía de aquellos árboles que en tu ausencia no hacen más que llover en aquel monte oscuro y sólido que conforman mis manos, mi pecho, mi aire y tu sonido. El sonido de aquel viejo video donde nos besamos, nos miramos, perdiendo la noción del tiempo en tan sólo un soplo de viento. Pero aún sigo dormida. Te miro mientras duermo en la enorme oscuridad de mis suspiros, cargando a cuestas este enorme castigo de tenerte sin verte, mi vida. Tu amargura es tan inmensa que envenena mis sentidos y como imán me atrae a las celdas de tus delirios sin motivo, dejándome morir en el día más claro bajo los rayos de ese sol ardiente, como tus manos, egoístas como tu boca, pero mío, tan mío como un escalofrío en una noche de puros desafíos.
PECADO DE AMOR
Por Channy Rosario
Imagino tu boca en el mar de mis paraísos, volando en el cielo como ave sin fulgor, ahogando mis susurros en un eclipse de mar, oh gritando mi alma. Es imposible, no puede pasar. Dos amores mezclados, diluyéndose como sal en agua, como pasión con dolor, dolor tierno y amorgo, ay nos atrapa en una noche de ilusión. Sujetándonos fuerte al cielo, a las nubes para no rodar entre los árboles y caer en la cruda realidad de amarnos pecando aun sin pecar.
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(Nueva integrante del TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA de Moca). Edad: 20 años. Residente en el municipio de Moca. Estudiante de Bioanálisis de la UASD, Santiago. Tel. 829-303-6176
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UN NUEVO POEMA DE LUIS ALFREDO JIMENEZ
NIÑA DE LAS FLORES
Por Luis Alfredo Jiménez
!Ay! Hija de la luna, niña de las flores; ¡si esas flores fueran mías! como las recojo con los ojos una vez y otra. Tienes en tus cabellos, ligados con el sol, un carnaval, nubes de agua y de oro. Entre tantos bosques, y tú abandonadas, capullo de lazos rojos, de pétalos enamorados; esto no puede ser sino belleza esencial; quiero morir de y por ti, en una edad lujosa, tuya. ! Princesita! , oh dulce astro prohibido a mi alma; cuánto me gustaría callar, pero estoy demasiado donde estoy contigo. Más mundos hacen falta: eso quiere mi espíritu único. No podría yo morir de eso; si se acaba la eternidad, que a veces miro en el cielo, no podría yo morir de eso porque bajar a la vida, encontrar a la vida, y volverla a encontrar como a mí sin ella, es estar ya muerto, totalmente muerto. Y nunca de este invierno asesino estará mi vida exenta, aunque te la dé todos los días, oh niña de las flores.
Por Luis Alfredo Jiménez
!Ay! Hija de la luna, niña de las flores; ¡si esas flores fueran mías! como las recojo con los ojos una vez y otra. Tienes en tus cabellos, ligados con el sol, un carnaval, nubes de agua y de oro. Entre tantos bosques, y tú abandonadas, capullo de lazos rojos, de pétalos enamorados; esto no puede ser sino belleza esencial; quiero morir de y por ti, en una edad lujosa, tuya. ! Princesita! , oh dulce astro prohibido a mi alma; cuánto me gustaría callar, pero estoy demasiado donde estoy contigo. Más mundos hacen falta: eso quiere mi espíritu único. No podría yo morir de eso; si se acaba la eternidad, que a veces miro en el cielo, no podría yo morir de eso porque bajar a la vida, encontrar a la vida, y volverla a encontrar como a mí sin ella, es estar ya muerto, totalmente muerto. Y nunca de este invierno asesino estará mi vida exenta, aunque te la dé todos los días, oh niña de las flores.
domingo, 14 de agosto de 2011
BIOGRAFIA DE RUBEN DARIO
(Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.
Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.
No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.
En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social"."
En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que aún vería más dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor.
Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos.
Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por él a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su legendario París.
El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España.
El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 precedido de una celebridad que le permitirá establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.
Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.
Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño: habría de pasarse buena parte de su vida perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación.
Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca... y es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza(1905), El canto errante (1907), El poema de otoño(1910), El oro de Mallorca (1913). Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena posición social", no obtuvo nunca más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.
Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declara ahora, él habría sido el autor o negro, en argot editorial de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologará enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de Rubén.
Y es que al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después que él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.
La obra de Rubén Darío
Su poesía, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas,Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.
Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.
Pero también América hispánica se está encerrando en un círculo tradicional, con lo norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a la agricultura de la Zona Tórrida por todas partes; y allá van sus Prosas profanas, con unas primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones tan singulares y brillantes como el Responso a Verlaine, Era un aire suave... y la Sonatina. Ha triunfado el modernismo: había que reaccionar contra la ampulosidad romántica y la estrechez realista; las inquietudes de Casal, de James Freyre, de Asunción Silva, de Martí, de Díaz Mirón, de Salvador Rueda, son recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido por el parnasianismo y el simbolismo franceses, echa las bases de la nueva escuela: el modernismo, punto de partida de toda la renovación lírica española e hispanoamericana.
Pero él rechaza las normas de la escuela y la mala costumbre de la imitación; dice que no hay escuelas, sino poetas, y aconseja que no se imite a nadie, ni a él mismo... Ritmo y plástica, música y fantasía son elementos esenciales de la nueva corriente, más superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando aún no se había asentado el fermento revolucionario del poeta. Pero pronto llega el asentamiento. El lírico "español de América y americano de España", que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos cerrados de la Madre Patria y de Hispanoamérica, miró a su alma y su obra, y encontró la falta de solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por cabeza, / español de conciencia, obra y deseo"; y en la poesía primitiva y en la poesía clásica española encontró la solera hispánica que necesitaba para escribir los versos de la más lograda y trascendente de sus obras: Cantos de vida y esperanza (1905), en la que corrige explícitamente la superficialidad anterior ("yo soy aquel que ayer no más decía..."), y en la que figuran composiciones como Lo fatal, La marcha triunfal,Salutación del optimista, A Roosevelt y Letanía de Nuestro Señor don Quijote.
El gran lírico nicaragüense abre las puertas literarias de España e Hispanoamérica hacia lo exterior, como lo harán en seguida, en plano más ideológico, los escritores españoles de la generación del 98. La Fayette había simbolizado la presencia de Francia en la lucha norteamericana por la independencia; las ideas de los enciclopedistas y de la Revolución francesa habían estado presentes en la gesta de la independencia hispanoamericana: ¿qué tiene de sorprendente que Rubén Darío buscara en Francia los elementos que necesitaba para su revolución? Quiso modernizar, renovar, flexibilizar la grandeza hispánica con el "esprit", con la gracia francesa, frente al sentido materialista y dominador del mundo anglosajón y, especialmente, norteamericano.
Otras composiciones trascendentes figuran en otros libros suyos: El canto errante (1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), en el que figuran Margarita, está linda la mar... y Los motivos del lobo, y el libro que contiene su composición más extensa, el Canto a la Argentina, que con otros poemas se publicó en 1914. La prosa suya, además de en Azul y en Los raros, podemos encontrarla en Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902) y Tierras solares (1904), entre otros trabajos de menor interés concernientes a viajes, impresiones políticas, autobiográficas, etc.
Rubén Darío es un genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, que maneja el idioma con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes, en un juego de ensayos métricos audaces y primorosos, y se atreve a realizar con él combinaciones fonéticas dignas de fray Luis de León, como aquella del verso: "bajo el ala aleve de un leve abanico"; pero la aliteración es sólo un aspecto parcial de la musicalidad del poeta, maestro moderno y universal del ritmo, la imagen y la armonía.
(Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.
Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.
No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.
En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social"."
En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que aún vería más dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor.
Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos.
Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por él a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su legendario París.
El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España.
El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 precedido de una celebridad que le permitirá establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.
Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.
Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño: habría de pasarse buena parte de su vida perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación.
Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca... y es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza(1905), El canto errante (1907), El poema de otoño(1910), El oro de Mallorca (1913). Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena posición social", no obtuvo nunca más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.
Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declara ahora, él habría sido el autor o negro, en argot editorial de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologará enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de Rubén.
Y es que al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después que él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.
La obra de Rubén Darío
Su poesía, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas,Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.
Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.
Pero también América hispánica se está encerrando en un círculo tradicional, con lo norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a la agricultura de la Zona Tórrida por todas partes; y allá van sus Prosas profanas, con unas primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones tan singulares y brillantes como el Responso a Verlaine, Era un aire suave... y la Sonatina. Ha triunfado el modernismo: había que reaccionar contra la ampulosidad romántica y la estrechez realista; las inquietudes de Casal, de James Freyre, de Asunción Silva, de Martí, de Díaz Mirón, de Salvador Rueda, son recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido por el parnasianismo y el simbolismo franceses, echa las bases de la nueva escuela: el modernismo, punto de partida de toda la renovación lírica española e hispanoamericana.
Pero él rechaza las normas de la escuela y la mala costumbre de la imitación; dice que no hay escuelas, sino poetas, y aconseja que no se imite a nadie, ni a él mismo... Ritmo y plástica, música y fantasía son elementos esenciales de la nueva corriente, más superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando aún no se había asentado el fermento revolucionario del poeta. Pero pronto llega el asentamiento. El lírico "español de América y americano de España", que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos cerrados de la Madre Patria y de Hispanoamérica, miró a su alma y su obra, y encontró la falta de solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por cabeza, / español de conciencia, obra y deseo"; y en la poesía primitiva y en la poesía clásica española encontró la solera hispánica que necesitaba para escribir los versos de la más lograda y trascendente de sus obras: Cantos de vida y esperanza (1905), en la que corrige explícitamente la superficialidad anterior ("yo soy aquel que ayer no más decía..."), y en la que figuran composiciones como Lo fatal, La marcha triunfal,Salutación del optimista, A Roosevelt y Letanía de Nuestro Señor don Quijote.
El gran lírico nicaragüense abre las puertas literarias de España e Hispanoamérica hacia lo exterior, como lo harán en seguida, en plano más ideológico, los escritores españoles de la generación del 98. La Fayette había simbolizado la presencia de Francia en la lucha norteamericana por la independencia; las ideas de los enciclopedistas y de la Revolución francesa habían estado presentes en la gesta de la independencia hispanoamericana: ¿qué tiene de sorprendente que Rubén Darío buscara en Francia los elementos que necesitaba para su revolución? Quiso modernizar, renovar, flexibilizar la grandeza hispánica con el "esprit", con la gracia francesa, frente al sentido materialista y dominador del mundo anglosajón y, especialmente, norteamericano.
Otras composiciones trascendentes figuran en otros libros suyos: El canto errante (1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), en el que figuran Margarita, está linda la mar... y Los motivos del lobo, y el libro que contiene su composición más extensa, el Canto a la Argentina, que con otros poemas se publicó en 1914. La prosa suya, además de en Azul y en Los raros, podemos encontrarla en Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902) y Tierras solares (1904), entre otros trabajos de menor interés concernientes a viajes, impresiones políticas, autobiográficas, etc.
Rubén Darío es un genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, que maneja el idioma con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes, en un juego de ensayos métricos audaces y primorosos, y se atreve a realizar con él combinaciones fonéticas dignas de fray Luis de León, como aquella del verso: "bajo el ala aleve de un leve abanico"; pero la aliteración es sólo un aspecto parcial de la musicalidad del poeta, maestro moderno y universal del ritmo, la imagen y la armonía.
martes, 9 de agosto de 2011
NUEVO POEMA DE PABLO RAMOS BENCOSME
MI CARCOMIDO ENTIERRO
Por Pablo Ramos Bencosme
Mi carcomido entierro
Oculto en el caluroso verano,
Silente, vacío e inexplorable,
Porque subyace mi esqueleto en ti.
La sangre que un día transcurrió en mi interior
No ha vuelto correr,
Debe de estar en agonía,
Debe de estar en recíproco sentimiento junto a mí,
O sangre maldita y preciosa,
Vengaré tu huida
Así como huyeron todos mis recuerdos.
Oh! envidiable carne, deshonesta y funesta
Repudio tu olor y aun
No entiendo por qué demonio añoro belleza,
Belleza que un día me hizo admirar la vida,
Una vida en decadencia,
Una vida sin sentido,
De incalculables temores
Esa vida que admiré,
Que mi alma daba todo por no ser ella.
Mi carcomido entierro
Gracias por ser tú y a la vez ser yo
En todo momento,
Gracias aunque no de todo cierto
Por estar en mí, aunque sé que preferirías
Estar huyendo.
Tú, corazón podrido y maloliente
No pienses que me he olvidado
De las noches que me llamaste,
De las vergüenzas que me diste
Y sin saberlo tú, lo feliz que me hacías.
Gracias, tú mi carcomido entierro
Por dejar correr mis penas
Y besarme en mi silencio.
(Miembro del Taller Literario Triple Llama de Moca)
Por Pablo Ramos Bencosme
Mi carcomido entierro
Oculto en el caluroso verano,
Silente, vacío e inexplorable,
Porque subyace mi esqueleto en ti.
La sangre que un día transcurrió en mi interior
No ha vuelto correr,
Debe de estar en agonía,
Debe de estar en recíproco sentimiento junto a mí,
O sangre maldita y preciosa,
Vengaré tu huida
Así como huyeron todos mis recuerdos.
