domingo, 10 de abril de 2011

POEMAS RECIENTES DE LEONI DISLA

POEMAS RECIENTES DE LEONI
DISLA

(MIEMBRO DEL TALLER LITERARIO TRIPLE LLAMA DE MOCA)


NUEVOS POEMAS DE LEONI DISLA

YO SÉ

Yo sé que algunas veces resulta difícil arrancarles paredes a las sienes. Y que cuando la llovizna es menuda la tierra moja su cuerpo.

Yo sé que dentro del vértigo de la oscuridad las manos andan perdidas y torpes los pies se desesperan y que el enigma siempre nos apasiona aunque nunca llegamos al fondo de su fosa.

Yo sé que las noches nunca fueron agrias y el verbo no fue frío cuando bebíamos el cáliz de nuestros corazones. Y que fuimos esa extraña cascada de colores de la cual nunca cesamos de admirarnos.

Aunque también sé que la copa que contenía el alma tibia forjada por ambos la hundimos en un mar sin caracoles. Sólo porque pesan las paredes sobre las sienes y el vivir con ellas es difícil como cuando la llovizna tiene aliento de cebolla y se nos humedece toda la cara.

Esto lo sé y lo comprendo con los camellos de la mirada.

Pero aún sigue mi canto sin abrigo tratando de desaparecerse entre los ramajes de la brisa.

Pero aún sigo buscando garras pesadas para arrancarme este amargo reloj de arena que se me ha clavado con un sol en el pecho.

PERDIDO

Perdido, en los calabozos azules de tu ser, en los castillos helados de tus palabras. Perdido, sin algún arcaico remedio que valga, como las ovejas que van rumbo al matadero.

Mis alas respiran tu cuerpo, la flor que siempre eres. Y en la línea que separa el bienestar de la desgracia: mis manos juegan a los dioses besando tu nombre.

Perdido, aun más cada segundo como si el tren del tiempo se llevara toda salida a su paso.

Perdido, en el paisaje que eres adonde un unicornio marino ileso siempre me lleva. Perdido, en las cuencas de tu mirada en donde casi siempre pierdo una partida de ajedrez con el señor siglo.

Perdido, y el malecón de mi asombro se va abajo con la melodía que eres.

Y el músculo es espuma que agoniza.
Y los ojos se me disuelven por tus calles.

Y mis manos florecen en tus tierras. Y la lluvia no me da para narrarlo. Y los versos se me desprenden cuando te veo. Y este mundo nunca poseyó tantos colores. Y ningún piano me habló de similar melodía.

Vida, algún carro celeste corre por los rieles de tu estatura o algunas estrellas se sembraron en la tierra que eres.

Pero si algo daría por cierto, es que estoy perdido y esparcido en ti y tu silencio como los Ángeles bélicos que no abrigan temor a la vida ni a la muerte.

SI TAN SÓLO LAS PIEDRAS…

Si las piedras del camino le dijeran algo, como por ejemplo las veces que ella le ha puesto alas a mis noches.

Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo…Quizás así entendería que he venido de recorrer trescientos años a buscarla. Quizás así el cielo me permitiría tenerla entre mis brazos.

Pero como el traje de las cabras no es de lino y las piedras nunca hablan por el camino que lleva a su casa: por eso sé que de este modo nuca entendería la manera tenue en que la quiero.

Pero si tan sólo las piedras le dijeran algo, no faltarían palabras; ni la luna, ni el mono de un idilio brincando entre las rojas ramas.

Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, sí, las mismas que le ahogan, ella entendería las veces que la he soñado.

YO NO TENGO OJOS…

Yo no tengo ojos para olvidarte. He iluso no soy cuando digo que viajo por tus venas. Píntame otra palabra color sangre con tu boca marinera, pues la palabra olvido es un enfermo quirúrgico muriendo en garras cenicientas.

Háblame con tu voz color canela y verás como silenciosa mi mirada te contesta. Yo no conozco el camino que me lleve a tu olvido, pues llega la tarde y no es hasta que vuela como gaviota y se va despacito por las vías del crepúsculo, que comienzo a dejar de escuchar el tenue piano de tu sonrisa.

