lunes, 13 de abril de 2015

Guadalupe celebrará el cuarto Congreso de Escritores del Caribe.

Venezuela participa con la presencia del escritor Andrés Bansart.


San Juan.- La isla francesa Guadalupe será esta semana la sede del IV Congreso de Escritores del Caribe que reunirá a autores y poetas de 21 territorios de la región para hablar sobre temas como la diáspora, los viajes y la migración.

En un comunicado, la Asociación de Escritores del Caribe detalló que el encuentro tendrá lugar entre el 15 y el 18 de abril y será inaugurado por el novelista guadalupeño y exdirector regional de Asuntos Culturales de la isla Daniel Maximin.

"Esta será la primera vez que se celebra la literatura francófona" en la actividad de cuatro días, que se realiza cada dos años, según los organizadores.

Está prevista la participación de los autores Eduardo Lalo (Puerto Rico), Simone Scwarz-Bart (Guadalupe), Yolanda Wood (Cuba), Andrés Bansart (Venezuela), Elizabeth Nunez (Trinidad y Tobago), Delia Blanco (República Dominicana), Dominique Batraville (Haití) y Kwame Dawes (Jamaica), entre otros.

El congreso, patrocinado por el Consejo Regional de Guadalupe, contará también otros escritores de Antigua, Barbados, Colombia, Cuba, Guyana, Guyana francesa, Haití, Martinica, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, Santa Lucía, Trinidad y Tobago, Venezuela, y Guadalupe, entre otros.

La Asociación de Escritores del Caribe comenzó a organizar este congreso bienal en 2008 para además presentar una serie de premios a la mejor literatura de la región.

Muere el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Galeano murió como consecuencia de un cáncer de pulmón, enfermedad que lo aquejaba desde hacía meses.


Montevideo.- El escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de "Las venas abiertas de América Latina", falleció este lunes a los 74 años en Montevideo, informaron a la AFP fuentes del sanatorio en el que se encontraba internado.

Galeano, enfermo de cáncer de pulmón, estuvo internado por varios días en el sanatorio Casmu de Montevido y falleció en la mañana de este lunes. 

Eduardo Hughes Galeano, nacido el 3 de setiembre de 1940 fue un periodista, narrador y ensayista uruguayo comprometido con las causas de la izquierda que ha hurgado, a lo largo de su obra, en las profundidades y los contrastes de América Latina.

Su obra más emblemática es el ensayo "Las venas abiertas de América Latina", en el que denunció en 1970 la opresión y amargura del continente. Traducido a una veintena de idiomas, el libro intenta -según palabras del propio Galeano- "explorar la historia para impulsar a hacerla".

Falleció Günter Grass, autor de "El Tambor de Hojalata" y Premio Nobel 1999.

sábado, 11 de abril de 2015

Spot de promoción XVIII Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, República Dominicana.

El reino de Mandinga: una de las mejores novelas dominicanas.

POR JOSÉ RAFAEL LANTIGUA

Hará asunto de dos meses, tal vez, leí una pequeña esquela en uno de los diarios nacionales que daba cuenta del fallecimiento de Ricardo Rivera Aybar. Indagué con un siempre bien enterado amigo escritor para comprobar si era el novelista y cuentista que conocíamos y que teníamos muchos años sin ver. Me dijo no tener conocimiento ni haber recibido noticias sobre el caso. Días después comprobamos que era el escritor mencionado. Los escritores dominicanos, aparte de ser poco leídos por nuestros compatriotas y de sufrir los zarandeos más variados a causa de su oficio, son además, y esto alcanza ribetes de dolorosa estampa, ignorados y olvidados hasta por los de su propia especie.

Esto es viejo. Ha ocurrido tantas veces. Dejamos que se mueran los colegas de la escritura sin que ninguna institución lo recuerde, le ofrenda un justo homenaje o valore la obra legada, sea ésta del gusto o no de los que ejercemos, unos más, unos menos, este a veces ingrato menester. 

Al momento de su deceso, Rivera Aybar tenía setenta y cinco años de edad, pues había nacido en 1940. Aunque había publicado algunos de sus cuentos en el decenio sesentista en diferentes medios, su carrera literaria se inicia formalmente cuando obtiene el primer premio, en 1980, en el concurso de Casa de Teatro por su relato "El curioso y singularísimo informe de Oxry-Ovnimoron". Al año siguiente gana el premio de la desaparecida revista Letra Grande con su libro "Cuentos ozamenses de hogaño y antaño", que no recuerdo si llegó luego a publicarse. En 1984, recibe dos menciones en el certamen de Freddy Ginebra por sus narraciones breves "Problema de conciencia" y "Cómplice de la subversión". En 1989, vuelve a repetir mención en el mismo concurso, del cual se hizo asiduo, con su sabroso relato "Donoso, jocoso por lo goloso", en el que serví como jurado. Y termina ese periplo en Casa de Teatro con otro reconocimiento por su cuento "Inocencia regresó para quedarse", en 1990.