Oh! envidiable carne, deshonesta y funesta
Repudio tu olor y aun
No entiendo por qué demonio añoro belleza,
Belleza que un día me hizo admirar la vida,
Una vida en decadencia,
Una vida sin sentido,
De incalculables temores
Esa vida que admiré,
Que mi alma daba todo por no ser ella.
Mi carcomido entierro
Gracias por ser tú y a la vez ser yo
En todo momento,
Gracias aunque no de todo cierto
Por estar en mí, aunque sé que preferirías
Estar huyendo.
Tú, corazón podrido y maloliente
No pienses que me he olvidado
De las noches que me llamaste,
De las vergüenzas que me diste
Y sin saberlo tú, lo feliz que me hacías.
Gracias, tú mi carcomido entierro
Por dejar correr mis penas
Y besarme en mi silencio.
(Miembro del Taller Literario Triple Llama de Moca)
domingo, 7 de agosto de 2011
EL LOCO
Por Luis Alfredo Jiménez
Voy a hablarte de un modo más triste, más noble, como un ebrio, siéntate; puede ser sin fin la noche. ¿Oyes esos pájaros? Están fuera de toda razón; cada uno ha conocido el amor tan sensiblemente que han quedado sin juicio, ya no vuelan: flotan como santos, como ya no los hay. Exactamente lo que tú ves fuera de tu juicio es música; estás en el fondo del mundo, quizás sea tu fondo, aunque puede que sea mi mundo, puede que sea yo el que haya perdido el juicio, y me esté hablando a mí mismo frente a un espejo: recordando lo fatal que es estar sensato; ¡la vida sería demasiado inmensa para yo estar sin sueños! Y estoy bien maduro para mi locura; estuviera condenado al infierno de no ser por ella, de no haberme puesto dentro de sus prudencias: a construir nuevas almas, nuevas muertes; yo sería algo demasiado humano, y menos sincero; sería un santo.
(06-08-11)
Por Luis Alfredo Jiménez
Voy a hablarte de un modo más triste, más noble, como un ebrio, siéntate; puede ser sin fin la noche. ¿Oyes esos pájaros? Están fuera de toda razón; cada uno ha conocido el amor tan sensiblemente que han quedado sin juicio, ya no vuelan: flotan como santos, como ya no los hay. Exactamente lo que tú ves fuera de tu juicio es música; estás en el fondo del mundo, quizás sea tu fondo, aunque puede que sea mi mundo, puede que sea yo el que haya perdido el juicio, y me esté hablando a mí mismo frente a un espejo: recordando lo fatal que es estar sensato; ¡la vida sería demasiado inmensa para yo estar sin sueños! Y estoy bien maduro para mi locura; estuviera condenado al infierno de no ser por ella, de no haberme puesto dentro de sus prudencias: a construir nuevas almas, nuevas muertes; yo sería algo demasiado humano, y menos sincero; sería un santo.
(06-08-11)
viernes, 5 de agosto de 2011
DOS NUEVOS POEMAS DE LUIS ALFREDO JIMENEZ
NACER
Por Luis Alfredo Jiménez
Esas uñas hincan por la parte que quiere vivir. Todas las cavernas de ese mundo se abren en pequeñas sombras. La vida entra en piezas separadas en las cenizas, se hunde en el ocaso como las neblinas en los campos anchos, más cerca cada vez; casi pueden rasgar el umbral de la existencia.
TE DESPRECIO
Por Luis Alfredo Jiménez
Pues porque me voy, “te desprecio”, ¡no tengo ninguna razón! Así como tampoco país como yo deseo, por eso me voy, pues hasta ahora me di cuenta de que esto no es sino un mundo que no es mundo: es inmundo. Me voy de la misma forma que tú risa griega. “Te desprecio”, porque es culpa mía lo que haces conmigo alejada de mí. Bajo los primeros trajes del sol, así como su luz amuebla las calles con millones de brillantes colores de luces calientes, así también mi demencia en millones de modos se mantiene brillante bajo tu sombra viva. Mis ojos frenados en los muelles verdes del atardecer parecen agujas en los cascos de las montañas, enterrados en los pequeños bosques que los abrazan sin fin; el gran abismo azul se pega con el lustre de la luna y con ellos crean la noche. “Te desprecio”, pero sólo porque me voy.
(Viernes, 05 de agosto de 2011)
Por Luis Alfredo Jiménez
Esas uñas hincan por la parte que quiere vivir. Todas las cavernas de ese mundo se abren en pequeñas sombras. La vida entra en piezas separadas en las cenizas, se hunde en el ocaso como las neblinas en los campos anchos, más cerca cada vez; casi pueden rasgar el umbral de la existencia.
TE DESPRECIO
Por Luis Alfredo Jiménez
Pues porque me voy, “te desprecio”, ¡no tengo ninguna razón! Así como tampoco país como yo deseo, por eso me voy, pues hasta ahora me di cuenta de que esto no es sino un mundo que no es mundo: es inmundo. Me voy de la misma forma que tú risa griega. “Te desprecio”, porque es culpa mía lo que haces conmigo alejada de mí. Bajo los primeros trajes del sol, así como su luz amuebla las calles con millones de brillantes colores de luces calientes, así también mi demencia en millones de modos se mantiene brillante bajo tu sombra viva. Mis ojos frenados en los muelles verdes del atardecer parecen agujas en los cascos de las montañas, enterrados en los pequeños bosques que los abrazan sin fin; el gran abismo azul se pega con el lustre de la luna y con ellos crean la noche. “Te desprecio”, pero sólo porque me voy.
(Viernes, 05 de agosto de 2011)
martes, 2 de agosto de 2011
POEMA DE LUIS ALFREDO JIMENEZ
EXILIO DE UN ÁNGEL
Por Luis Alfredo Jiménez
Un metro sobre el cielo: el ángel, se encontró con un azul más blanco; miró las ninfas nadar sobre las olas de un sol arco iris, plata; cien años más limpio que el éter, cien años más joven que el tiempo. Voló hacia la luz alcohólica del agua, pisando despacio sobre sus blandas orillas. ¡Sueña con la noche tendido en la niebla encendida! Se le mareó el alma con toda esa pureza. Se le abrió una brecha infinita muy lejos dentro de él. Salieron brisas de sus ojos y candentes alas nacieron en su espalda. Su piel es el vicio de los santos, el credo incoloro del infierno. Nació del oro de la gloria, se alimentó del bálsamo de las llamas eternas. Desnudo fue expulsado al abismo, montado en una estrella fugaz, y sueña otra vez con la noche tendido en la niebla encendida a un metro debajo del cielo: ¡fue exiliado el ángel!
(02-08-11)
Por Luis Alfredo Jiménez
Un metro sobre el cielo: el ángel, se encontró con un azul más blanco; miró las ninfas nadar sobre las olas de un sol arco iris, plata; cien años más limpio que el éter, cien años más joven que el tiempo. Voló hacia la luz alcohólica del agua, pisando despacio sobre sus blandas orillas. ¡Sueña con la noche tendido en la niebla encendida! Se le mareó el alma con toda esa pureza. Se le abrió una brecha infinita muy lejos dentro de él. Salieron brisas de sus ojos y candentes alas nacieron en su espalda. Su piel es el vicio de los santos, el credo incoloro del infierno. Nació del oro de la gloria, se alimentó del bálsamo de las llamas eternas. Desnudo fue expulsado al abismo, montado en una estrella fugaz, y sueña otra vez con la noche tendido en la niebla encendida a un metro debajo del cielo: ¡fue exiliado el ángel!
(02-08-11)
sábado, 30 de julio de 2011
NUEVO POEMA DE LUIS ALFREDO JIMENEZ
SUICIDA
Por Luis Alfredo Jiménez
Se hace largo el suicidio. Aún estoy mirando con mis primeros ojos la luz del día, los fuegos malditos del sol. Quisiera seguir bebiendo de este veneno hasta que mi espíritu pierda el sentido y deje de buscar la vida. Pero que me conozcan las sombras, que me den albergue en algún rincón del abismo, que me purifiquen para siempre. El cielo está lleno de claridades imposibles, frías: se brindan en gotas de lluvia. Choca el mundo contra el mundo, religión contra religión, hombres contra hombres, dios contra dios, yo contra mí mismo. El crimen siempre será el amor: tener el mismo color de sangre en todos los cuerpos y en todos los corazones; el crimen es mío, y de todo el suicidio. No tengo por donde devolverme. ¿Se devolverá el tiempo?
(SÁBADO, 30 DE AGOSTO DE 2011)
Por Luis Alfredo Jiménez
Se hace largo el suicidio. Aún estoy mirando con mis primeros ojos la luz del día, los fuegos malditos del sol. Quisiera seguir bebiendo de este veneno hasta que mi espíritu pierda el sentido y deje de buscar la vida. Pero que me conozcan las sombras, que me den albergue en algún rincón del abismo, que me purifiquen para siempre. El cielo está lleno de claridades imposibles, frías: se brindan en gotas de lluvia. Choca el mundo contra el mundo, religión contra religión, hombres contra hombres, dios contra dios, yo contra mí mismo. El crimen siempre será el amor: tener el mismo color de sangre en todos los cuerpos y en todos los corazones; el crimen es mío, y de todo el suicidio. No tengo por donde devolverme. ¿Se devolverá el tiempo?
(SÁBADO, 30 DE AGOSTO DE 2011)
viernes, 29 de julio de 2011
OTRO NUEVO POEMA DE LUIS ALFREDO JIMENEZ
A MI PADRE
Por Luis Alfredo Jiménez
1
¡Qué estúpido esto! ¿Cómo creerlo? ¿Querías tú un hijo pobre, mudo, ciego, o muerto? Sebes, a veces le cuento mi decepción al espejo, pero encuentro su fondo siempre desocupado, no hay nadie; estoy en su alma, tristemente en su alma, dentro de las cosas de mis ojos, ya en olvido, ya huérfano.
11
Yo escribo mientras me fugo de mi vida, por ningún camino, pues no quiero llegar a ninguna parte. Repito las casas, los cristos y las personas: nadie me enseñó a dejarlos. No esperes, es decir: este día es como pintura que decora una cueva oscura.
111
He lanzado mi corazón al viento; allí donde no hay formas lo he dejado, ya no existe, tampoco su llaga. Me encerraron en un dibujo, entre túneles inmóviles de vida, entre los pelos de una llama; exactamente como un ser humano soy, tan hondo, tan mar, tan cielo, tan infierno, tan todo y tan nada.
IV
Cuántas veces se ha explotado mi nombre en tu mente como una visión que ennegrece los colores de tus ojos haciéndolos subir por dentro hasta tus lágrimas, en un nuevo cuerpo hecho sólo de alma. Voy a fingir: ¡Feliz día del padre! Fingir por los niños, fingir que somos felices. Por eso, padre, yo escribo mientras me fugo de mi vida, por ningún camino, pues no quiero llegar a ninguna parte.
Por Luis Alfredo Jiménez
1
¡Qué estúpido esto! ¿Cómo creerlo? ¿Querías tú un hijo pobre, mudo, ciego, o muerto? Sebes, a veces le cuento mi decepción al espejo, pero encuentro su fondo siempre desocupado, no hay nadie; estoy en su alma, tristemente en su alma, dentro de las cosas de mis ojos, ya en olvido, ya huérfano.
11
Yo escribo mientras me fugo de mi vida, por ningún camino, pues no quiero llegar a ninguna parte. Repito las casas, los cristos y las personas: nadie me enseñó a dejarlos. No esperes, es decir: este día es como pintura que decora una cueva oscura.
111
He lanzado mi corazón al viento; allí donde no hay formas lo he dejado, ya no existe, tampoco su llaga. Me encerraron en un dibujo, entre túneles inmóviles de vida, entre los pelos de una llama; exactamente como un ser humano soy, tan hondo, tan mar, tan cielo, tan infierno, tan todo y tan nada.
IV
Cuántas veces se ha explotado mi nombre en tu mente como una visión que ennegrece los colores de tus ojos haciéndolos subir por dentro hasta tus lágrimas, en un nuevo cuerpo hecho sólo de alma. Voy a fingir: ¡Feliz día del padre! Fingir por los niños, fingir que somos felices. Por eso, padre, yo escribo mientras me fugo de mi vida, por ningún camino, pues no quiero llegar a ninguna parte.
NUEVO POEMA DE LUIS ALFREDO JIMENEZ
INFIERNO EN EL CORAZÓN
Mira, qué belleza tan triste está en la lluvia; es tan igual a mí; esa gota que se sube en la piedra de la noche, se muestra por su mismo cristal: el cielo gris, la humedad de sangre, la niebla mojada en rojo. Mis ojos se caen en el agua bañados en sal, se llenan de luna, como si su desnudez tibia se hubiera hecho de un incendio. Siento la muerte como un sol por dentro. Como una fiebre: el infierno en mi corazón, lastima mi pecho. Me perdí en lo oscuro del camino; entre bellas coplas del abismo me senté a llorar, mientras a mí mismo me pregunto por el infierno en el corazón.
(MIEMBRO DESTACADO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
Mira, qué belleza tan triste está en la lluvia; es tan igual a mí; esa gota que se sube en la piedra de la noche, se muestra por su mismo cristal: el cielo gris, la humedad de sangre, la niebla mojada en rojo. Mis ojos se caen en el agua bañados en sal, se llenan de luna, como si su desnudez tibia se hubiera hecho de un incendio. Siento la muerte como un sol por dentro. Como una fiebre: el infierno en mi corazón, lastima mi pecho. Me perdí en lo oscuro del camino; entre bellas coplas del abismo me senté a llorar, mientras a mí mismo me pregunto por el infierno en el corazón.
