sábado, 12 de enero de 2013


LA  RENOVACIÓN POÉTICA DEL SIGLO XX EN REPÚBLICA DOMINICANA
Por Favio Luis Candelier
(Miembro del Taller Literario Triple Llama)

La poesía en República dominicana ha tenido exponentes prominentes. El siglo XIX fue uno de los que más robusteció el género, este momento esplendoroso de nuestra poesía lo conforman: Salomé Ureña, José Joaquín Pérez y Gastón Fernando Deligne, tres pilares donde descansa la modernidad de nuestra poesía de la época en sus vertientes patriótica, indigenista y psicológica. Pero no es sino en el siglo XX cuando nuestra poesía alcanza la categoría de moderna, con el surgimiento de las vanguardias.  
El siglo XX marca el punto de partida de la renovación poética dominicana, pues la tradición rítmica en la poesía dominicana era notable en todos los intelectuales escritores de finales del siglo XIX e inicio del XX. Se ha establecido el 1888 como inicio del último movimiento de poesía tradicional con rima y ritmo que se produjo antes de la introducción del vanguardismo, este fue el modernismo, cuyos representantes más notables fueron: Valentín Giró con “Ecos mundanos”, Osvaldo Bazil con “Rosales en flor” y Altagracia Saviñón con “Mi vaso verde”. La mayoría de los textos dominicanos modernistas apenas registraron algunos aspectos estilísticos de la corriente protagonizada por Rubén Darío, ya que sus autores estaban más preocupados por la problemática local que por las inquietudes estéticas Rubendariana. El fundador del modernismo en República dominicana fue el destacado poeta y diplomático Osvaldo Bazil con su obra “Rosales en flor”. 
El modernismo afronta su primer flagelo en 1917, cuando se inicia el primer movimiento renovador de la poesía dominicana, el 10 de noviembre de 1917 con el poema “Arabesco”, se inicia en la revista “La primada de América”, el vedrinismo, comandado por Otilio Vigil Díaz, único representante (por lo menos hasta el lapso que se considera duró el vedrinismo), pues mucho tiempo después se uniría a esta tendencia Zacarías Espinal, como el único adepto del vedrinismo, quien cultivó una poesía letrista basada en sonoridades. El vedrinismo no recibió apoyo del vulgo para trascender, pues era un movimiento atrevido para lo que el crítico estaba acostumbrado a escudriñar, y también porque fue la primera renovación en toda Latinoamérica, por lo que era algo novedoso desde toda perspectiva; hay que resaltar que  en ese contexto el país estaba más atento a la situación político-social, ante una inminente ocupación norteamericana. Sin embargo, el vedrinismo tiene un mérito insoslayable en la literatura dominicana, especialmente en la poesía, es la introducción del verso libre y por tanto de la vanguardia, elementos que marcaron la modernidad poética en nuestra literatura. Los textos más representativos del vedrinismo fueron: “Galeras de pafos”, “Góndolas”, “Miserere patriótico”… 
Por otra parte y teniendo a Otilio Vigil Díaz como precursor, en 1921 se desarrolla otro movimiento que refuerza la renovación poética del vedrinismo y afianza el vanguardismo dominicano; este parte con el poema “Aspiración” del sumo pontífice de este movimiento, Domingo Moreno Jiménez. El postumismo descubre de un modo amplio, y por primera vez, la tierra dominicana, el sentido racial y el sentido morfológico de nuestra realidad. El origen del vocablo postumista deriva de que en la poesía de sus integrantes, siempre trata el tema de la muerte, ahondando más en ese tema y como lo póstumo es lo que va después de la muerte, de ahí el nombre. 
Con el postumismo definitivamente languidecen las influencias de Darío en nuestra poesía, pues con él la tradición poética dominicana se renueva y sacude para incubar nuevas voces que la fortalecen. Ya que, el postumismo se desarrolla en el contexto de la primera intervención norteamericana (1916-1924), en ese contexto resulta claro que la actitud de rebeldía anarquizante del vedrinismo no podía ser asimilada por una sociedad que tenía otras urgencias más perentorias que atender, por esto se debe el éxito obtenido por los postumistas que sí asumieron como programa poético una escritura realista de las instancias más inmediatas de la vida cotidiana dominicana. 
Además de Moreno Jiménez con “Aspiración”, “psalmo”, “Mi vieja se muere”, “La hija reintegrada”…integraron el postumismo, Andrés Avelino garcía con “Fantaseos”, “Panfleto postumista”…y Rafael Augusto Zorrilla con “Albricias”.  Predominan en la poesía postumista los temas relacionados con el paisaje, la existencia y con la actitud psicológica ante la vida. 
El postumismo consideraba que se debía eliminar de la tradición literaria, el pasado literario universal y además estaba en contra de los movimientos literarios de su época: surrealismo, dadaísmo… éstos son sus grandes defectos, con ello se negaba a la renovación de su literatura. Fue una reacción en contra de la modernidad poética inaugurada por las vanguardias más importantes de comienzo del siglo XX. Su descuido del idioma es muy conocido y como escuela cayó en lo absurdo de no tener presente que la poesía universal ha recorrido siglos y que tiene una vida y una historia que viene condicionando toda obra poética valiosa que realice.
A este movimiento le sigue la Poesía Sorprendida, el grupo más pujante y de una gran apertura estética, conformado por grandes poetas como Franklin Mieses Burgos, Antonio Fernández Spencer,  Aída Cartagena Portalatín, Freddy Gatón Arce, entre otros. Este conjunto de poetas tenía como lema la “poesía con el hombre universal”, pues no concebían la literatura como repetición, sino como una creación abierta a todas las influencias y a todos los movimientos que se producían en el mundo. En tal sentido, constituye una reacción en contra de los poetas del postumismo, pues estos rechazaban todo influjo externo en la literatura.