Como podemos ver, Rivera Aybar hizo toda su obra literaria en apenas un decenio, el de los ochenta, si tomamos en cuenta que su obra cumbre "El reino de Mandinga" ganó el Premio Siboney en 1985, con el respaldo de un jurado formado, nada más ni nada menos que por José Alcántara Almánzar, Virgilio Díaz Grullón y Ramón Francisco. Publicaría en 2003 su último libro, la novela "El mundo profanado de Adelaida Canales", una obra que él afirmaba que había escrito muchos años antes. Empero, creo que hoy han de ser muy pocos los escritores de las nuevas generaciones que conozcan su obra y mucho menos los que se han referido a la misma para evaluarla o reconocerla. No yerro, tal vez, si digo que, salvo apariciones en los ficheros de algunos diccionarios, solo Diógenes Céspedes y quien suscribe hemos hablado de la obra de Rivera Aybar.

Hace dieciséis años, en 1999, yo escribí sobre su novela "El reino de Mandinga", intentando rescatarla del olvido, puesto que a pesar de haber sido laureada, las ediciones de Siboney por razones de mercadeo tenían muy escasa circulación. El propio Rivera Aybar, con quien tuve pocos contactos -raras veces asistía a los convites literarios y si lo hacía no se dejaba notar- me envió su libro dedicado con estas palabras: "Me he permitido hacerle llegar este ejemplar de mi novela ganadora del premio Siboney 1985, el cual, por razones muy explicables en nuestro país, aún no ha llegado al gran público. Sírvase usted leerla. Espero que la misma le merezca algún comentario". Y claro que la leí y la comenté. Pero, cuestionaba en aquel viejo artículo por qué esta narración era ignorada por la crítica, siendo como era, y sigue siendo a mi juicio, una de las mejores novelas de nuestra historia literaria. Decía entonces que la obra referida es un gran fresco histórico sobre nuestros avatares socio-políticos, concebida con una poderosa fuerza imaginativa y un lenguaje lúcido y hermoso que identifica, y quizá iguale, a su autor, con la gran novelística latinoamericana de los últimos años del siglo veinte.

Me la jugaba entonces. Más de uno pensó y dijo que yo exageraba. No habían leído la novela, desde luego. Pero, continué abordando su contenido y trascendencia, como siempre, sin inmutarme por las críticas soterradas. Señalaba que trasponiendo personajes y hechos, pero en dinámica sintonía con las fuentes históricas, Rivera Aybar enhebra los capítulos más descollantes de nuestra historia, desde el Descubrimiento hasta la Era de Trujillo, pasando por sobre ellos mediante acrobacias lingüísticas y técnicas, vigorosamente depuradas. La tantas veces manida versión de algunos analistas literarios de que es preciso para construir la gran novela nacional, a la que se aspira alegremente, que nuestros narradores busquen sus temas en nuestra realidad, la patentiza en esta novela Rivera Aybar, asomándose a los umbrales de nuestra historia y descendiendo -luego de un firme recorrido- a los más recientes episodios de esa vivencia histórica, dejándonos demostrado que, en todo ese trayecto, él ha encontrado la cantera inigualable por donde puede afincarse una narración sólida, potente, nítida, como la que pudo construir su talentosa imaginación en "El Reino de Mandinga".

Lucanor Arias es el Almirante, y Guaracocha es el "hacedor de todas la criaturas, Señor de Inframundo". De ahí se parte, desde la génesis que apunta la lógica histórica, y a ella se irán integrando las leyendas y los mitos, la ciguapa ("criatura del absurdo"), los indígenas, Guacayaraca, el cacique amistoso que probablemente sea Guacanagarix; la fiel Loipa y sus dos hermanas, cargadas de un hermoso simbolismo; las crónicas alternadas sobre el texto central, como muestra ejemplar de las relaciones lascasacianas y colombinas.

Y, luego, el clero, la travesía del descubrimiento, las conjuras contra el Almirante, la procedencia del mestizaje, los engaños a los caribes con sus barajitas, el guatiao (pacto con el diablo para cambiar de figura), imbricadas todas estas historias con otras no menos sorprendentes como las que el autor crea para determinar el origen de la homosexualidad, el desarrollo de la libido, y la inter-conexión con realidades de otros periodos históricos posteriores.

En medio de ascendencias y descendencias, el novelista hace su original y dislocado paseo por la historia, para encontrar los antecedentes del dictador Adriano Mandarria. Aquí recrea esa realidad contemporánea con la técnica del realismo mágico, y descoyuntando los episodios de la realidad y sus propios nombres protagónicos, relata esas vivencias recogidas algunas por la oralidad, para referirnos los desajustes sicopáticos de la satrapía, su listado de aduladores atemorizados, entre los que destaca -con gran fuerza simbólica- el denominado Leoncio Ventura, personaje "de fríos nervios", que acaba al final obteniendo un ascenso en los manejos del poder que nadie pudo antes sospechar.