(MIEMBRO DESTACADO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
domingo, 24 de julio de 2011
sábado, 23 de julio de 2011
RECIENTE POEMA EN PROSA DE CARMITH HERRERA
DESPERTAR
Por Carmith Herrera
Puedo escuchar cuando gritas en silencio, por eso percibo cada respiración tuya cuando la lluvia cae y se marchitan las luces. Sujétame para no caer en la noche eterna. Las nubes danzan frente a mí y siento que te he perdido al oír tu nombre en los labios del viento. Los días parecen largos y el presente se vuelve una pesadilla. He presenciado cómo te esfumabas, mientras se secaban mis lágrimas de sol en tu nota de despedida. Los sueños parecen haberse dormidos y he olvidado qué puedo hacer para llegar al cielo. La vida parece estar contenida en un aliento, mientras he tratado de abrazar tus palabras alguna vez pronunciadas. Quiero sentir tu piel perfumada de besos y contemplar una última vez tus ojos de ángel caído. Haz escondido tus lamentos en el infinito y he sentido cómo tus palabras me herían. Mi alma ha sido envenenada con tu tacto de fuego. Me ha capturado una tempestad maldita y siento que una voz mortal me acaricia. He ignorado la luz y la oscuridad para asfixiar el dolor que me oprimía. Un río besaba mis mejillas cuando me di cuenta de que mi realidad parecía una blasfemia. Me he perdido en el mar salvaje de tu mirada. He decidido esculpir la palabra odio en algún lugar del infinito. Quiero respirar tu olor a decadencia cuando estés cayendo a través de los fragmentos del tiempo. Ya estoy cansada de esperar por el redoble de los truenos. He soñado con una noche de luna, que las estrellas aún no habían besado tu piel y que tus latidos eran las notas corrompidas de alguna canción perdida. Déjame sentir la rudeza de tus lágrimas de plata y tratar de olvidar que nuestro universo se cae a pedazos. He tropezado con tus juramentos tantas veces que no recuerdo un lugar que no haya sido golpeado con la desgracia. Profana mis dudas una vez más, porque deseo sentir la caricia maldita de tus dedos que ser olvidada sin clemencia. El silencio quiere decidir por nosotros y la soledad es nuestro testigo. Necesito yacer a tu lado cuando la nada se adueñe de todo y confesar que morir contigo, es despertar...
Por Carmith Herrera
Puedo escuchar cuando gritas en silencio, por eso percibo cada respiración tuya cuando la lluvia cae y se marchitan las luces. Sujétame para no caer en la noche eterna. Las nubes danzan frente a mí y siento que te he perdido al oír tu nombre en los labios del viento. Los días parecen largos y el presente se vuelve una pesadilla. He presenciado cómo te esfumabas, mientras se secaban mis lágrimas de sol en tu nota de despedida. Los sueños parecen haberse dormidos y he olvidado qué puedo hacer para llegar al cielo. La vida parece estar contenida en un aliento, mientras he tratado de abrazar tus palabras alguna vez pronunciadas. Quiero sentir tu piel perfumada de besos y contemplar una última vez tus ojos de ángel caído. Haz escondido tus lamentos en el infinito y he sentido cómo tus palabras me herían. Mi alma ha sido envenenada con tu tacto de fuego. Me ha capturado una tempestad maldita y siento que una voz mortal me acaricia. He ignorado la luz y la oscuridad para asfixiar el dolor que me oprimía. Un río besaba mis mejillas cuando me di cuenta de que mi realidad parecía una blasfemia. Me he perdido en el mar salvaje de tu mirada. He decidido esculpir la palabra odio en algún lugar del infinito. Quiero respirar tu olor a decadencia cuando estés cayendo a través de los fragmentos del tiempo. Ya estoy cansada de esperar por el redoble de los truenos. He soñado con una noche de luna, que las estrellas aún no habían besado tu piel y que tus latidos eran las notas corrompidas de alguna canción perdida. Déjame sentir la rudeza de tus lágrimas de plata y tratar de olvidar que nuestro universo se cae a pedazos. He tropezado con tus juramentos tantas veces que no recuerdo un lugar que no haya sido golpeado con la desgracia. Profana mis dudas una vez más, porque deseo sentir la caricia maldita de tus dedos que ser olvidada sin clemencia. El silencio quiere decidir por nosotros y la soledad es nuestro testigo. Necesito yacer a tu lado cuando la nada se adueñe de todo y confesar que morir contigo, es despertar...
OTRO POEMA DE PABLO RAMOS BENCOSME
PATENTAR MI SUEÑO
Por Pablo Ramos Bencosme
Acabo de patentar mi sueño
y realizar mi pesadilla.
Acabo de comenzar el viaje
y terminar mi sedentarismo,
aunque calvo sea el día
lo halo con todas mis fuerzas
por sus melenas
hasta abarcar todo este vasto desierto
en las palmas de mis propias manos
y ver que el azul no es rojo
y el rojo existe en mí.
No demorar, no estancar
y no dilatar el camino.
Echar a un lado todo que ya todo va.
¿Hacia dónde?
Despacio, como avanza el fuego,
dedo a dedo pero sin detener
acabo de patentar mi sueño
hacia el paraíso.
(MIEMBRO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
Por Pablo Ramos Bencosme
Acabo de patentar mi sueño
y realizar mi pesadilla.
Acabo de comenzar el viaje
y terminar mi sedentarismo,
aunque calvo sea el día
lo halo con todas mis fuerzas
por sus melenas
hasta abarcar todo este vasto desierto
en las palmas de mis propias manos
y ver que el azul no es rojo
y el rojo existe en mí.
No demorar, no estancar
y no dilatar el camino.
Echar a un lado todo que ya todo va.
¿Hacia dónde?
Despacio, como avanza el fuego,
dedo a dedo pero sin detener
acabo de patentar mi sueño
hacia el paraíso.
(MIEMBRO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
domingo, 17 de julio de 2011
AGUAS CALIENTES
Por Pablo Ramos Bencosme
(Miembro del Taller Literario Triple Llama de Moca)
Aguas calientes
Finas aguas
Dónde están
Que me muero
Dónde puedo sentir
Su cima,
No logro ver su cielo.
El carismático coro
De su alegría
Y la sensible pena
Por su agonía.
El inolvidable sentir
En los dedos
Y el mágico estruendo
De su venida.
Dónde estás mi vida
Quiero sentir su compañía,
Ser, su piel en cada gota
Apodérame de su deseo.
Ella me quita la desdicha
Ella se apodera de mi cuerpo
Y me hace revivir mis entrañas
Y me eleva a lo más bello.
________________________________________________________
Pablo Ramos Bencosme:
Urbanización Los López edif.5 apart.102
E-mail: Ramos_pablo26@hotmail.com
Tel: 809-578-9412 Cel: 809-958-9630 Orange
http://pabloramosbencosme.blogspot.com/
Nació el 26 de julio del 1992 en la ciudad de Moca.
Estudiante activo en la Universidad I.S.A (Instituto Superior de Agricultura) en la Carrera de Ingeniería Agronómica.
Creativo, espontáneo, Lector, Actor, deportista y poeta.
___________________________________________________
Por Pablo Ramos Bencosme
(Miembro del Taller Literario Triple Llama de Moca)
Aguas calientes
Finas aguas
Dónde están
Que me muero
Dónde puedo sentir
Su cima,
No logro ver su cielo.
El carismático coro
De su alegría
Y la sensible pena
Por su agonía.
El inolvidable sentir
En los dedos
Y el mágico estruendo
De su venida.
Dónde estás mi vida
Quiero sentir su compañía,
Ser, su piel en cada gota
Apodérame de su deseo.
Ella me quita la desdicha
Ella se apodera de mi cuerpo
Y me hace revivir mis entrañas
Y me eleva a lo más bello.
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Pablo Ramos Bencosme:
Urbanización Los López edif.5 apart.102
E-mail: Ramos_pablo26@hotmail.com
Tel: 809-578-9412 Cel: 809-958-9630 Orange
http://pabloramosbencosme.blogspot.com/
Nació el 26 de julio del 1992 en la ciudad de Moca.
Estudiante activo en la Universidad I.S.A (Instituto Superior de Agricultura) en la Carrera de Ingeniería Agronómica.
Creativo, espontáneo, Lector, Actor, deportista y poeta.
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viernes, 15 de julio de 2011
POEMAS RECIENTES DE LUIS ALFREDO JIMENEZ
¿CUÁL ES MI NOMBRE?
¿Cuál es mi nombre para soplarlo en el fuego igual que otras cosas que sabía? Es el más silencioso y sin embargo se consume haciendo ruidos entre las llamas. Debió ser inventado igual como se inventa una mentira. Apenas me atrevo a entrar en el sitio que fue escrito. Tal es mi nombre. Lo he logrado sin arte alguno, pues fue hecho por mentirosos, por eso mienten al pronunciarlo. Me quedo frio al oír esa masa de palabras que no hace otra cosa más que perderse en el viento formando un ser humano imaginario. Esas graciosas letras no parecen ser un lenguaje, aunque se escuche como una voz. Es un rumor digno de atención, y nada más.
DEL VERSO AL DIABLO
De todas partes te escucho. De entre todas las noches salen tus palabras como un golpe en mi rostro. Tus pasos relampaguean de un lado a otro descolgando el tiempo a pedazos. Oscilan en mi lengua los escarabajos de tu aliento, pudriendo mi alma, retorciendo los lazos del fuego, lanzándolos como escamas calentadas sobre mi muerta piel. Veo pasar las nubes: me parecen vapores que brotan del pecho del infierno. Se alza mi sangre hasta el cielo como una saeta que se clava en la carne azul de los ángeles. Me has sepultado vivo; me has hecho crecer hacia abajo como una sombra que no alcanza su suelo, que se hunde cual gota cuajada en el lodo. Mis ojos saltan como ranas sobre la luna, desde aquí donde me quemaste mis alas; trago las piedras que de lo alto caen por los ramales del viento, una tras otra hasta levantar paredes en mi garganta. Harto el diablo de ser tan diablo se le han quitado las ganas de fastidiar.
CARROÑERA DE MI ALMA
1
No vendrás. Y si me preguntas; éramos dos queriendo ser uno, dos noches de luna; eso fuimos: el silencio bajo el agua y el agua misma. Mis manos eran como raíces que se alimentaban de tu cuerpo; bebiendo el agua de tus labios encontraba otra forma de existir. Sobre los marcos de tu frente encontraba otra forma de respirar, mientras me perdía en mí y a la vez me encontraba en ti. Te fuiste, te has ido, aunque sigues aquí, mientras permanezco pegado a ti y a mí mismo. No vendrás, y si me preguntas, éramos dos gotas de sangre viajando por el filo de un puñal, una mirada repartida entre dos paisajes iguales, eso fuimos: dos hilos enredados por el viento y a la vez el viento mismo.
2
Desapareciste antes de llegar a ser una desconocida; antes que yo te olvidara apareciste como un líquido en mi mejilla. Una parte tuya se detuvo en el fondo de mi ser sin encontrar por donde salir; se quedó como mi sangre sin mirar hacia afuera, sujetada en los caminos de mi cuerpo. No te he visto y aun así no puedo borrarte de mis sueños. Te mueres toda la noche. Creo que yo te maté y me dejé morir detrás de ti. Pienso en tu nombre. Es como el rastro que deja una llama en la piel; se pierde en el sonido de mi voz que lo repite, aunque se escucha como un fino susurro escondido en mi memoria. No sé cuál es, pero es tu nombre.
3
Las cadenas cayeron de un salto y no soy libre para liberarte de la caja de mi pecho. Tú eres la que te alejas de él clavando tus ojos como un abrazo que no sujeta nada. Te vas, pero no marchas, sólo te mezclas con el polvo que arrastra el viento. No tengo más que perder, pues en una sola noche has parido todas las flores de mis amarguras; todas como una sola, carroñera de mi alma, oh salen del abismo donde dormían. Olvidaste que mis manos eran dos desconocidas cuando te acercabas, buscaban siempre como entrar por donde entra la vida en tu blanco semblante. Tu sombra se disipa como un vapor sin forzar los lazos que la sujetan. A todo vuelvo mi rostro en busca del tuyo; fuera el que fuera, eres tú a quien busco: ¡ay, carroñera de mi alma!
REUNIÓN DE COPAS
Reunidas aquí las copas, vuelvo a beber, vuelvo a conocer la envoltura en que viajan los perfumes del vino; deseada figura que gruñes desde la sangre con picos y garras, reflejo de luz que se estrecha con el seno de la muerte y se disuelve suavemente en las copas de mi alma. Se ha desabrochado mi pecho, pues dentro nada hay más que desiertos y licores amargos. El tiempo estrujado por unas manos pequeñas, escapa girando; las horas con el cuello largo caen en fosas profundas y se agitan dentro del saco de la noche como queriendo saltar a otras noches. Mi mirada zarandea en las configuraciones de unos cuerpos que se alejan chapuceados por los vientos de mis despechos; permanezco añadido a las paredes, casi dentro de ellas, amontonado en los salones inmensos de una soledad embriagada por mis rezos. Libra por libra se desvanece la mañana; eterna la noche, eterna la sed, vuelvo a beber las copas aquí reunidas.
¿CUÁL ES MI NOMBRE?
