viernes, 25 de enero de 2013


DUARTE: SÍMBOLO DE AUTÉNTICA LIBERTAD
! Todo poder dominicano está y deberá estar siempre limitado por la ley y ésta por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca. 
Juan Pablo Duarte

Por Pedro Ovalles


Juan Pablo Duarte no tan sólo representa el símbolo de nuestra Independencia Nacional. Además de nuestro Padre de la Patria, representa otras condiciones sociales, económicas y políticas, cuya existencia real de las mismas es imprescindible para que nuestra sociedad llegue a sentirse en paz, libre y en democracia.
El propio Ideario de Duarte nos da una pauta para comprender a profundidad el alcance de sus ideas libertarias.  Según él: “Hay palabras que por las ideas que revelan llaman nuestra atención y atraen nuestra simpatía hacia los seres que las pronuncian”. Es conveniente explicarles a las actuales generaciones el trasfondo significativo de esas palabras que simbolizan una nación verdaderamente democrática, libre, soberana y en paz: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre… -dice Duarte.
Duarte quiso una Patria así: “Puesto que el gobierno se establece para bien general de la asociación y de los asociados…”. Nadie puede negar que en la actualidad nuestra Patria carezca de paz. Esto, si entendemos “paz” como el resultado de condiciones sociales y económicas óptimas para toda la colectividad. Hay paz en una sociedad cuando no hay tanta o ninguna hambre, miseria, insalubridad, abandono o marginación de toda índole.
Entonces, ¿se puede hablar de que en República Dominicana hay paz? Si paz es como la entienden algunos: tranquilidad colectiva, no alteración del orden público, entre otras acepciones más, entonces sí podemos decir que la hay. Pero sucede que la significación de ese concepto va más allá de esa simple definición. ¿Se puede hablar que aquí hay paz con una tasa de mortalidad infantil tan alta producto de la desnutrición tan ascendente cada día más? Una inflación indetenible. Constantemente los precios de los artículos de la canasta familiar disparándose. ¡Y de la medicina ni hablar, tampoco de los carburantes! ¿Eso es tener paz? ¿Eso es democracia? ¿Eso es Independencia? ¿Eso es ser libre?
Duarte entendía esos conceptos muy bien: “El Gobierno debe mostrarse justo y enérgico... o no tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”. Sabía el alcance significativo de esos vocablos. Por esas razones, y otras más, es que se hace necesario que se enfoque el Ideario duartiano desde una óptica no mediatizada, no desde la usual pose de algunos políticos e historiadores que han hecho posible que la población tenga un concepto estrecho o muy limitado de lo que significa la figura de Duarte para los dominicanos, y para el futuro del país como sociedad con un alto porcentaje de seres humanos con deficiencias y/o necesidades diversas.
No puede existir democracia en un pueblo donde las calles estén transitadas por tantos mendigos. En barrios y campos, hombres y mujeres, niños y ancianos que reflejan una sociedad de marcadas desigualdades, injusticias profundas: un abandono casi colectivo; todo un cuadro de deshumanización alarmante, descabellada.
No es que seamos pesimistas, exagerados. No. La cruda objetividad, la dura realidad de la mayoría de nuestra población no es para menos. Hay quienes lo niegan; hay quienes opinan que ésta es una sociedad donde en su mayoría el “sueño” de Duarte se está logrando. Si ello es así, confieso que estoy equivocado. Pero dejémonos de pensar en lo que otros puedan pensar al leer este texto.
Continuemos desarrollando nuestras ideas; continuemos interpretando como quiso Duarte que nuestra Patria fuera. Él lo dijo bien claro: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; sed unidos, así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro, al veros libres, felices, independientes y tranquilos”. Entonces, ¿estamos los dominicanos cumpliendo con ese deber?, ¿hay justicia social y económica? Sean ustedes, amigos y amigas, lectores, quienes se contesten a sí mismos.
Él añoró, reiteramos: la paz, la libertad, la felicidad, la democracia. Todos anhelamos una verdadera democracia. No la que nuestros políticos de ayer y de hoy, ya en el poder, han querido y quieren construirnos. Una democracia sólo en y con palabras. Una democracia que sólo sea libertad de expresión, libre tránsito. ¿Acaso esas solas condiciones suponen una real democracia?
Sobre la demagogia Duarte fue contundente al afirmar sin rodeo: “Nada hacemos con estar excitando al pueblo y conformarnos con esa disposición, sin hacerla servir para un fin positivo, práctico y trascendental”. Con esos términos se opone a falsas esperanzas, a vanas promesas que sólo sirven para excitar nuestros deseos de auténtica democracia.
Los dominicanos deseamos o necesitamos una real democracia, una auténtica libertad para poder decir y sentir que somos libres, soberanos e independientes. Queremos una verdadera reducción de la pobreza, no de palabras, sino de hechos. Que no haya tanta desnutrición, tanta miseria, tantos hombres y mujeres sin empleos, sin poderse ganar el pan de su sustento diario. En fin: no queremos un desarrollo desigual.
Necesitamos que efectivamente se combata la pobreza. Sabemos que ya se ha logrado echar de nuestro suelo a los intrusos invasores; sin embargo, ahora somos presas de la pobreza tanto material como espiritual. Una intrusa que la hemos prohijado nosotros mismos. Con ese flagelo, ¿cómo podemos vivir –según las propias palabras de Duarte–: “libres, felices, independientes y tranquilos, y en perfecta unión y armonía”? Porque no hemos sabido ser justos, que es el “primer deber del hombre”.
En conclusión, por eso se hace impostergable inculcarles a las actuales generaciones el deber de concluir el “sueño” patriótico que tuvo Duarte. Y aún nos sigue diciendo: “Seguid, jóvenes amigos, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima a la grandiosa obra de nuestra regeneración política…”.


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