La capacidad de trasladar imágenes de la realidad y de interpolarlas en el texto con un sentido de unidad arbitrariamente bifurcado hacia un solo e invariable dominio temático, hace de Rivera Aybar un autor en condiciones de superar los yerros y limitaciones de nuestra novelística y de encauzarla hacia nuevas vertientes. Se le podrá sacar en cara, probablemente, su enorme influencia garciamarquiana, pero esto no es un pecado aunque muchas veces la incapacidad de algunos para cortejar este estilo con propiedad pueda señalar lo contrario. Empero, son múltiples los hallazgos narrativos que, para nuestra novelística, conquista este autor. Esas descripciones del dictador Mandarria, su vida de "chulo", sus pasiones, sus crímenes, sus conspiraciones; el genial monólogo que hace este personaje, el origen del mote de Mandinga; la poca utilización del diálogo en el texto, insertado en ocasiones con extrema economía y cuidado; los cambios inesperados en las actuaciones de los personajes, y en algunos casos, en sus propios destinos -como sucede con Mandarria- a fin de desubicar al lector que, en el encauzamiento narrativo, pretenda en algún momento ver una simple recreación histórica, cuando en verdad el propósito -felizmente logrado- es otro muy diferente. En fin, una novela sólida, estructuralmente vigorosa, de hermoso y muy bien calibrado lenguaje, que merece estar en una posición cimera dentro de la novelística dominicana actual.

Eso escribí en 1999. Diógenes Céspedes elogiaría luego, en el suplemento de El Siglo, "el buen decir y el tema" como los rasgos principales de la escritura de Rivera Aybar. Ahora ha fallecido y nadie, que sepa, en el mundillo literario lo ha recordado. Yo he querido hacerlo como un acto de homenaje a un narrador poco mencionado, muchas veces ignorado en las antologías y, sin embargo, de mucha importancia en todo el ir y venir de nuestra literatura. Un escritor me dijo en tiempo reciente que yo tenía razón cuando afirmé hace más de tres lustros que "El reino de Mandinga" era una de las mejores novelas dominicanas. Que lo que faltaba era que se leyera, que se conociera más. A lo mejor, la partida definitiva de Rivera Aybar motive a muchos a acercarse a la lectura de su novela y de su cuentística. Se lo merece.

“El reino de Mandinga”. Premio Siboney de Novela 1985. Ricardo Rivera Aybar. Ediciones Premio Siboney. Editora Taller: 1987/231 pp. A raíz de mi comentario de 1999, al no existir ejemplares de la primera edición en el mercado, Librería La Trinitaria hizo una segunda edición ese mismo año de la cual existen varios ejemplares aún en la referida tienda de libros de Virtudes Uribe.

Expresidente boliviano reivindica figura gigantesca de Malinche en conquista.

Carlos Mesa presentó en Madrid su libro "Soliloquio del "Conquistador".


MADRID. El expresidente de Bolivia Carlos Mesa reivindica la "figura gigantesca" de Malinche o Marina, colaboradora de Hernán Cortés, no sólo como indígena sino también como mujer en la conquista.

En una entrevista con Efe antes de presentar hoy en la Casa de América de Madrid su libro "Soliloquio del Conquistador", Mesa explicó que uno de los objetivos de este texto, que define como una "novela histórica", es subrayar el "papel de una mujer en el proceso de la conquista" de América por España.

Hernán Cortés como protagonista de la novela "convoca desde las brumas de la muerte a Malinche para reflexionar sobre el hecho de la conquista", explicó Mesa, quien quiere reparar la reputación de esta mujer tachada de traidora por los suyos cuando en realidad es "víctima de los aztecas".

Malinche para los aztecas, y doña Marina para los españoles, "es un caso de protagonismo femenino en una sociedad machista, tanto la española como la azteca, que se ha hundido en el enjuiciamiento tan negativo sobre ella como la traición", explicó el autor.

Destacó que "lo interesante" de la novela es que Cortés le dice a Marina que para comprender "la dimensión de lo que hemos hecho, te voy a llevar a Cajamarca para que veamos la conquista del Perú"

"Entonces aparece una comparación y una correlación del proceso de la conquista mexicana y la peruana, de Francisco Pizarro y Hernán Cortés, de Moctezuma y el inca rebelde Marco Segundo, de la figura de Bartolome de las Casas", explicó.

La novela tiene "un tono de reflexión más que de acción de lo que significa el hecho de la conquista desde la lógica de uno de los más importantes conquistadores como es Hernán Cortes", declaró el que fue presidente de Bolivia desde 2003 a 2005 sobre su libro.