¿Cuál es mi nombre para soplarlo en el fuego igual que otras cosas que sabía? Es el más silencioso y sin embargo se consume haciendo ruidos entre las llamas. Debió ser inventado igual como se inventa una mentira. Apenas me atrevo a entrar en el sitio que fue escrito. Tal es mi nombre. Lo he logrado sin arte alguno, pues fue hecho por mentirosos, por eso mienten al pronunciarlo. Me quedo frio al oír esa masa de palabras que no hace otra cosa más que perderse en el viento formando un ser humano imaginario. Esas graciosas letras no parecen ser un lenguaje, aunque se escuche como una voz. Es un rumor digno de atención, y nada más.
DEL VERSO AL DIABLO
De todas partes te escucho. De entre todas las noches salen tus palabras como un golpe en mi rostro. Tus pasos relampaguean de un lado a otro descolgando el tiempo a pedazos. Oscilan en mi lengua los escarabajos de tu aliento, pudriendo mi alma, retorciendo los lazos del fuego, lanzándolos como escamas calentadas sobre mi muerta piel. Veo pasar las nubes: me parecen vapores que brotan del pecho del infierno. Se alza mi sangre hasta el cielo como una saeta que se clava en la carne azul de los ángeles. Me has sepultado vivo; me has hecho crecer hacia abajo como una sombra que no alcanza su suelo, que se hunde cual gota cuajada en el lodo. Mis ojos saltan como ranas sobre la luna, desde aquí donde me quemaste mis alas; trago las piedras que de lo alto caen por los ramales del viento, una tras otra hasta levantar paredes en mi garganta. Harto el diablo de ser tan diablo se le han quitado las ganas de fastidiar.
CARROÑERA DE MI ALMA
1
No vendrás. Y si me preguntas; éramos dos queriendo ser uno, dos noches de luna; eso fuimos: el silencio bajo el agua y el agua misma. Mis manos eran como raíces que se alimentaban de tu cuerpo; bebiendo el agua de tus labios encontraba otra forma de existir. Sobre los marcos de tu frente encontraba otra forma de respirar, mientras me perdía en mí y a la vez me encontraba en ti. Te fuiste, te has ido, aunque sigues aquí, mientras permanezco pegado a ti y a mí mismo. No vendrás, y si me preguntas, éramos dos gotas de sangre viajando por el filo de un puñal, una mirada repartida entre dos paisajes iguales, eso fuimos: dos hilos enredados por el viento y a la vez el viento mismo.
2
Desapareciste antes de llegar a ser una desconocida; antes que yo te olvidara apareciste como un líquido en mi mejilla. Una parte tuya se detuvo en el fondo de mi ser sin encontrar por donde salir; se quedó como mi sangre sin mirar hacia afuera, sujetada en los caminos de mi cuerpo. No te he visto y aun así no puedo borrarte de mis sueños. Te mueres toda la noche. Creo que yo te maté y me dejé morir detrás de ti. Pienso en tu nombre. Es como el rastro que deja una llama en la piel; se pierde en el sonido de mi voz que lo repite, aunque se escucha como un fino susurro escondido en mi memoria. No sé cuál es, pero es tu nombre.
3
Las cadenas cayeron de un salto y no soy libre para liberarte de la caja de mi pecho. Tú eres la que te alejas de él clavando tus ojos como un abrazo que no sujeta nada. Te vas, pero no marchas, sólo te mezclas con el polvo que arrastra el viento. No tengo más que perder, pues en una sola noche has parido todas las flores de mis amarguras; todas como una sola, carroñera de mi alma, oh salen del abismo donde dormían. Olvidaste que mis manos eran dos desconocidas cuando te acercabas, buscaban siempre como entrar por donde entra la vida en tu blanco semblante. Tu sombra se disipa como un vapor sin forzar los lazos que la sujetan. A todo vuelvo mi rostro en busca del tuyo; fuera el que fuera, eres tú a quien busco: ¡ay, carroñera de mi alma!
REUNIÓN DE COPAS
Reunidas aquí las copas, vuelvo a beber, vuelvo a conocer la envoltura en que viajan los perfumes del vino; deseada figura que gruñes desde la sangre con picos y garras, reflejo de luz que se estrecha con el seno de la muerte y se disuelve suavemente en las copas de mi alma. Se ha desabrochado mi pecho, pues dentro nada hay más que desiertos y licores amargos. El tiempo estrujado por unas manos pequeñas, escapa girando; las horas con el cuello largo caen en fosas profundas y se agitan dentro del saco de la noche como queriendo saltar a otras noches. Mi mirada zarandea en las configuraciones de unos cuerpos que se alejan chapuceados por los vientos de mis despechos; permanezco añadido a las paredes, casi dentro de ellas, amontonado en los salones inmensos de una soledad embriagada por mis rezos. Libra por libra se desvanece la mañana; eterna la noche, eterna la sed, vuelvo a beber las copas aquí reunidas.
lunes, 4 de julio de 2011
jueves, 16 de junio de 2011
TEXTOS INEDITOS DEL DECIMO POEMARIO DE PEDRO OVALLES
FICCIÓN 1
_____________________________________________________________________________________
No me digas que vas a leer mis versos. Es lamentable decirte que no se entienden como se puede deliberar una simple crónica. No están hechos para informar. Mis versos no son de palabras. Éstas sólo son la cáscara que resguardan mis llamaradas. Son el fuego que incendia tu pensamiento. Sólo los has leído cuando su dinamita explota en tu interior, cuando hace carbón la madera de la casa que te cobija. Cuando sientes el humo de tu chimenea, el silencioso estruendo de la pólvora en tu pecho, templar la tierra que sostiene tus pies, el recorrido de las lavas por tus adentros, entonces sólo así habrás leído mis versos. Conocerás así el desastre que son mis poemas, la tibia ceniza que dejan como un remolino de brasas en las sienes. Por eso no están hechos de palabras. Están hecho de la misma materia del trueno: estallan, queman, aniquilan, eliminan la vida para que surja otra vida. Tú serás otra después que llegue el invierno y apague los leños. Por eso te aconsejo que no los leas como se lee cualquier poema, que olvides sus palabras. Sólo te pido que al acercarte a mis versos te dejes morir, desfallezcas en medio del siniestro. Deja que ellos respiren por ti. ¡No digas nada! Deja que el silencio electrifique tu piel, rasgue tu corazón. Mis versos son criminales; son delincuentes: te pervierten haciéndote delinquir de mil formas contigo misma. Te ametrallan en el mismo instante que intentas huir, abrir las puertas de tu primavera. Mis versos te hacen siempre la guerra. No te dan tiempo para que pidas auxilio. Mis versos son tu homicida.
FICCIÓN 2
_____________________________________________________________________________________
No puedo decir del todo que estos poemas son míos. Tienen el ritmo de cada poeta que he leído. Mis poemas son un arenal. Candentes y fríos a la vez. Mis poemas son como la orilla del mar. Cada grano de arena es un eco lejano, una música venida de no sé dónde. Mis poemas son originales porque Alguien entró a mi interior y tomó de mi sangre (que es su propia sangre) y los escribió desde tiempos muy lejanos. En sus grafías se puede percibir la resina de los años, el tejido del tiempo hilvanando la eternidad. Mis poemas son auténticamente míos por negación a su origen: surgen de un manantial donde confluyen diferentes aguas. Mis poemas germinan del azar. Son un brote repentino de lavas. Son un volcán en permanente erupción.
FICCIÓN 3
_____________________________________________________________________________________
Estos versos los firmo sin tener que escribirlos. Cuando los leo, me resisto a decir que son míos. Los escribo sin tener que mover los dedos. Impresos en la piel del tiempo los he visto desde antaño. Están esculpidos con el ámbar que emana del propio tiempo. Y mucho antes de tú decir que son míos, antes de tener rótulo, ritmo y sentido, la brisa me había traído a la boca el milenario sabor de su permanencia. Yo no soy escribano. Simplemente exorcizo el silencio para que diga silencios. Por eso estos versos los firmo sin tener que escribirlos. Dejo que surjan por sí solos allá en el horizonte, lejos donde se descuelga del cielo el arco iris que pretende beberse el mar. Por eso reitero que cuando los leo, me resisto a creer que son míos.
FICCIÓN 4
________________________
Es cierto que el polvo sube hasta mi edad, que no puedo tumbarlo de mi soledad. En soledad está desde antaño. Por eso desde milenios y milenios de años yo estoy en este instante que es todos los instantes. Desde que la tierra es tierra me filtré por entre la respiración del polvo para buscar el otro polvo que hizo posible éste que soy. Desde que se arrastró el primer lagarto y se empolvó de noches, y más luego se bañó de tibieza cuando la primigenia aurora se confundió con su mirada, desde esos entonces el polvo es polvo y su voz no se oye porque su timbre es oscuro como su origen. He cavado muy hondo e innumerables veces en todos los caminos y el polvo que surge solamente logra taparme los ojos de angustia. Aun así lo veo retorcerse de dolor porque a su edad no sabe que es polvo. Yo, que cuando alzo un puñado de tierra y me ensucio la sonrisa, de una vez siento que ya no tengo los pies en el suelo, que no soy de este tiempo porque a todos los tiempos pertenezco. Alguien, con manos tan suave como la nieve y la voz tan limpia como el primer día, con los pies afincados en la eternidad, me sube a una nube y me dice al oído el polvo de su ser. Me dice cosas que al instante se vuelve polvo eterno, porque polvo perpetuo es todo pensamiento que es más que pensamiento. Es cuando entiendo que, tanto aquí aferrado al barro como allá arriba en los cielos, alejado de la ceniza, después de tocar la dulce luz en lo alto, pues no soy más que soplo, brisa que se interroga a sí misma, viento que no se cansa de buscar el viento que hizo posible que yo tuviera alas para hoy como ayer estar en otra dimensión interactuando con la voz que emana de las cosas. Por eso digo que soy más que polvo porque escucho lo que no se oye, aquello que está más allá del tiempo, más alto que las nubes; aquello que le da alma al trueno, que hace que la luz sea luz, que la tierra sea tierra, que la madera esconda algún aliento en sus adentros, y yo logre ser más que materia, y poder escuchar y hablar con el propio polvo, no con el que se escurre por entre mis dedos, sino con ese que me dice que yo fui mucho antes que él, el mismo que me incita ir más allá de las cosas y, asimismo, consiga presenciar el color que tiene la eternidad.
FICCIÓN 5
_____________________________________________________________________________________
Yo he aprendido del silencio todo lo que sé. Si sé amar fue porque aprendí a callar cuando los besos como las olas se van y vienen y sólo el chasquido de su mudez lo revelan. Cuando he tenido que romper el aire a gritos, aun así he sabido callar para que mis labios se cierren y digan más que lo que quiero decir a través del viento que comprime sus alas. He aprendido que cuando estoy solo es cuando lo tengo todo, y es así que el Todo habla por mí. Hacia mí se dirigen todas las cosas: es precisamente cuando creo que sólo yo existo. Como el mar entrando por mi boca, así mismo siento que todo el universo entra por mis ojos. Entonces es cuando me bifurco como las arenas. Aprendo que soy uno y todos a la vez. Sé que si hablo el día me va a quitar la máscara. Sólo así puedo quedar atrapado por un eterno arrebato y creer que soy agua, arena, tierra, árbol, luz, sombra, silencio, o grito. He aprendido que el silencio es el universo de donde yo vengo, y de él está hecha mi palabra, que por ser también sordina, dice más que el viento, porque aire es la mudez de la eternidad; ignota soledad donde convergen el Todo y el Uno: mutismo donde yo he aprendido todo lo que sé.
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FICCIÓN 1
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No me digas que vas a leer mis versos. Es lamentable decirte que no se entienden como se puede deliberar una simple crónica. No están hechos para informar. Mis versos no son de palabras. Éstas sólo son la cáscara que resguardan mis llamaradas. Son el fuego que incendia tu pensamiento. Sólo los has leído cuando su dinamita explota en tu interior, cuando hace carbón la madera de la casa que te cobija. Cuando sientes el humo de tu chimenea, el silencioso estruendo de la pólvora en tu pecho, templar la tierra que sostiene tus pies, el recorrido de las lavas por tus adentros, entonces sólo así habrás leído mis versos. Conocerás así el desastre que son mis poemas, la tibia ceniza que dejan como un remolino de brasas en las sienes. Por eso no están hechos de palabras. Están hecho de la misma materia del trueno: estallan, queman, aniquilan, eliminan la vida para que surja otra vida. Tú serás otra después que llegue el invierno y apague los leños. Por eso te aconsejo que no los leas como se lee cualquier poema, que olvides sus palabras. Sólo te pido que al acercarte a mis versos te dejes morir, desfallezcas en medio del siniestro. Deja que ellos respiren por ti. ¡No digas nada! Deja que el silencio electrifique tu piel, rasgue tu corazón. Mis versos son criminales; son delincuentes: te pervierten haciéndote delinquir de mil formas contigo misma. Te ametrallan en el mismo instante que intentas huir, abrir las puertas de tu primavera. Mis versos te hacen siempre la guerra. No te dan tiempo para que pidas auxilio. Mis versos son tu homicida.
FICCIÓN 2
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No puedo decir del todo que estos poemas son míos. Tienen el ritmo de cada poeta que he leído. Mis poemas son un arenal. Candentes y fríos a la vez. Mis poemas son como la orilla del mar. Cada grano de arena es un eco lejano, una música venida de no sé dónde. Mis poemas son originales porque Alguien entró a mi interior y tomó de mi sangre (que es su propia sangre) y los escribió desde tiempos muy lejanos. En sus grafías se puede percibir la resina de los años, el tejido del tiempo hilvanando la eternidad. Mis poemas son auténticamente míos por negación a su origen: surgen de un manantial donde confluyen diferentes aguas. Mis poemas germinan del azar. Son un brote repentino de lavas. Son un volcán en permanente erupción.