Y así pasa con las noches y con las mañanas, con la exactitud de los puntos cardinales, y con toda la fuerza de los elementos del universo. Y así pasa cuando me muevo a diestra o siniestra; cuando visito el mar y sus marejadas; cuando en mutismo me dejan sus piedras; cuando no se terminan de ir para siempre sus espumas; cuando camino y escucho la tierra henchida de pensamiento, la tierra henchida y seca de tanto pensar.

Y así de igual modo con todo el canto liviano, arcaico y conmovedor que con todos los siglos ha guardado en sus regazos el universo: el mundo sólo a ti me refleja.

Es así, esa es mi verdad desmantelada, mi verdad sin amuletos ni ornamentos. Mi verdad de verano y de invierno la que he escavado con la espátula de los años, la que a fuerza de luz, calor y sonido, se mantiene.

Por ello ni pienses que te conocí para olvidarte, y créeme que no soy iluso cuando digo que olvidarte es esperar que se me sequen las venas. Por eso que se pinte otra palabra en el indeleble cuadro de nuestro amor de mirra y canela, pues la palabra olvido es un muerto que sin cenizas en antaño enteramos su osamenta.

TU

Si doblo una esquina en la ciudad o paseo por las embalsamadas tierras del campo, allí estás insinuándome tu presencia de amuletos.

Si me retiro con mi olvido a las tibias gotas de pintura del cuadro donde pinto la guitarra desgarrada, allí estás, con ojos, cejas, mirada y cuerpo paridos de colores.

Cuando me sumerjo en una de las ventanas del alba, ya estás; amaneces viva y resplandeciente ante mis ojos.

Y si respiro o escucho con mis poros la lluvia, allí estás extinguiendo violines, resucitando imágenes alcoholizadas de piel y de aliento, evaporando las horas rotas de mi aburrido almanaque.

¡Oh, tú en mis caminos, en cada sombra, en cada árbol! Tú sólo tú en las noches: infinitas, flacas o cenicientas, altas u hondas; en las páginas de un libro; en el niño que canta, que ríe o que llora; en la flor que se abre al mundo; en la brevedad de un trozo de nube de barro o de un copo de luz.

Todas las cosas que miro me llevan a ti. Eres todas las cosas y el mundo: la tierra y todo el universo. Por eso cuando doblo la esquina, cuando el piano se mece en los sesos y las campanas tirita la miel madura, mientras un libro en un charco se ahoga, sólo te veo a ti, sólo estás tú, como si no hubiese en mi mundo otro mundo, como si no brillase en todo el estrellado cielo otro nombre.

RABIA 1

Mi instinto animal se perfila en la taberna donde vino ha dejar los huesos de antaño. Algunas hierbas celestes me permiten subsistir en este valle donde cada segundo despiertan apologías sin palabras, cosas que de súbito me hacen pensar que hubiera sido mejor nacer sin dientes en los ojos ya que a lo mejor de este modo relucieran más los dientes que me pusieron en la cara.

Estas y mil cosas se me queman en la mirada, como quien de súbito se encuentra mordiéndose el instinto. ¿Pero quién es la loza para rebatirle quién la hizo por su forma o tamaño al artesano?

Por ello agradecido en este valle donde se respiran apologías rotas me trago mi incertidumbre y mis palabras y vuelo junto a las aves de mi pueblucho a otros ríos donde pueda beber las rocas no labradas, ya que todo el mundo le da una idea diferente al mismo cuadro.

Me marcho de mi nido y de esta taberna me alejo de mis calles y de mis trinos también me alejo, igual de esta oceánica ciudad y de mí mismo donde nada influya en mi puro instinto abonado con los años.

RABIA 2

En cada gota de cólera despiertan tormentas de fuego en mi mirada, quemando todo lo que es vientre en mi vientre. Porque me saltan los ojos a las calles y yo salgo como loco a recogerlos. Porque no bien se nos pone los pañales cuando ya andamos sembrando con horror el instinto.

Todo porque dejamos que los años nos mutilen las orejas y nos implanten en los ojos otros ojos de piratas. Todo porque amanecemos odiándonos y clavándonos dagas de todos los colores y todos los puñales en el vientre.

Y como tenemos ojos de piratas no nos damos cuenta que una llaga en la sangre tarda siglos en curarse. Todo por dejar que los años nos mastiquen el cuerpo y las entrañas, que levantemos la mirada con manojos de imágenes desconocidas y somos las cabras con metrallas en la boca y puyas en los ojos actuando bajo fuerzas desconocidas.