Los poetas sorprendidos tratan de experimentar la libertad en el poema a través de la integración del sueño, de las realidades subjetivas de nuestra vida psíquica y de las asociaciones inconscientes, estos procedimientos aparecen en el poema Vlía  de Freddy Gatón Arce, en una clara influencia del surrealismo  francés, capitaneado por Andrés Bretón, cuya finalidad era la exploración del mundo interior.
A este grupo se deben creaciones tan prominentes como: “Clima de eternidad”, “Una mujer está sola”, “Vlía”, “víspera del sueño”, “Paisaje con un merengue al fondo”, “Retiro hacia la luz”, etc. Lo que da muestra de su sólida madurez literaria y al afianzamiento del vanguardismo en nuestra poesía…
Se conoce como Independientes de los 40 en la literatura dominicana a un grupo reducido de escritores que se resistió originalmente a formar parte de las agrupaciones vigentes, muchas de las cuales estaban patrocinadas por la dictadura trujillista. Ellos son: Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral, Tomás Hernández Franco, Pedro Mir, Octavio Guzmán Carretero, Francisco Domínguez Charro y Carmen Natalia Martínez. El nombre Independientes, se explica por sí solo. La mayoría de ellos vivió en el exilio y esa circunstancia los ubicó a en zonas geográficas distintas, provocando así distanciamiento físico que impidió la agrupación de los mismos bajo un lema común. Y, del 40, por la década en que dieron a conocer algunos de sus textos más representativos. Héctor Incháustegui Cabral publicó Poemas de una sola angustia (Santo Domingo, 1940); Tomás Hernández Franco, Yelidá (El Salvador, 1942); Manuel del Cabral, Compadre Mon (Bogotá, 1943); Pedro Mir, Hay un país en el mundo (La Habana, 1949).
 A pesar de la distancia que los separaba hay en ellos algunas características comunes bien definidas: a) afirmación de lo dominicano, b) preocupación social, c) vida en el extranjero y, d) expresión sencilla. Los Independientes del 40, señala Daisy Cocco De Filippis, "Comparten  la creencia  de que  su poesía debe  nutrirse de los  valores y  las  preocupaciones nacionales" (Estudios semióticos, 54). A diferencia de los postumistas, que se apartaron del dolor y sufrimiento humano a cambio de exaltar la naturaleza y el color local, los Independientes del 40 armaron su poesía en base a las preocupaciones sociales y a la problemática política del dominicano.
De los Sorprendidos se desprende otro grupo de poetas antitrujillistas llamados la Generación del 48, conformada, entre otros, por Víctor Villegas, Máximo Avilés Blonda,Lupo Hernández Rueda, Luís Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez, Abelardo Vicioso, etc.
En los años sesenta, a raíz de la caída del régimen de Trujillo, surgen los escritores de laGeneración del Sesenta con Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Francisco, René del Risco,Jeannette Miller y Miguel Alfonseca.
Los acontecimientos políticos ocurridos entre 1961 y 1965 sirvieron para que la juventud de entonces expresara libremente todo lo que la tiranía trujillista le había impedido decir. La poesía fue uno de los principales recursos utilizados por esos jóvenes para exteriorizar sus inquietudes políticas y sociales y para combatir la corrupción que irrumpió en casi todos los rincones de la sociedad dominicana.
En la misma década, y como consecuencia de la Guerra de abril del 65, surge el movimiento llamado Poetas de Postguerra (o Joven Poesía), con Mateo Morrison, Andrés L. Mateo, Enriquillo Sánchez, Tony Raful, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio ySoledad Álvarez, entre otros.
En los años ochenta aparece un movimiento poético que funda una ruptura con aquella generación al desentenderse de lo ideológico y de la circunstancia histórica, creando una poesía del pensamiento y la reflexión sobre otros temas: no ya lo social, sino lo filosófico, la muerte y lo erótico.
Entre esos poetas están  Leandro Morales,  José Mármol,  Plinio Chahín,  Dionisio de Jesús, Médar Serrata,  Pedro Ovalles,  Víctor Bidó,  José Alejandro Peña, etc.
Cabe destacar poetas de transición de finales de los años setenta y principios de los ochenta, como José Enrique García, autor del libro El fabulador y Cayo Claudio Espinalcreador del Movimiento Contextualista y autor de los libros Utopía de los vínculos,Banquetes de aflicción, Comedio (entre gravedad y risa), Las políticas culturales en la República Dominicana, La mampara y Clave de estambre.
También de transición, aparece en 1993 Preeminencia del tiempo, de Leopoldo Minaya, tal vez la obra poética fundamental de la última década del siglo XX, caracterizada por un sincretismo estético y estilístico que integra el canon clásico a las diversas escuelas de vanguardia, revelando una angustia existencial que remonta a las esencias mismas del espíritu humano.
En esencia, los movimientos de vanguardia inauguraron un nuevo modo de ver la literatura, pues tratan de romper con la tradición e introducir la novedad, caracterizada por la irracionalidad y la locura como fuentes de inspiración del arte, estos rasgos se encuentran indudablemente en nuestra modernidad poética, la ansiedad de romper con la tradición y de crear una poesía amétrica en ausencia de la retórica literaria. 

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