FICCIÓN 3
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Estos versos los firmo sin tener que escribirlos. Cuando los leo, me resisto a decir que son míos. Los escribo sin tener que mover los dedos. Impresos en la piel del tiempo los he visto desde antaño. Están esculpidos con el ámbar que emana del propio tiempo. Y mucho antes de tú decir que son míos, antes de tener rótulo, ritmo y sentido, la brisa me había traído a la boca el milenario sabor de su permanencia. Yo no soy escribano. Simplemente exorcizo el silencio para que diga silencios. Por eso estos versos los firmo sin tener que escribirlos. Dejo que surjan por sí solos allá en el horizonte, lejos donde se descuelga del cielo el arco iris que pretende beberse el mar. Por eso reitero que cuando los leo, me resisto a creer que son míos.
FICCIÓN 4
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Es cierto que el polvo sube hasta mi edad, que no puedo tumbarlo de mi soledad. En soledad está desde antaño. Por eso desde milenios y milenios de años yo estoy en este instante que es todos los instantes. Desde que la tierra es tierra me filtré por entre la respiración del polvo para buscar el otro polvo que hizo posible éste que soy. Desde que se arrastró el primer lagarto y se empolvó de noches, y más luego se bañó de tibieza cuando la primigenia aurora se confundió con su mirada, desde esos entonces el polvo es polvo y su voz no se oye porque su timbre es oscuro como su origen. He cavado muy hondo e innumerables veces en todos los caminos y el polvo que surge solamente logra taparme los ojos de angustia. Aun así lo veo retorcerse de dolor porque a su edad no sabe que es polvo. Yo, que cuando alzo un puñado de tierra y me ensucio la sonrisa, de una vez siento que ya no tengo los pies en el suelo, que no soy de este tiempo porque a todos los tiempos pertenezco. Alguien, con manos tan suave como la nieve y la voz tan limpia como el primer día, con los pies afincados en la eternidad, me sube a una nube y me dice al oído el polvo de su ser. Me dice cosas que al instante se vuelve polvo eterno, porque polvo perpetuo es todo pensamiento que es más que pensamiento. Es cuando entiendo que, tanto aquí aferrado al barro como allá arriba en los cielos, alejado de la ceniza, después de tocar la dulce luz en lo alto, pues no soy más que soplo, brisa que se interroga a sí misma, viento que no se cansa de buscar el viento que hizo posible que yo tuviera alas para hoy como ayer estar en otra dimensión interactuando con la voz que emana de las cosas. Por eso digo que soy más que polvo porque escucho lo que no se oye, aquello que está más allá del tiempo, más alto que las nubes; aquello que le da alma al trueno, que hace que la luz sea luz, que la tierra sea tierra, que la madera esconda algún aliento en sus adentros, y yo logre ser más que materia, y poder escuchar y hablar con el propio polvo, no con el que se escurre por entre mis dedos, sino con ese que me dice que yo fui mucho antes que él, el mismo que me incita ir más allá de las cosas y, asimismo, consiga presenciar el color que tiene la eternidad.
FICCIÓN 5
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Yo he aprendido del silencio todo lo que sé. Si sé amar fue porque aprendí a callar cuando los besos como las olas se van y vienen y sólo el chasquido de su mudez lo revelan. Cuando he tenido que romper el aire a gritos, aun así he sabido callar para que mis labios se cierren y digan más que lo que quiero decir a través del viento que comprime sus alas. He aprendido que cuando estoy solo es cuando lo tengo todo, y es así que el Todo habla por mí. Hacia mí se dirigen todas las cosas: es precisamente cuando creo que sólo yo existo. Como el mar entrando por mi boca, así mismo siento que todo el universo entra por mis ojos. Entonces es cuando me bifurco como las arenas. Aprendo que soy uno y todos a la vez. Sé que si hablo el día me va a quitar la máscara. Sólo así puedo quedar atrapado por un eterno arrebato y creer que soy agua, arena, tierra, árbol, luz, sombra, silencio, o grito. He aprendido que el silencio es el universo de donde yo vengo, y de él está hecha mi palabra, que por ser también sordina, dice más que el viento, porque aire es la mudez de la eternidad; ignota soledad donde convergen el Todo y el Uno: mutismo donde yo he aprendido todo lo que sé.
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lunes, 2 de mayo de 2011
FALLECE EL ESCRITOR ARGENTINO ERNESTO SABATO
FALLECE EL ESCRITOR ARGENTINO ERNESTO SABATO
Los restos del escritor argentino Ernesto Sábato, fallecido el sábado a los 99 años, fueron inhumados ayer domingo en un cementerio de la periferia de Buenos Aires, luego de que una multitud lo despidiera en Santos Lugares, donde vivió durante 60 años.
Familiares, personalidades y miles de vecinos asistieron al velatorio que comenzó la tarde del sábado en el Club Defensores de Santos Lugares, donde el escritor solía disfrutar de partidas de dominó y la gente sencilla del barrio entraba a saludarlo llamándolo "Don Ernesto" o "maestro".
"Cuando me muera quiero que me velen acá, para que la gente del barrio pueda acompañarme en este viaje final, y quiero que me recuerden como un vecino, a veces cascarrabias pero en el fondo un buen tipo", decía el escritor, según Mario, su hijo menor.
Sábato fue enterrado en un cementario privado de Pilar (54 km de Buenos Aires), ya que Santos Lugares no tiene camposanto.
"Papá se va en paz. Cumplió con todo lo que tenía que hacer", dijo Mario con voz entrecortada, en una breve ceremonia en la que terminó abrazándose con sus hijos y sobrinos.
La presidenta Cristina Kirchner envió una corona al velatorio y habló por teléfono desde su residencia privada de Calafate (sur) con Mario Sábato y Elvira González Fraga, la colaboradora que permaneció junto al escritor durante los últimos años, informó la agencia oficial Télam.
Dirigentes de todo el arco político dieron su pesar por el fallecimiento del autor de "El túnel" y "Sobre héroes y tumbas". Algunos fueron a la despedida, entre ellos el senador oficialista Daniel Filmus y el candidato a presidente por el radicalismo Ricardo Alfonsín.
Alfonsín es hijo del ex mandatario Raúl Alfonsín (1983-1989), que nombró a Sábato presidente de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep), que investigó los crímenes de la última dictadura militar (1976-1983).
También estuvieron presentes los hijos del fallecido escritor paraguayo Augusto Roa Bastos -gran amigo de Sábato- y Julio César Strassera, fiscal del histórico Juicio a las Juntas Militares de 1985.
"Fue un intelectual muy generoso. El trabajo realizado por la Conadep se convirtió en la base fundamental del Juicio a las Juntas", destacó Strassera.
"Mi último recuerdo de Ernesto es el silencio. Él estaba yéndose desde hace mucho tiempo. Incluso hace unos años había llegado a preguntar quién era Matilde, su compañera de toda la vida. Fue una larga y penosa despedida", evocó la escritora Julia Constela, quien lo conocía desde 1949.
Matilde Kusminsky Richter fue el gran amor del escritor. Se conocieron en la universidad y vivieron juntos hasta que ella falleció en 1998. El matrimonio tuvo dos hijos, y el mayor, Jorge, murió en 1995 en un accidente automovilístico.
Premio Cervantes de Literatura en 1984, Sábato será homenajeado este domingo en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas, fue el penúltimo de 11 hijos, y sus biógrafos creen que parte de su atormentada personalidad deviene de haber sido bautizado como su hermano inmediatamente mayor, muerto poco tiempo antes.
Sábato, uno de los gigantes de la literatura argentina junto a Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, murió la madrugada del sábado, dos meses antes de cumplir 100 años.
Los restos del escritor argentino Ernesto Sábato, fallecido el sábado a los 99 años, fueron inhumados ayer domingo en un cementerio de la periferia de Buenos Aires, luego de que una multitud lo despidiera en Santos Lugares, donde vivió durante 60 años.
Familiares, personalidades y miles de vecinos asistieron al velatorio que comenzó la tarde del sábado en el Club Defensores de Santos Lugares, donde el escritor solía disfrutar de partidas de dominó y la gente sencilla del barrio entraba a saludarlo llamándolo "Don Ernesto" o "maestro".
"Cuando me muera quiero que me velen acá, para que la gente del barrio pueda acompañarme en este viaje final, y quiero que me recuerden como un vecino, a veces cascarrabias pero en el fondo un buen tipo", decía el escritor, según Mario, su hijo menor.
Sábato fue enterrado en un cementario privado de Pilar (54 km de Buenos Aires), ya que Santos Lugares no tiene camposanto.
"Papá se va en paz. Cumplió con todo lo que tenía que hacer", dijo Mario con voz entrecortada, en una breve ceremonia en la que terminó abrazándose con sus hijos y sobrinos.
La presidenta Cristina Kirchner envió una corona al velatorio y habló por teléfono desde su residencia privada de Calafate (sur) con Mario Sábato y Elvira González Fraga, la colaboradora que permaneció junto al escritor durante los últimos años, informó la agencia oficial Télam.
Dirigentes de todo el arco político dieron su pesar por el fallecimiento del autor de "El túnel" y "Sobre héroes y tumbas". Algunos fueron a la despedida, entre ellos el senador oficialista Daniel Filmus y el candidato a presidente por el radicalismo Ricardo Alfonsín.
Alfonsín es hijo del ex mandatario Raúl Alfonsín (1983-1989), que nombró a Sábato presidente de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep), que investigó los crímenes de la última dictadura militar (1976-1983).
También estuvieron presentes los hijos del fallecido escritor paraguayo Augusto Roa Bastos -gran amigo de Sábato- y Julio César Strassera, fiscal del histórico Juicio a las Juntas Militares de 1985.
"Fue un intelectual muy generoso. El trabajo realizado por la Conadep se convirtió en la base fundamental del Juicio a las Juntas", destacó Strassera.
"Mi último recuerdo de Ernesto es el silencio. Él estaba yéndose desde hace mucho tiempo. Incluso hace unos años había llegado a preguntar quién era Matilde, su compañera de toda la vida. Fue una larga y penosa despedida", evocó la escritora Julia Constela, quien lo conocía desde 1949.
Matilde Kusminsky Richter fue el gran amor del escritor. Se conocieron en la universidad y vivieron juntos hasta que ella falleció en 1998. El matrimonio tuvo dos hijos, y el mayor, Jorge, murió en 1995 en un accidente automovilístico.
Premio Cervantes de Literatura en 1984, Sábato será homenajeado este domingo en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas, fue el penúltimo de 11 hijos, y sus biógrafos creen que parte de su atormentada personalidad deviene de haber sido bautizado como su hermano inmediatamente mayor, muerto poco tiempo antes.
Sábato, uno de los gigantes de la literatura argentina junto a Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, murió la madrugada del sábado, dos meses antes de cumplir 100 años.
domingo, 10 de abril de 2011
POEMAS RECIENTES DE LEONI DISLA
POEMAS RECIENTES DE LEONI
DISLA
(MIEMBRO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
NUEVOS POEMAS DE LEONI DISLA
YO SÉ
Yo sé que algunas veces resulta difícil arrancarles paredes a las sienes. Y que cuando la llovizna es menuda la tierra moja su cuerpo.
Yo sé que dentro del vértigo de la oscuridad las manos andan perdidas y torpes los pies se desesperan y que el enigma siempre nos apasiona aunque nunca llegamos al fondo de su fosa.
Yo sé que las noches nunca fueron agrias y el verbo no fue frío cuando bebíamos el cáliz de nuestros corazones. Y que fuimos esa extraña cascada de colores de la cual nunca cesamos de admirarnos.
Aunque también sé que la copa que contenía el alma tibia forjada por ambos la hundimos en un mar sin caracoles. Sólo porque pesan las paredes sobre las sienes y el vivir con ellas es difícil como cuando la llovizna tiene aliento de cebolla y se nos humedece toda la cara.
Esto lo sé y lo comprendo con los camellos de la mirada.
Pero aún sigue mi canto sin abrigo tratando de desaparecerse entre los ramajes de la brisa.
Pero aún sigo buscando garras pesadas para arrancarme este amargo reloj de arena que se me ha clavado con un sol en el pecho.
PERDIDO
Perdido, en los calabozos azules de tu ser, en los castillos helados de tus palabras. Perdido, sin algún arcaico remedio que valga, como las ovejas que van rumbo al matadero.
Mis alas respiran tu cuerpo, la flor que siempre eres. Y en la línea que separa el bienestar de la desgracia: mis manos juegan a los dioses besando tu nombre.
Perdido, aun más cada segundo como si el tren del tiempo se llevara toda salida a su paso.
Perdido, en el paisaje que eres adonde un unicornio marino ileso siempre me lleva. Perdido, en las cuencas de tu mirada en donde casi siempre pierdo una partida de ajedrez con el señor siglo.
Perdido, y el malecón de mi asombro se va abajo con la melodía que eres.
Y el músculo es espuma que agoniza.
Y los ojos se me disuelven por tus calles.
Y mis manos florecen en tus tierras. Y la lluvia no me da para narrarlo. Y los versos se me desprenden cuando te veo. Y este mundo nunca poseyó tantos colores. Y ningún piano me habló de similar melodía.