Entonces vemos el mundo tragándose al mundo, el entierro de los huéspedes, la mutilación de su sangre y el resto que sobra lo tapamos con hojarascas del olvido. Todo porque una cuerda nos infla las vejigas y nos sentimos más gordo que el mundo, con dedos entre gatillos que no asimilan, con cabeza llena de basura y bencina, más grande que el propio mundo; con tarántulas haciendo cabriolas en los sesos, con multitudes de guerras sin vencer en nuestro vientre.

Oh, en cada gota que se vierte del reloj al pasillo siento que se nos cae el mundo, siento que se nos cae la luz a pedazos, y sólo me queda la Señora cólera asiéndome estrago en la garganta; sembrándome túneles negro en la garganta, mientras a un globo lleno de animales se le pierde la mirada en el espacio. Mientras una esfera se le ahoga luz en los charcos como un horizonte incierto. Así la rabia se me va convirtiendo en savia amarga en el vientre, la garganta y el pecho.

VERDE MAÑANA

Esta mañana es verde, verde, y a su fondo, rayos grises que se precipitan con un mendrugo de una noche de esas que son largas. Pero sigue verde la mañana, verde hasta sucumbir. Verde que amanece. Mañana que atardece tras su búsqueda infinita de la más corta brevedad. Mañana verde donde el mutismo se convierte en una espada que escribe en las piedras.

ASÍ Y NADA MÁS

Así como existen muchas clases de verdes, muchas clases de infiernos de hambre y de muerte; así como es el Polo Norte de frío y puede derretirse en cualquier momento, asimismo es la palabra: polifacética espada que corta no sé cuántos lados.

OLVIDO

La luna crece y mengua para presentarse con diferentes rostros y diferentes colores. De esa misma manera aprendí a olvidarte. Y como si se le escapara de repente el sol a la primavera, ya no puedo encontrarte, aunque mis ojos te palpen.

SI TAN SÓLO LAS PIEDRAS…

Si las piedras del camino le dijeran algo, como por ejemplo las veces que ella le ha
puesto alas a mis noches.

Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, quizás así entendería que he venido de recorrer trescientos años a buscarla, quizás así el cielo me permitiría tenerla entre mis brazos.

Pero como el traje de las cabras no es de lino y las piedras nunca hablan por el camino que lleva a su casa, por eso sé que de este modo nunca entendería la manera tenue en que la quiero.

Pero si tan sólo las piedras le dijeran algo, no faltarían palabras, ni la luna, ni el mono de un idilio brincando entre las ramas.

Si tan sólo las piedras del camino le dijeran algo, sí, las mismas que le ahogan, ella entendería las veces que la he soñado.

LOS CRISTALES ROTOS DE MARLÍN

Los cristales rotos de Marlín llevan las alas cortadas. Cayeron un día del invierno cuando desde las mejillas (alba de Marlín) como perlas blandas se deslizaban.

Los cristales rotos de Marlín forjaban su castillo de luna transparente, pero ya entre los escombros no existen las noches estrelladas, ni los Ángeles tejiendo un mar de ilusiones, ni los días claros de bellos soles.

Se quebraron como el universo que lo abriga todo: los cristales suntuosos del castillo de Marlín. Y bajo aquel cielo hecho penumbra, habla la grieta por el filo de un pedazo de espejo; habla la mirada de Marlín muda y perdida; hablan las piedras mientras el corazón le arde y calla la espuma como si el pozo salado de Marlín quisiera hacerse eterno. Y besa el polvo un castillo azul, hecho ceniza y nostalgia.

CIEN LATIDOS

Cien latidos hondos, y a poco vislumbro las bisagras de la puerta.

Cien latidos, y percibo por los ojos del vértigo que llueve fuerte aquí adentro.

Cien latidos hondos, y en este diminuto pasillo el mar ante mis ojos se desvanece.

Diez latidos más, como éstos, y caeré como piano de sexto piso entre mis entrañas.

EL ÁRBOL

En la ribera el árbol sosegado perece. Y le llega por una ventanilla imágenes de los días que con ánimo furibundo destroza la brisa, como tenue recuerdo de lo mucho que ha cambiado. Es que ahora su mirada rueda cual moneda de cobre por la gran alfombra y como maleta en su espalda su mirar cansado y trémulo se desliza por su voz y su cuerpo. El árbol fenece. Ve como se le escurre el tiempo entre sus dedos; ve como se le traslada la vida, sin más sombras ni karmas, sin más guerras y espadas.

