DUARTE: SÍMBOLO DE AUTÉNTICA LIBERTAD
! Todo poder dominicano está y deberá estar siempre
limitado por la ley y ésta por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno
lo que en derecho le pertenezca.
Juan
Pablo Duarte
Por Pedro Ovalles
Juan Pablo Duarte no
tan sólo representa el símbolo de nuestra Independencia Nacional. Además de
nuestro Padre de la Patria, representa otras condiciones sociales, económicas y
políticas, cuya existencia real de las mismas es imprescindible para que
nuestra sociedad llegue a sentirse en paz, libre y en democracia.
El propio Ideario de Duarte nos da una pauta para
comprender a profundidad el alcance de sus ideas libertarias. Según él: “Hay palabras que por las ideas que
revelan llaman nuestra atención y atraen nuestra simpatía hacia los seres que
las pronuncian”. Es conveniente explicarles a las actuales generaciones el trasfondo
significativo de esas palabras que simbolizan una nación verdaderamente
democrática, libre, soberana y en paz: “Sed justos lo primero, si queréis ser
felices. Ese es el primer deber del hombre… -dice Duarte.
Duarte quiso una
Patria así: “Puesto que el gobierno se establece para bien general de la
asociación y de los asociados…”. Nadie puede negar que en la actualidad nuestra
Patria carezca de paz. Esto, si entendemos “paz” como el resultado de
condiciones sociales y económicas óptimas para toda la colectividad. Hay paz en
una sociedad cuando no hay tanta o ninguna hambre, miseria, insalubridad,
abandono o marginación de toda índole.
Entonces, ¿se puede
hablar de que en República Dominicana hay paz? Si paz es como la entienden
algunos: tranquilidad colectiva, no alteración del orden público, entre otras
acepciones más, entonces sí podemos decir que la hay. Pero sucede que la
significación de ese concepto va más allá de esa simple definición. ¿Se puede
hablar que aquí hay paz con una tasa de mortalidad infantil tan alta producto
de la desnutrición tan ascendente cada día más? Una inflación indetenible.
Constantemente los precios de los artículos de la canasta familiar
disparándose. ¡Y de la medicina ni hablar, tampoco de los carburantes! ¿Eso es
tener paz? ¿Eso es democracia? ¿Eso es Independencia? ¿Eso es ser libre?
Duarte entendía esos
conceptos muy bien: “El Gobierno debe mostrarse justo y enérgico... o no
tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”.
Sabía el alcance significativo de esos vocablos. Por esas razones, y otras más,
es que se hace necesario que se enfoque el Ideario
duartiano desde una óptica no mediatizada, no desde la usual pose de
algunos políticos e historiadores que han hecho posible que la población tenga
un concepto estrecho o muy limitado de lo que significa la figura de Duarte
para los dominicanos, y para el futuro del país como sociedad con un alto
porcentaje de seres humanos con deficiencias y/o necesidades diversas.
No puede existir
democracia en un pueblo donde las calles estén transitadas por tantos mendigos.
En barrios y campos, hombres y mujeres, niños y ancianos que reflejan una
sociedad de marcadas desigualdades, injusticias profundas: un abandono casi
colectivo; todo un cuadro de deshumanización alarmante, descabellada.
No es que seamos
pesimistas, exagerados. No. La cruda objetividad, la dura realidad de la
mayoría de nuestra población no es para menos. Hay quienes lo niegan; hay
quienes opinan que ésta es una sociedad donde en su mayoría el “sueño” de
Duarte se está logrando. Si ello es así, confieso que estoy equivocado. Pero
dejémonos de pensar en lo que otros puedan pensar al leer este texto.
Continuemos
desarrollando nuestras ideas; continuemos interpretando como quiso Duarte que
nuestra Patria fuera. Él lo dijo bien claro: “Sed justos lo primero, si queréis
ser felices. Ese es el primer deber del hombre; sed unidos, así apagaréis la
tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y
salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro, al veros libres,
felices, independientes y tranquilos”. Entonces, ¿estamos los dominicanos
cumpliendo con ese deber?, ¿hay justicia social y económica? Sean ustedes,
amigos y amigas, lectores, quienes se contesten a sí mismos.
Él añoró, reiteramos:
la paz, la libertad, la felicidad, la democracia. Todos anhelamos una verdadera
democracia. No la que nuestros políticos de ayer y de hoy, ya en el poder, han
querido y quieren construirnos. Una democracia sólo en y con palabras. Una
democracia que sólo sea libertad de expresión, libre tránsito. ¿Acaso esas
solas condiciones suponen una real democracia?
Sobre la demagogia
Duarte fue contundente al afirmar sin rodeo: “Nada hacemos con estar excitando
al pueblo y conformarnos con esa disposición, sin hacerla servir para un fin
positivo, práctico y trascendental”. Con esos términos se opone a falsas
esperanzas, a vanas promesas que sólo sirven para excitar nuestros deseos de
auténtica democracia.
Los dominicanos
deseamos o necesitamos una real democracia, una auténtica libertad para poder
decir y sentir que somos libres, soberanos e independientes. Queremos una
verdadera reducción de la pobreza, no de palabras, sino de hechos. Que no haya
tanta desnutrición, tanta miseria, tantos hombres y mujeres sin empleos, sin
poderse ganar el pan de su sustento diario. En fin: no queremos un desarrollo
desigual.
Necesitamos que efectivamente
se combata la pobreza. Sabemos que ya se ha logrado echar de nuestro suelo a
los intrusos invasores; sin embargo, ahora somos presas de la pobreza tanto
material como espiritual. Una intrusa que la hemos prohijado nosotros mismos.
Con ese flagelo, ¿cómo podemos vivir –según las propias palabras de Duarte–:
“libres, felices, independientes y tranquilos, y en perfecta unión y armonía”?
Porque no hemos sabido ser justos, que es el “primer deber del hombre”.
En conclusión, por
eso se hace impostergable inculcarles a las actuales generaciones el deber de
concluir el “sueño” patriótico que tuvo Duarte. Y aún nos sigue diciendo:
“Seguid, jóvenes amigos, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que
habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima a la grandiosa obra de
nuestra regeneración política…”.
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