Vida, algún carro celeste corre por los rieles de tu estatura o algunas estrellas se sembraron en la tierra que eres.
Pero si algo daría por cierto, es que estoy perdido y esparcido en ti y tu silencio como los Ángeles bélicos que no abrigan temor a la vida ni a la muerte.
SI TAN SÓLO LAS PIEDRAS…
Si las piedras del camino le dijeran algo, como por ejemplo las veces que ella le ha puesto alas a mis noches.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo…Quizás así entendería que he venido de recorrer trescientos años a buscarla. Quizás así el cielo me permitiría tenerla entre mis brazos.
Pero como el traje de las cabras no es de lino y las piedras nunca hablan por el camino que lleva a su casa: por eso sé que de este modo nuca entendería la manera tenue en que la quiero.
Pero si tan sólo las piedras le dijeran algo, no faltarían palabras; ni la luna, ni el mono de un idilio brincando entre las rojas ramas.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, sí, las mismas que le ahogan, ella entendería las veces que la he soñado.
YO NO TENGO OJOS…
Yo no tengo ojos para olvidarte. He iluso no soy cuando digo que viajo por tus venas. Píntame otra palabra color sangre con tu boca marinera, pues la palabra olvido es un enfermo quirúrgico muriendo en garras cenicientas.
Háblame con tu voz color canela y verás como silenciosa mi mirada te contesta. Yo no conozco el camino que me lleve a tu olvido, pues llega la tarde y no es hasta que vuela como gaviota y se va despacito por las vías del crepúsculo, que comienzo a dejar de escuchar el tenue piano de tu sonrisa.
Y así pasa con las noches y con las mañanas, con la exactitud de los puntos cardinales, y con toda la fuerza de los elementos del universo. Y así pasa cuando me muevo a diestra o siniestra; cuando visito el mar y sus marejadas; cuando en mutismo me dejan sus piedras; cuando no se terminan de ir para siempre sus espumas; cuando camino y escucho la tierra henchida de pensamiento, la tierra henchida y seca de tanto pensar.
Y así de igual modo con todo el canto liviano, arcaico y conmovedor que con todos los siglos ha guardado en sus regazos el universo: el mundo sólo a ti me refleja.
Es así, esa es mi verdad desmantelada, mi verdad sin amuletos ni ornamentos. Mi verdad de verano y de invierno la que he escavado con la espátula de los años, la que a fuerza de luz, calor y sonido, se mantiene.
Por ello ni pienses que te conocí para olvidarte, y créeme que no soy iluso cuando digo que olvidarte es esperar que se me sequen las venas. Por eso que se pinte otra palabra en el indeleble cuadro de nuestro amor de mirra y canela, pues la palabra olvido es un muerto que sin cenizas en antaño enteramos su osamenta.
TU
Si doblo una esquina en la ciudad o paseo por las embalsamadas tierras del campo, allí estás insinuándome tu presencia de amuletos.
Si me retiro con mi olvido a las tibias gotas de pintura del cuadro donde pinto la guitarra desgarrada, allí estás, con ojos, cejas, mirada y cuerpo paridos de colores.
Cuando me sumerjo en una de las ventanas del alba, ya estás; amaneces viva y resplandeciente ante mis ojos.
Y si respiro o escucho con mis poros la lluvia, allí estás extinguiendo violines, resucitando imágenes alcoholizadas de piel y de aliento, evaporando las horas rotas de mi aburrido almanaque.
¡Oh, tú en mis caminos, en cada sombra, en cada árbol! Tú sólo tú en las noches: infinitas, flacas o cenicientas, altas u hondas; en las páginas de un libro; en el niño que canta, que ríe o que llora; en la flor que se abre al mundo; en la brevedad de un trozo de nube de barro o de un copo de luz.
Todas las cosas que miro me llevan a ti. Eres todas las cosas y el mundo: la tierra y todo el universo. Por eso cuando doblo la esquina, cuando el piano se mece en los sesos y las campanas tirita la miel madura, mientras un libro en un charco se ahoga, sólo te veo a ti, sólo estás tú, como si no hubiese en mi mundo otro mundo, como si no brillase en todo el estrellado cielo otro nombre.
RABIA 1
Mi instinto animal se perfila en la taberna donde vino ha dejar los huesos de antaño. Algunas hierbas celestes me permiten subsistir en este valle donde cada segundo despiertan apologías sin palabras, cosas que de súbito me hacen pensar que hubiera sido mejor nacer sin dientes en los ojos ya que a lo mejor de este modo relucieran más los dientes que me pusieron en la cara.
Estas y mil cosas se me queman en la mirada, como quien de súbito se encuentra mordiéndose el instinto. ¿Pero quién es la loza para rebatirle quién la hizo por su forma o tamaño al artesano?
Por ello agradecido en este valle donde se respiran apologías rotas me trago mi incertidumbre y mis palabras y vuelo junto a las aves de mi pueblucho a otros ríos donde pueda beber las rocas no labradas, ya que todo el mundo le da una idea diferente al mismo cuadro.
Me marcho de mi nido y de esta taberna me alejo de mis calles y de mis trinos también me alejo, igual de esta oceánica ciudad y de mí mismo donde nada influya en mi puro instinto abonado con los años.
RABIA 2
En cada gota de cólera despiertan tormentas de fuego en mi mirada, quemando todo lo que es vientre en mi vientre. Porque me saltan los ojos a las calles y yo salgo como loco a recogerlos. Porque no bien se nos pone los pañales cuando ya andamos sembrando con horror el instinto.
Todo porque dejamos que los años nos mutilen las orejas y nos implanten en los ojos otros ojos de piratas. Todo porque amanecemos odiándonos y clavándonos dagas de todos los colores y todos los puñales en el vientre.
Y como tenemos ojos de piratas no nos damos cuenta que una llaga en la sangre tarda siglos en curarse. Todo por dejar que los años nos mastiquen el cuerpo y las entrañas, que levantemos la mirada con manojos de imágenes desconocidas y somos las cabras con metrallas en la boca y puyas en los ojos actuando bajo fuerzas desconocidas.
Entonces vemos el mundo tragándose al mundo, el entierro de los huéspedes, la mutilación de su sangre y el resto que sobra lo tapamos con hojarascas del olvido. Todo porque una cuerda nos infla las vejigas y nos sentimos más gordo que el mundo, con dedos entre gatillos que no asimilan, con cabeza llena de basura y bencina, más grande que el propio mundo; con tarántulas haciendo cabriolas en los sesos, con multitudes de guerras sin vencer en nuestro vientre.
Oh, en cada gota que se vierte del reloj al pasillo siento que se nos cae el mundo, siento que se nos cae la luz a pedazos, y sólo me queda la Señora cólera asiéndome estrago en la garganta; sembrándome túneles negro en la garganta, mientras a un globo lleno de animales se le pierde la mirada en el espacio. Mientras una esfera se le ahoga luz en los charcos como un horizonte incierto. Así la rabia se me va convirtiendo en savia amarga en el vientre, la garganta y el pecho.
VERDE MAÑANA
Esta mañana es verde, verde, y a su fondo, rayos grises que se precipitan con un mendrugo de una noche de esas que son largas. Pero sigue verde la mañana, verde hasta sucumbir. Verde que amanece. Mañana que atardece tras su búsqueda infinita de la más corta brevedad. Mañana verde donde el mutismo se convierte en una espada que escribe en las piedras.
ASÍ Y NADA MÁS
Así como existen muchas clases de verdes, muchas clases de infiernos de hambre y de muerte; así como es el Polo Norte de frío y puede derretirse en cualquier momento, asimismo es la palabra: polifacética espada que corta no sé cuántos lados.
OLVIDO
La luna crece y mengua para presentarse con diferentes rostros y diferentes colores. De esa misma manera aprendí a olvidarte. Y como si se le escapara de repente el sol a la primavera, ya no puedo encontrarte, aunque mis ojos te palpen.
SI TAN SÓLO LAS PIEDRAS…
Si las piedras del camino le dijeran algo, como por ejemplo las veces que ella le ha
puesto alas a mis noches.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, quizás así entendería que he venido de recorrer trescientos años a buscarla, quizás así el cielo me permitiría tenerla entre mis brazos.
Pero como el traje de las cabras no es de lino y las piedras nunca hablan por el camino que lleva a su casa, por eso sé que de este modo nunca entendería la manera tenue en que la quiero.
Pero si tan sólo las piedras le dijeran algo, no faltarían palabras, ni la luna, ni el mono de un idilio brincando entre las ramas.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, sí, las mismas que le ahogan, ella entendería las veces que la he soñado.
LOS CRISTALES ROTOS DE MARLÍN
Los cristales rotos de Marlín llevan las alas cortadas. Cayeron un día del invierno cuando desde las mejillas (alba de Marlín) como perlas blandas se deslizaban.
Los cristales rotos de Marlín forjaban su castillo de luna transparente, pero ya entre los escombros no existen las noches estrelladas, ni los Ángeles tejiendo un mar de ilusiones, ni los días claros de bellos soles.
Se quebraron como el universo que lo abriga todo: los cristales suntuosos del castillo de Marlín. Y bajo aquel cielo hecho penumbra, habla la grieta por el filo de un pedazo de espejo; habla la mirada de Marlín muda y perdida; hablan las piedras mientras el corazón le arde y calla la espuma como si el pozo salado de Marlín quisiera hacerse eterno. Y besa el polvo un castillo azul, hecho ceniza y nostalgia.
CIEN LATIDOS
Cien latidos hondos, y a poco vislumbro las bisagras de la puerta.
Cien latidos, y percibo por los ojos del vértigo que llueve fuerte aquí adentro.
Cien latidos hondos, y en este diminuto pasillo el mar ante mis ojos se desvanece.
Diez latidos más, como éstos, y caeré como piano de sexto piso entre mis entrañas.
EL ÁRBOL
En la ribera el árbol sosegado perece. Y le llega por una ventanilla imágenes de los días que con ánimo furibundo destroza la brisa, como tenue recuerdo de lo mucho que ha cambiado. Es que ahora su mirada rueda cual moneda de cobre por la gran alfombra y como maleta en su espalda su mirar cansado y trémulo se desliza por su voz y su cuerpo. El árbol fenece. Ve como se le escurre el tiempo entre sus dedos; ve como se le traslada la vida, sin más sombras ni karmas, sin más guerras y espadas.
El árbol ha muerto. Cayó en un sitio lejos como lejos se van a morir los caballos. Perdió la noción de esta vida y del tiempo que hace poco estuvo vislumbrando entre sus dedos. Perdió la noción de este plano y de la osamenta que dejó tendida en esta tierra.
En poco tiempo será polvo que retornará al universo de donde vino. En poco tiempo será olvidado como sólo en esta tierra se olvida.
HONDA LA NOCHE.
La noche se hace honda y vuela lejos la mirada. Ha incendiado la tarde, haciendo fallecer el fulgor fulminante de los fotones. Fotones que ahora yacen oscuros como espurios pétalos encendidos.
Y en un taxi de esos cósmicos se ha elevado en la lejanía del universo la memoria y el corazón. ¿Por qué se va haciendo larga, ancha y perfecta la noche? Poema que los mares profundos no podrán contener mucho menos contestar.
Y se va atrapando en sus propios encantos la noche; y da pifia por pisadas el alma, fruto del vino de la noche que cae levemente cual si fuese rocío. Y va transmutándose la noche, como en espuma, como en cartón, como en las alas blancas de la nada. Y van mutando los versos, los segundos, las caricias, los rostros y las lunas, cual avalancha de lo incierto que va arropando lo que encuentre a su paso.
La noche se hace honda y vuela lejos el alma, y vuela lejos todo, y yo, ya no encuentro mi regreso.
CUENTIPOEMA: LAS DOS PALABRAS QUE ME DIO EL PEREGRINO PERRO.
Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas
y respuestas se encuentran en el perro.
Franz Kafka (1883-1924) Escritor checoslovaco).
Una vez más allí te veo perro amigo, sentado con la misma posición de siempre: con la mirada en alto como quien descifra el mensaje de la brisa que rosa tu cara y con los ojos pequeñitos como si las cuerdas de tu pensamiento sonaran.
Y de repente, después de tanta calma, te detienes y miras a todas partes como si de ultratumba te llegaran alarmas, y luego, si ves que nada pasa, te quedas callado y te sientas de nuevo y cierras los ojos como para regresar adonde estabas y de súbito los vuelve a poner pequeños como si tú ejecutaras miradas.
Amigo, tu sueño se me parece tanto al de muchos hombres, pero a pesar de eso, tú eres tan humilde, tan hecho a tu medida, que algo me hace no dudar que tu nombre navega por cuerdas infinitas.
Perro, muchos todavía no entienden los Ángeles que llevas disueltos, por eso no cuesta nada tirarte piedras cuando te ven por las calles; por eso te tiran las sobras que todos dejaron sobre la mesa; pero no le hagas caso: ellos ignoran que tú le sirves de espejo; ellos ignoran que tus sarnas y tus pulgas te adornan cuando no existe nadie quien te cure y te bañe.
Perro amigo, si supieras que a fondo, allá donde descanso no tienes la espátula; deseo sentarme como tú lo haces para cuando me hablen duro o me ofendan quedarme tranquilo bajando la perra mirada; para cuando me tiren en un basurero edificar allí mi felicidad y mis palacios; para cuando alguien pase y me vea con la mirada en alto desglosando la brisa, le comente a todos: “Miren a este perro sentado con tanta calma poner los ojos pequeños como si él pensara”.