El árbol ha muerto. Cayó en un sitio lejos como lejos se van a morir los caballos. Perdió la noción de esta vida y del tiempo que hace poco estuvo vislumbrando entre sus dedos. Perdió la noción de este plano y de la osamenta que dejó tendida en esta tierra.

En poco tiempo será polvo que retornará al universo de donde vino. En poco tiempo será olvidado como sólo en esta tierra se olvida.

HONDA LA NOCHE.
La noche se hace honda y vuela lejos la mirada. Ha incendiado la tarde, haciendo fallecer el fulgor fulminante de los fotones. Fotones que ahora yacen oscuros como espurios pétalos encendidos.
Y en un taxi de esos cósmicos se ha elevado en la lejanía del universo la memoria y el corazón. ¿Por qué se va haciendo larga, ancha y perfecta la noche? Poema que los mares profundos no podrán contener mucho menos contestar.
Y se va atrapando en sus propios encantos la noche; y da pifia por pisadas el alma, fruto del vino de la noche que cae levemente cual si fuese rocío. Y va transmutándose la noche, como en espuma, como en cartón, como en las alas blancas de la nada. Y van mutando los versos, los segundos, las caricias, los rostros y las lunas, cual avalancha de lo incierto que va arropando lo que encuentre a su paso.
La noche se hace honda y vuela lejos el alma, y vuela lejos todo, y yo, ya no encuentro mi regreso.
CUENTIPOEMA: LAS DOS PALABRAS QUE ME DIO EL PEREGRINO PERRO.
Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas
y respuestas se encuentran en el perro.

Franz Kafka (1883-1924) Escritor checoslovaco).


Una vez más allí te veo perro amigo, sentado con la misma posición de siempre: con la mirada en alto como quien descifra el mensaje de la brisa que rosa tu cara y con los ojos pequeñitos como si las cuerdas de tu pensamiento sonaran.

Y de repente, después de tanta calma, te detienes y miras a todas partes como si de ultratumba te llegaran alarmas, y luego, si ves que nada pasa, te quedas callado y te sientas de nuevo y cierras los ojos como para regresar adonde estabas y de súbito los vuelve a poner pequeños como si tú ejecutaras miradas.

Amigo, tu sueño se me parece tanto al de muchos hombres, pero a pesar de eso, tú eres tan humilde, tan hecho a tu medida, que algo me hace no dudar que tu nombre navega por cuerdas infinitas.

Perro, muchos todavía no entienden los Ángeles que llevas disueltos, por eso no cuesta nada tirarte piedras cuando te ven por las calles; por eso te tiran las sobras que todos dejaron sobre la mesa; pero no le hagas caso: ellos ignoran que tú le sirves de espejo; ellos ignoran que tus sarnas y tus pulgas te adornan cuando no existe nadie quien te cure y te bañe.

Perro amigo, si supieras que a fondo, allá donde descanso no tienes la espátula; deseo sentarme como tú lo haces para cuando me hablen duro o me ofendan quedarme tranquilo bajando la perra mirada; para cuando me tiren en un basurero edificar allí mi felicidad y mis palacios; para cuando alguien pase y me vea con la mirada en alto desglosando la brisa, le comente a todos: “Miren a este perro sentado con tanta calma poner los ojos pequeños como si él pensara”.

HACIA LAS ENTRAÑAS DE UN BOSQUE.

En un bosque se bifurcaron dos caminos, y yo...Yo
tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia.

Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.

Caminando por el bosque la brisa sacudió mi cuerpo y me sentí libre. Setenta y tres siglos adentro de mí, libre, encendiéndose mechas en mis adentros que hasta ese momento dormían. Y comencé a correr cual infante bosque adentro.

Y llovió mi corrida por el bosque mojado. Y vi morir centenares de lunas cayendo justamente a mis lados. Y sentí tantas veces en mis latidos los latidos de la tarde, tanto, que llegué a contemplar atardeceres saliendo desde mi pecho. Y de súbito el instinto mordió mi sangre convirtiéndome en salvaje que ahora corría feroz bosque adentro.

