viernes, 15 de julio de 2011

POEMAS RECIENTES DE LUIS ALFREDO JIMENEZ

¿CUÁL ES MI NOMBRE?

¿Cuál es mi nombre para soplarlo en el fuego igual que otras cosas que sabía? Es el más silencioso y sin embargo se consume haciendo ruidos entre las llamas. Debió ser inventado igual como se inventa una mentira. Apenas me atrevo a entrar en el sitio que fue escrito. Tal es mi nombre. Lo he logrado sin arte alguno, pues fue hecho por mentirosos, por eso mienten al pronunciarlo. Me quedo frio al oír esa masa de palabras que no hace otra cosa más que perderse en el viento formando un ser humano imaginario. Esas graciosas letras no parecen ser un lenguaje, aunque se escuche como una voz. Es un rumor digno de atención, y nada más.

DEL VERSO AL DIABLO

De todas partes te escucho. De entre todas las noches salen tus palabras como un golpe en mi rostro. Tus pasos relampaguean de un lado a otro descolgando el tiempo a pedazos. Oscilan en mi lengua los escarabajos de tu aliento, pudriendo mi alma, retorciendo los lazos del fuego, lanzándolos como escamas calentadas sobre mi muerta piel. Veo pasar las nubes: me parecen vapores que brotan del pecho del infierno. Se alza mi sangre hasta el cielo como una saeta que se clava en la carne azul de los ángeles. Me has sepultado vivo; me has hecho crecer hacia abajo como una sombra que no alcanza su suelo, que se hunde cual gota cuajada en el lodo. Mis ojos saltan como ranas sobre la luna, desde aquí donde me quemaste mis alas; trago las piedras que de lo alto caen por los ramales del viento, una tras otra hasta levantar paredes en mi garganta. Harto el diablo de ser tan diablo se le han quitado las ganas de fastidiar.

CARROÑERA DE MI ALMA

1

No vendrás. Y si me preguntas; éramos dos queriendo ser uno, dos noches de luna; eso fuimos: el silencio bajo el agua y el agua misma. Mis manos eran como raíces que se alimentaban de tu cuerpo; bebiendo el agua de tus labios encontraba otra forma de existir. Sobre los marcos de tu frente encontraba otra forma de respirar, mientras me perdía en mí y a la vez me encontraba en ti. Te fuiste, te has ido, aunque sigues aquí, mientras permanezco pegado a ti y a mí mismo. No vendrás, y si me preguntas, éramos dos gotas de sangre viajando por el filo de un puñal, una mirada repartida entre dos paisajes iguales, eso fuimos: dos hilos enredados por el viento y a la vez el viento mismo.

2

Desapareciste antes de llegar a ser una desconocida; antes que yo te olvidara apareciste como un líquido en mi mejilla. Una parte tuya se detuvo en el fondo de mi ser sin encontrar por donde salir; se quedó como mi sangre sin mirar hacia afuera, sujetada en los caminos de mi cuerpo. No te he visto y aun así no puedo borrarte de mis sueños. Te mueres toda la noche. Creo que yo te maté y me dejé morir detrás de ti. Pienso en tu nombre. Es como el rastro que deja una llama en la piel; se pierde en el sonido de mi voz que lo repite, aunque se escucha como un fino susurro escondido en mi memoria. No sé cuál es, pero es tu nombre.

3

Las cadenas cayeron de un salto y no soy libre para liberarte de la caja de mi pecho. Tú eres la que te alejas de él clavando tus ojos como un abrazo que no sujeta nada. Te vas, pero no marchas, sólo te mezclas con el polvo que arrastra el viento. No tengo más que perder, pues en una sola noche has parido todas las flores de mis amarguras; todas como una sola, carroñera de mi alma, oh salen del abismo donde dormían. Olvidaste que mis manos eran dos desconocidas cuando te acercabas, buscaban siempre como entrar por donde entra la vida en tu blanco semblante. Tu sombra se disipa como un vapor sin forzar los lazos que la sujetan. A todo vuelvo mi rostro en busca del tuyo; fuera el que fuera, eres tú a quien busco: ¡ay, carroñera de mi alma!

REUNIÓN DE COPAS

Reunidas aquí las copas, vuelvo a beber, vuelvo a conocer la envoltura en que viajan los perfumes del vino; deseada figura que gruñes desde la sangre con picos y garras, reflejo de luz que se estrecha con el seno de la muerte y se disuelve suavemente en las copas de mi alma. Se ha desabrochado mi pecho, pues dentro nada hay más que desiertos y licores amargos. El tiempo estrujado por unas manos pequeñas, escapa girando; las horas con el cuello largo caen en fosas profundas y se agitan dentro del saco de la noche como queriendo saltar a otras noches. Mi mirada zarandea en las configuraciones de unos cuerpos que se alejan chapuceados por los vientos de mis despechos; permanezco añadido a las paredes, casi dentro de ellas, amontonado en los salones inmensos de una soledad embriagada por mis rezos. Libra por libra se desvanece la mañana; eterna la noche, eterna la sed, vuelvo a beber las copas aquí reunidas.

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