HACIA LAS ENTRAÑAS DE UN BOSQUE.
En un bosque se bifurcaron dos caminos, y yo...Yo
tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia.
Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
Caminando por el bosque la brisa sacudió mi cuerpo y me sentí libre. Setenta y tres siglos adentro de mí, libre, encendiéndose mechas en mis adentros que hasta ese momento dormían. Y comencé a correr cual infante bosque adentro.
Y llovió mi corrida por el bosque mojado. Y vi morir centenares de lunas cayendo justamente a mis lados. Y sentí tantas veces en mis latidos los latidos de la tarde, tanto, que llegué a contemplar atardeceres saliendo desde mi pecho. Y de súbito el instinto mordió mi sangre convirtiéndome en salvaje que ahora corría feroz bosque adentro.
En mi corrida, cada vez más la frondas me cubrían y como a ellas me creció el cabello. Y eché raíces hondas en el suelo que por tanto tiempo había ignorado y eché raíces hondas aún en tierras amargas. Y cuando vine a mirar hacia atrás, ya estaba bastante lejos.
Y cuando vine a mirar por encima de mi hombro, me dije: “No tiene sentido volver hacia atrás”.
CUENTIPOEMA: SOLDADITOS DE PLÁSTICO
Qué bello traje de puro verde tienen. Qué bello casco donde la noche se pierde y qué hermoso fusil. Qué viva la patria, soldados que viva, y que nunca tiemble en sus bocas una flor.
Vamos a enseñarles a aquellos rezagados el significado de las palabras guerra y sangre. ¡Hacia delante, guerreros! Nuestras botas tienen hambre de comer cucarachas.
Sientan la vibración de la guerra. Sientan la vibración de la sangre y la muerte que nos llaman. Sientan la vibración del viento que sopla a favor de nuestro farol.
Harán sonar los fusiles todo el pelotón X y luego lo hará el pelotón Y. Tres segundos después dejarán caer las bombas como fondo y dos segundos más dejaremos escuchar el estruendo de nuestros misiles, que nuestros aviones águilas bien sabrán ejecutar.
¿Saben por qué, soldados bordados a tijera y papel, por qué no haremos una guerra cualquiera? Haremos una sinfónica: estrepitosa y melódica como la sinfonía número dos de Beethoven.
Y Que todo suene, soldados, que todo caiga, se desplome, se hunda. ¡Que todo vuele, soldados como nunca volarán los pájaros, como nunca volará la herida! De la flor que se nos muere en el mismo centro del planeta! Que todo vuele soldados, que todo vuele.
Ah! Una última cosa, soldaditos de sangre, de plástico, de valor
y de Nada: nunca abran los ojos; que ni a los caudales de sus mentes os llegue la idea: pues si los abren, verán que son niños los que juegan a la guerra con nosotros. (Con su veleidad ingenua de corbatas enmohecidas por las vendas) nos aprietan por la cintura o la cabeza y nos mueven de un lugar a otro.
Nunca lo hagan porque se les desvanecerá su sangre y su orgullo de guerrero al sentirse tristes y humillados. Pues verán a los padres del niño blanco de cabello rubio y lengua alegre comprarle bolsas de soldaditos de plásticos para enviarlo junto a ustedes arrancarle la armonía al desierto. Pues se darán cuenta que su drama no posee sinfonía; es todo el envés de la obra de Beethoven.
¡Ay, nunca lo abran! Que ni por los riachuelos de sus pensamientos os llegue la idea, porque hasta allí pueden llegar a hacer verdes sus uniformes y sus cascos les pueden quedaran grandes en la cabeza.
VENDAS OBSOLETAS
Vendas obsoletas, por eso al caminar dos pasos se ven caer las lunas, los castillos y toda creación del ensueño. Porque no hay sueño sino una espada adherida donde residen los pulsos de los ojos indelebles.
Y hecha el tiempo callos, callos amargos. Porque se hace espinoso ver todo cuando se están desplomando los pétalos rosas de los ojos que ya no duermen.
CAUTIVÁNDOME ME LIBERASTE
Ardían las cadenas de mis interiores.
Ardía el sepulcro que me guardaba.
Ardía agrio hasta el aliento que me sostenía.
Ardía la llama y yo fui las cenizas.
En esos entones apareciste Con una rara manera de desprender ademanes, cual cólera del encanto, cual beso sublime que de toda razón nos aleja.
Y viendo tus ojos de fuego al compás de los movimientos de tus alas, fue como al suelo cayeron las cadenas que me aprisionaban. Y sin esperarlo, como a ti me crecieron las alas, entonces fue cuando me di cuenta que cautivándome me liberabas.
NAIPES EMBRIAGADOS
Naipes embriagados con las cartas del que duerme. Algunos con el corazón rojo, otros con la vida de cuadros y yace una parte moribundo con el corazón ya negro.
¡Pero todos!: dejan sus huellas en la pista calorosa.
Y creen jugar el juego de su vida.
Y creen que se viran y esperan su suerte.
Ignorando que la brisa es el semblante de los castillos invisibles que pasan.
Ignorando que hay dedos fuertes…muy fuertes que viran a su modo sus frágiles cuerpos. Y pasan las décadas y los siglos y siguen los naipes embriagados con el letargo profundo del que solo duerme.
DISLA
(MIEMBRO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)
NUEVOS POEMAS DE LEONI DISLA
YO SÉ
Yo sé que algunas veces resulta difícil arrancarles paredes a las sienes. Y que cuando la llovizna es menuda la tierra moja su cuerpo.
Yo sé que dentro del vértigo de la oscuridad las manos andan perdidas y torpes los pies se desesperan y que el enigma siempre nos apasiona aunque nunca llegamos al fondo de su fosa.
Yo sé que las noches nunca fueron agrias y el verbo no fue frío cuando bebíamos el cáliz de nuestros corazones. Y que fuimos esa extraña cascada de colores de la cual nunca cesamos de admirarnos.
Aunque también sé que la copa que contenía el alma tibia forjada por ambos la hundimos en un mar sin caracoles. Sólo porque pesan las paredes sobre las sienes y el vivir con ellas es difícil como cuando la llovizna tiene aliento de cebolla y se nos humedece toda la cara.
Esto lo sé y lo comprendo con los camellos de la mirada.
Pero aún sigue mi canto sin abrigo tratando de desaparecerse entre los ramajes de la brisa.
Pero aún sigo buscando garras pesadas para arrancarme este amargo reloj de arena que se me ha clavado con un sol en el pecho.
PERDIDO
Perdido, en los calabozos azules de tu ser, en los castillos helados de tus palabras. Perdido, sin algún arcaico remedio que valga, como las ovejas que van rumbo al matadero.
Mis alas respiran tu cuerpo, la flor que siempre eres. Y en la línea que separa el bienestar de la desgracia: mis manos juegan a los dioses besando tu nombre.
Perdido, aun más cada segundo como si el tren del tiempo se llevara toda salida a su paso.
Perdido, en el paisaje que eres adonde un unicornio marino ileso siempre me lleva. Perdido, en las cuencas de tu mirada en donde casi siempre pierdo una partida de ajedrez con el señor siglo.
Perdido, y el malecón de mi asombro se va abajo con la melodía que eres.
Y el músculo es espuma que agoniza.
Y los ojos se me disuelven por tus calles.
Y mis manos florecen en tus tierras. Y la lluvia no me da para narrarlo. Y los versos se me desprenden cuando te veo. Y este mundo nunca poseyó tantos colores. Y ningún piano me habló de similar melodía.
Vida, algún carro celeste corre por los rieles de tu estatura o algunas estrellas se sembraron en la tierra que eres.
Pero si algo daría por cierto, es que estoy perdido y esparcido en ti y tu silencio como los Ángeles bélicos que no abrigan temor a la vida ni a la muerte.
SI TAN SÓLO LAS PIEDRAS…
Si las piedras del camino le dijeran algo, como por ejemplo las veces que ella le ha puesto alas a mis noches.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo…Quizás así entendería que he venido de recorrer trescientos años a buscarla. Quizás así el cielo me permitiría tenerla entre mis brazos.
Pero como el traje de las cabras no es de lino y las piedras nunca hablan por el camino que lleva a su casa: por eso sé que de este modo nuca entendería la manera tenue en que la quiero.
Pero si tan sólo las piedras le dijeran algo, no faltarían palabras; ni la luna, ni el mono de un idilio brincando entre las rojas ramas.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, sí, las mismas que le ahogan, ella entendería las veces que la he soñado.
YO NO TENGO OJOS…
Yo no tengo ojos para olvidarte. He iluso no soy cuando digo que viajo por tus venas. Píntame otra palabra color sangre con tu boca marinera, pues la palabra olvido es un enfermo quirúrgico muriendo en garras cenicientas.
Háblame con tu voz color canela y verás como silenciosa mi mirada te contesta. Yo no conozco el camino que me lleve a tu olvido, pues llega la tarde y no es hasta que vuela como gaviota y se va despacito por las vías del crepúsculo, que comienzo a dejar de escuchar el tenue piano de tu sonrisa.
Y así pasa con las noches y con las mañanas, con la exactitud de los puntos cardinales, y con toda la fuerza de los elementos del universo. Y así pasa cuando me muevo a diestra o siniestra; cuando visito el mar y sus marejadas; cuando en mutismo me dejan sus piedras; cuando no se terminan de ir para siempre sus espumas; cuando camino y escucho la tierra henchida de pensamiento, la tierra henchida y seca de tanto pensar.
Y así de igual modo con todo el canto liviano, arcaico y conmovedor que con todos los siglos ha guardado en sus regazos el universo: el mundo sólo a ti me refleja.
Es así, esa es mi verdad desmantelada, mi verdad sin amuletos ni ornamentos. Mi verdad de verano y de invierno la que he escavado con la espátula de los años, la que a fuerza de luz, calor y sonido, se mantiene.
Por ello ni pienses que te conocí para olvidarte, y créeme que no soy iluso cuando digo que olvidarte es esperar que se me sequen las venas. Por eso que se pinte otra palabra en el indeleble cuadro de nuestro amor de mirra y canela, pues la palabra olvido es un muerto que sin cenizas en antaño enteramos su osamenta.
TU
Si doblo una esquina en la ciudad o paseo por las embalsamadas tierras del campo, allí estás insinuándome tu presencia de amuletos.
Si me retiro con mi olvido a las tibias gotas de pintura del cuadro donde pinto la guitarra desgarrada, allí estás, con ojos, cejas, mirada y cuerpo paridos de colores.
Cuando me sumerjo en una de las ventanas del alba, ya estás; amaneces viva y resplandeciente ante mis ojos.
Y si respiro o escucho con mis poros la lluvia, allí estás extinguiendo violines, resucitando imágenes alcoholizadas de piel y de aliento, evaporando las horas rotas de mi aburrido almanaque.
¡Oh, tú en mis caminos, en cada sombra, en cada árbol! Tú sólo tú en las noches: infinitas, flacas o cenicientas, altas u hondas; en las páginas de un libro; en el niño que canta, que ríe o que llora; en la flor que se abre al mundo; en la brevedad de un trozo de nube de barro o de un copo de luz.
Todas las cosas que miro me llevan a ti. Eres todas las cosas y el mundo: la tierra y todo el universo. Por eso cuando doblo la esquina, cuando el piano se mece en los sesos y las campanas tirita la miel madura, mientras un libro en un charco se ahoga, sólo te veo a ti, sólo estás tú, como si no hubiese en mi mundo otro mundo, como si no brillase en todo el estrellado cielo otro nombre.
RABIA 1
Mi instinto animal se perfila en la taberna donde vino ha dejar los huesos de antaño. Algunas hierbas celestes me permiten subsistir en este valle donde cada segundo despiertan apologías sin palabras, cosas que de súbito me hacen pensar que hubiera sido mejor nacer sin dientes en los ojos ya que a lo mejor de este modo relucieran más los dientes que me pusieron en la cara.
Estas y mil cosas se me queman en la mirada, como quien de súbito se encuentra mordiéndose el instinto. ¿Pero quién es la loza para rebatirle quién la hizo por su forma o tamaño al artesano?
Por ello agradecido en este valle donde se respiran apologías rotas me trago mi incertidumbre y mis palabras y vuelo junto a las aves de mi pueblucho a otros ríos donde pueda beber las rocas no labradas, ya que todo el mundo le da una idea diferente al mismo cuadro.
Me marcho de mi nido y de esta taberna me alejo de mis calles y de mis trinos también me alejo, igual de esta oceánica ciudad y de mí mismo donde nada influya en mi puro instinto abonado con los años.
RABIA 2
En cada gota de cólera despiertan tormentas de fuego en mi mirada, quemando todo lo que es vientre en mi vientre. Porque me saltan los ojos a las calles y yo salgo como loco a recogerlos. Porque no bien se nos pone los pañales cuando ya andamos sembrando con horror el instinto.
Todo porque dejamos que los años nos mutilen las orejas y nos implanten en los ojos otros ojos de piratas. Todo porque amanecemos odiándonos y clavándonos dagas de todos los colores y todos los puñales en el vientre.
Y como tenemos ojos de piratas no nos damos cuenta que una llaga en la sangre tarda siglos en curarse. Todo por dejar que los años nos mastiquen el cuerpo y las entrañas, que levantemos la mirada con manojos de imágenes desconocidas y somos las cabras con metrallas en la boca y puyas en los ojos actuando bajo fuerzas desconocidas.