En mi corrida, cada vez más la frondas me cubrían y como a ellas me creció el cabello. Y eché raíces hondas en el suelo que por tanto tiempo había ignorado y eché raíces hondas aún en tierras amargas. Y cuando vine a mirar hacia atrás, ya estaba bastante lejos.
Y cuando vine a mirar por encima de mi hombro, me dije: “No tiene sentido volver hacia atrás”.

CUENTIPOEMA: SOLDADITOS DE PLÁSTICO

Qué bello traje de puro verde tienen. Qué bello casco donde la noche se pierde y qué hermoso fusil. Qué viva la patria, soldados que viva, y que nunca tiemble en sus bocas una flor.

Vamos a enseñarles a aquellos rezagados el significado de las palabras guerra y sangre. ¡Hacia delante, guerreros! Nuestras botas tienen hambre de comer cucarachas.

Sientan la vibración de la guerra. Sientan la vibración de la sangre y la muerte que nos llaman. Sientan la vibración del viento que sopla a favor de nuestro farol.
Harán sonar los fusiles todo el pelotón X y luego lo hará el pelotón Y. Tres segundos después dejarán caer las bombas como fondo y dos segundos más dejaremos escuchar el estruendo de nuestros misiles, que nuestros aviones águilas bien sabrán ejecutar.

¿Saben por qué, soldados bordados a tijera y papel, por qué no haremos una guerra cualquiera? Haremos una sinfónica: estrepitosa y melódica como la sinfonía número dos de Beethoven.

Y Que todo suene, soldados, que todo caiga, se desplome, se hunda. ¡Que todo vuele, soldados como nunca volarán los pájaros, como nunca volará la herida! De la flor que se nos muere en el mismo centro del planeta! Que todo vuele soldados, que todo vuele.

Ah! Una última cosa, soldaditos de sangre, de plástico, de valor
y de Nada: nunca abran los ojos; que ni a los caudales de sus mentes os llegue la idea: pues si los abren, verán que son niños los que juegan a la guerra con nosotros. (Con su veleidad ingenua de corbatas enmohecidas por las vendas) nos aprietan por la cintura o la cabeza y nos mueven de un lugar a otro.

Nunca lo hagan porque se les desvanecerá su sangre y su orgullo de guerrero al sentirse tristes y humillados. Pues verán a los padres del niño blanco de cabello rubio y lengua alegre comprarle bolsas de soldaditos de plásticos para enviarlo junto a ustedes arrancarle la armonía al desierto. Pues se darán cuenta que su drama no posee sinfonía; es todo el envés de la obra de Beethoven.

¡Ay, nunca lo abran! Que ni por los riachuelos de sus pensamientos os llegue la idea, porque hasta allí pueden llegar a hacer verdes sus uniformes y sus cascos les pueden quedaran grandes en la cabeza.

VENDAS OBSOLETAS

Vendas obsoletas, por eso al caminar dos pasos se ven caer las lunas, los castillos y toda creación del ensueño. Porque no hay sueño sino una espada adherida donde residen los pulsos de los ojos indelebles.
Y hecha el tiempo callos, callos amargos. Porque se hace espinoso ver todo cuando se están desplomando los pétalos rosas de los ojos que ya no duermen.

CAUTIVÁNDOME ME LIBERASTE

Ardían las cadenas de mis interiores.
Ardía el sepulcro que me guardaba.
Ardía agrio hasta el aliento que me sostenía.
Ardía la llama y yo fui las cenizas.
En esos entones apareciste Con una rara manera de desprender ademanes, cual cólera del encanto, cual beso sublime que de toda razón nos aleja.
Y viendo tus ojos de fuego al compás de los movimientos de tus alas, fue como al suelo cayeron las cadenas que me aprisionaban. Y sin esperarlo, como a ti me crecieron las alas, entonces fue cuando me di cuenta que cautivándome me liberabas.

NAIPES EMBRIAGADOS

Naipes embriagados con las cartas del que duerme. Algunos con el corazón rojo, otros con la vida de cuadros y yace una parte moribundo con el corazón ya negro.
¡Pero todos!: dejan sus huellas en la pista calorosa.
Y creen jugar el juego de su vida.
Y creen que se viran y esperan su suerte.
Ignorando que la brisa es el semblante de los castillos invisibles que pasan.
Ignorando que hay dedos fuertes…muy fuertes que viran a su modo sus frágiles cuerpos. Y pasan las décadas y los siglos y siguen los naipes embriagados con el letargo profundo del que solo duerme.

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