Entonces vemos el mundo tragándose al mundo, el entierro de los huéspedes, la mutilación de su sangre y el resto que sobra lo tapamos con hojarascas del olvido. Todo porque una cuerda nos infla las vejigas y nos sentimos más gordo que el mundo, con dedos entre gatillos que no asimilan, con cabeza llena de basura y bencina, más grande que el propio mundo; con tarántulas haciendo cabriolas en los sesos, con multitudes de guerras sin vencer en nuestro vientre.
Oh, en cada gota que se vierte del reloj al pasillo siento que se nos cae el mundo, siento que se nos cae la luz a pedazos, y sólo me queda la Señora cólera asiéndome estrago en la garganta; sembrándome túneles negro en la garganta, mientras a un globo lleno de animales se le pierde la mirada en el espacio. Mientras una esfera se le ahoga luz en los charcos como un horizonte incierto. Así la rabia se me va convirtiendo en savia amarga en el vientre, la garganta y el pecho.
VERDE MAÑANA
Esta mañana es verde, verde, y a su fondo, rayos grises que se precipitan con un mendrugo de una noche de esas que son largas. Pero sigue verde la mañana, verde hasta sucumbir. Verde que amanece. Mañana que atardece tras su búsqueda infinita de la más corta brevedad. Mañana verde donde el mutismo se convierte en una espada que escribe en las piedras.
ASÍ Y NADA MÁS
Así como existen muchas clases de verdes, muchas clases de infiernos de hambre y de muerte; así como es el Polo Norte de frío y puede derretirse en cualquier momento, asimismo es la palabra: polifacética espada que corta no sé cuántos lados.
OLVIDO
La luna crece y mengua para presentarse con diferentes rostros y diferentes colores. De esa misma manera aprendí a olvidarte. Y como si se le escapara de repente el sol a la primavera, ya no puedo encontrarte, aunque mis ojos te palpen.
SI TAN SÓLO LAS PIEDRAS…
Si las piedras del camino le dijeran algo, como por ejemplo las veces que ella le ha
puesto alas a mis noches.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, quizás así entendería que he venido de recorrer trescientos años a buscarla, quizás así el cielo me permitiría tenerla entre mis brazos.
Pero como el traje de las cabras no es de lino y las piedras nunca hablan por el camino que lleva a su casa, por eso sé que de este modo nunca entendería la manera tenue en que la quiero.
Pero si tan sólo las piedras le dijeran algo, no faltarían palabras, ni la luna, ni el mono de un idilio brincando entre las ramas.
Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, sí, las mismas que le ahogan, ella entendería las veces que la he soñado.
LOS CRISTALES ROTOS DE MARLÍN
Los cristales rotos de Marlín llevan las alas cortadas. Cayeron un día del invierno cuando desde las mejillas (alba de Marlín) como perlas blandas se deslizaban.
Los cristales rotos de Marlín forjaban su castillo de luna transparente, pero ya entre los escombros no existen las noches estrelladas, ni los Ángeles tejiendo un mar de ilusiones, ni los días claros de bellos soles.
Se quebraron como el universo que lo abriga todo: los cristales suntuosos del castillo de Marlín. Y bajo aquel cielo hecho penumbra, habla la grieta por el filo de un pedazo de espejo; habla la mirada de Marlín muda y perdida; hablan las piedras mientras el corazón le arde y calla la espuma como si el pozo salado de Marlín quisiera hacerse eterno. Y besa el polvo un castillo azul, hecho ceniza y nostalgia.
CIEN LATIDOS
Cien latidos hondos, y a poco vislumbro las bisagras de la puerta.
Cien latidos, y percibo por los ojos del vértigo que llueve fuerte aquí adentro.
Cien latidos hondos, y en este diminuto pasillo el mar ante mis ojos se desvanece.
Diez latidos más, como éstos, y caeré como piano de sexto piso entre mis entrañas.
EL ÁRBOL
En la ribera el árbol sosegado perece. Y le llega por una ventanilla imágenes de los días que con ánimo furibundo destroza la brisa, como tenue recuerdo de lo mucho que ha cambiado. Es que ahora su mirada rueda cual moneda de cobre por la gran alfombra y como maleta en su espalda su mirar cansado y trémulo se desliza por su voz y su cuerpo. El árbol fenece. Ve como se le escurre el tiempo entre sus dedos; ve como se le traslada la vida, sin más sombras ni karmas, sin más guerras y espadas.
El árbol ha muerto. Cayó en un sitio lejos como lejos se van a morir los caballos. Perdió la noción de esta vida y del tiempo que hace poco estuvo vislumbrando entre sus dedos. Perdió la noción de este plano y de la osamenta que dejó tendida en esta tierra.
En poco tiempo será polvo que retornará al universo de donde vino. En poco tiempo será olvidado como sólo en esta tierra se olvida.
HONDA LA NOCHE.
La noche se hace honda y vuela lejos la mirada. Ha incendiado la tarde, haciendo fallecer el fulgor fulminante de los fotones. Fotones que ahora yacen oscuros como espurios pétalos encendidos.
Y en un taxi de esos cósmicos se ha elevado en la lejanía del universo la memoria y el corazón. ¿Por qué se va haciendo larga, ancha y perfecta la noche? Poema que los mares profundos no podrán contener mucho menos contestar.
Y se va atrapando en sus propios encantos la noche; y da pifia por pisadas el alma, fruto del vino de la noche que cae levemente cual si fuese rocío. Y va transmutándose la noche, como en espuma, como en cartón, como en las alas blancas de la nada. Y van mutando los versos, los segundos, las caricias, los rostros y las lunas, cual avalancha de lo incierto que va arropando lo que encuentre a su paso.
La noche se hace honda y vuela lejos el alma, y vuela lejos todo, y yo, ya no encuentro mi regreso.
CUENTIPOEMA: LAS DOS PALABRAS QUE ME DIO EL PEREGRINO PERRO.
Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas
y respuestas se encuentran en el perro.
Franz Kafka (1883-1924) Escritor checoslovaco).
Una vez más allí te veo perro amigo, sentado con la misma posición de siempre: con la mirada en alto como quien descifra el mensaje de la brisa que rosa tu cara y con los ojos pequeñitos como si las cuerdas de tu pensamiento sonaran.
Y de repente, después de tanta calma, te detienes y miras a todas partes como si de ultratumba te llegaran alarmas, y luego, si ves que nada pasa, te quedas callado y te sientas de nuevo y cierras los ojos como para regresar adonde estabas y de súbito los vuelve a poner pequeños como si tú ejecutaras miradas.
Amigo, tu sueño se me parece tanto al de muchos hombres, pero a pesar de eso, tú eres tan humilde, tan hecho a tu medida, que algo me hace no dudar que tu nombre navega por cuerdas infinitas.
Perro, muchos todavía no entienden los Ángeles que llevas disueltos, por eso no cuesta nada tirarte piedras cuando te ven por las calles; por eso te tiran las sobras que todos dejaron sobre la mesa; pero no le hagas caso: ellos ignoran que tú le sirves de espejo; ellos ignoran que tus sarnas y tus pulgas te adornan cuando no existe nadie quien te cure y te bañe.
Perro amigo, si supieras que a fondo, allá donde descanso no tienes la espátula; deseo sentarme como tú lo haces para cuando me hablen duro o me ofendan quedarme tranquilo bajando la perra mirada; para cuando me tiren en un basurero edificar allí mi felicidad y mis palacios; para cuando alguien pase y me vea con la mirada en alto desglosando la brisa, le comente a todos: “Miren a este perro sentado con tanta calma poner los ojos pequeños como si él pensara”.
HACIA LAS ENTRAÑAS DE UN BOSQUE.
En un bosque se bifurcaron dos caminos, y yo...Yo
tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia.
Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
Caminando por el bosque la brisa sacudió mi cuerpo y me sentí libre. Setenta y tres siglos adentro de mí, libre, encendiéndose mechas en mis adentros que hasta ese momento dormían. Y comencé a correr cual infante bosque adentro.
Y llovió mi corrida por el bosque mojado. Y vi morir centenares de lunas cayendo justamente a mis lados. Y sentí tantas veces en mis latidos los latidos de la tarde, tanto, que llegué a contemplar atardeceres saliendo desde mi pecho. Y de súbito el instinto mordió mi sangre convirtiéndome en salvaje que ahora corría feroz bosque adentro.
En mi corrida, cada vez más la frondas me cubrían y como a ellas me creció el cabello. Y eché raíces hondas en el suelo que por tanto tiempo había ignorado y eché raíces hondas aún en tierras amargas. Y cuando vine a mirar hacia atrás, ya estaba bastante lejos.
Y cuando vine a mirar por encima de mi hombro, me dije: “No tiene sentido volver hacia atrás”.
CUENTIPOEMA: SOLDADITOS DE PLÁSTICO
Qué bello traje de puro verde tienen. Qué bello casco donde la noche se pierde y qué hermoso fusil. Qué viva la patria, soldados que viva, y que nunca tiemble en sus bocas una flor.
Vamos a enseñarles a aquellos rezagados el significado de las palabras guerra y sangre. ¡Hacia delante, guerreros! Nuestras botas tienen hambre de comer cucarachas.
Sientan la vibración de la guerra. Sientan la vibración de la sangre y la muerte que nos llaman. Sientan la vibración del viento que sopla a favor de nuestro farol.
Harán sonar los fusiles todo el pelotón X y luego lo hará el pelotón Y. Tres segundos después dejarán caer las bombas como fondo y dos segundos más dejaremos escuchar el estruendo de nuestros misiles, que nuestros aviones águilas bien sabrán ejecutar.
¿Saben por qué, soldados bordados a tijera y papel, por qué no haremos una guerra cualquiera? Haremos una sinfónica: estrepitosa y melódica como la sinfonía número dos de Beethoven.
Y Que todo suene, soldados, que todo caiga, se desplome, se hunda. ¡Que todo vuele, soldados como nunca volarán los pájaros, como nunca volará la herida! De la flor que se nos muere en el mismo centro del planeta! Que todo vuele soldados, que todo vuele.
Ah! Una última cosa, soldaditos de sangre, de plástico, de valor
y de Nada: nunca abran los ojos; que ni a los caudales de sus mentes os llegue la idea: pues si los abren, verán que son niños los que juegan a la guerra con nosotros. (Con su veleidad ingenua de corbatas enmohecidas por las vendas) nos aprietan por la cintura o la cabeza y nos mueven de un lugar a otro.
Nunca lo hagan porque se les desvanecerá su sangre y su orgullo de guerrero al sentirse tristes y humillados. Pues verán a los padres del niño blanco de cabello rubio y lengua alegre comprarle bolsas de soldaditos de plásticos para enviarlo junto a ustedes arrancarle la armonía al desierto. Pues se darán cuenta que su drama no posee sinfonía; es todo el envés de la obra de Beethoven.
¡Ay, nunca lo abran! Que ni por los riachuelos de sus pensamientos os llegue la idea, porque hasta allí pueden llegar a hacer verdes sus uniformes y sus cascos les pueden quedaran grandes en la cabeza.
VENDAS OBSOLETAS
Vendas obsoletas, por eso al caminar dos pasos se ven caer las lunas, los castillos y toda creación del ensueño. Porque no hay sueño sino una espada adherida donde residen los pulsos de los ojos indelebles.
Y hecha el tiempo callos, callos amargos. Porque se hace espinoso ver todo cuando se están desplomando los pétalos rosas de los ojos que ya no duermen.
CAUTIVÁNDOME ME LIBERASTE
Ardían las cadenas de mis interiores.
Ardía el sepulcro que me guardaba.
Ardía agrio hasta el aliento que me sostenía.
Ardía la llama y yo fui las cenizas.
En esos entones apareciste Con una rara manera de desprender ademanes, cual cólera del encanto, cual beso sublime que de toda razón nos aleja.
Y viendo tus ojos de fuego al compás de los movimientos de tus alas, fue como al suelo cayeron las cadenas que me aprisionaban. Y sin esperarlo, como a ti me crecieron las alas, entonces fue cuando me di cuenta que cautivándome me liberabas.
NAIPES EMBRIAGADOS
Naipes embriagados con las cartas del que duerme. Algunos con el corazón rojo, otros con la vida de cuadros y yace una parte moribundo con el corazón ya negro.
¡Pero todos!: dejan sus huellas en la pista calorosa.
Y creen jugar el juego de su vida.
Y creen que se viran y esperan su suerte.
Ignorando que la brisa es el semblante de los castillos invisibles que pasan.
Ignorando que hay dedos fuertes…muy fuertes que viran a su modo sus frágiles cuerpos. Y pasan las décadas y los siglos y siguen los naipes embriagados con el letargo profundo del que solo duerme.
VÍCTOR PEÑA
PORTADA DEL DÉCIMO POEMARIO DE PEDRO OVALLES
PEDRO OVALLES
MIEMBROS DEL TALLER TRIPLE LLAMA DE MOCA
MIEMBROS DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA
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Reunión del Taller sábado 24/07/10
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- Pedro Ovalles
- Moca, Espaillat, Dominican Republic
- Educador y poeta mocano. Autor de nueve libros de poesía. Y otro de ensayos. Director del Liceo Nocturno del Distrito Municipal de Monte de la Jagua, Moca, provincia Espaillat, Rep. Dom. Sub-director del Colegio Porfirio Morales de Moca. Coordinador del Taller Literario Triple Llama de Moca.