Político, periodista e historiador, Mesa fue Presidente del Congreso boliviano, vicepresidente y presidente de Bolivia.

En la presentación del libro participó también el doctor en literatura hispanoamericana Juan Ignacio Siles.

La corta y verídica historia de “Comprimido”.

POR ADRIANO MIGUEL TEJADA
Gabriel García Márquez siempre fue periodista. Además, es lo que quiso ser toda la vida hasta que le cruzaron por el cerebro unas mariposas amarillas, y unos cuentos pueblerinos que colmaron su cabeza de historias que tenían que ser contadas, historias que existen en cada uno de nuestros pueblos, pero que requieren del genio de un juglar portentoso para que queden grabadas en la imaginación de todo el globo.
Darío Arismendi, en su libro Gabo no contado, refiere la obsesión de García Márquez por tener un periódico, pero no un diario cualquiera, sino “el mejor de América Latina, el mejor informado, el más verás, el más exacto”.
“No quiero que se me recuerde por Cien Años de Soledad ni por el Premio Nobel, sino por el periódico. Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca (…) Toda la vida he sido un periodista”, confesó a Arismendi.
Pues, en septiembre de 1951, cuando sólo tenía 24 años de edad, junto a su amigo y linotipista Guillermo –el Mago- Dávila, de 23, se lanzó a su primer proyecto editorial, un diario llamado Comprimido.
Dávila, por mérito propio, parecía ser un personaje de cualquiera de las novelas del Gabo. Escritor, periodista, mago, prestidigitador y pronosticador de carreras de caballos, también era linotipista en el diario El Universal de Cartagena de Indias, y el propietario del mismo le permitió que montara a Comprimido fuera de sus horas de labor.
El Mago cuenta cómo ocurrió todo: “Terminadas las labores del día, los dos salíamos a las calles de la heroica a recibir “el fresco” y a hablar. Temas como la magia, los viajes y la ansiedad del Nobel por recibir el premio de su primera novela, La Hojarasca, se apoderaban de todas las conversaciones. “Eso lo hace a uno interesarse por el hombre, no como el redactor ni como el genio, porque en ese tiempo no teníamos ni la menor idea”, dice ‘El Mago’.
Fue en una de esas tertulias nocturnas en las bóvedas de la ciudad caribeña que Dávila le dijo a Gabo:
–¿Gabriel por qué no hacemos un periódico? Se acabó ‘El Fígaro’ acá en Cartagena, ¿por qué no hacemos uno?
–¿Cómo lo llamamos? –Me pregunta-
–Comprimido– Le digo, porque todo tiene que ser corto.
Así nació el primer proyecto periodístico de ambos, “un periódico media carta de ocho paginitas en donde decimos todo lo que le pasa a Cartagena”. Gabo hacía las notas, que más parecían telegramas, mientras que ‘El Mago’, que tenía ahorrados $140 de la época, se encargaba de financiarlo, y montarlo en las dos horas siguientes para salir y repartirlo en la tarde de manera gratuita.”
Imprimir cada edición costaba 28 pesos colombianos.
Es fama que García Márquez escribía los textos de las ocho o cuatro páginas del diario, tamaño media carta, en una hora y Dávila lo montaba en dos. Comprimido era un diario gratuito que circuló seis números, del 18 al 23 de septiembre de 1951, en Cartagena, con una tirada de 1,000 ejemplares diarios. Como se puede apreciar, Comprimido lo fue hasta en su duración: apenas una semana.
En el comercio controlado por árabes, nadie le puso un anuncio, otro detalle al mejor estilo garciamarquiano.
En septiembre de 1951, cuando solo tenía 24 años de edad, junto a su amigo y linotipista Guillermo -el Mago- Dávila, de 23, se lanzó a su primer proyecto editorial, un diario llamado “Comprimido”.
El primer editorial decía: “COMPRIMIDO no es el periódico más pequeño del mundo, pero aspira a serlo con la laboriosa tenacidad con que otros aspiran a ser los más grandes. Nuestra filosofía consiste en aprovechar en beneficio propio las calamidades que se confabulan contra el periodismo moderno. La carestía de papel, la escasez de anuncios y de lectores favorecen nuestro progreso puesto que nos colocan en la circunstancia de reducir cada vez más nuestras proporciones. Esta iniciativa, como los préstamos con interés, tiene el privilegio de prosperar a costa de su propia quiebra.”
Dos novedades importantes tenía Comprimido: era gratuito, una anomalía visionaria en ese tiempo, y las noticias eran “telegrafiadas”, es decir, un formato de lectura rapidísima, otra novedad en los años 50.
El Mago Dávila conserva el permiso de publicación de Comprimido y la libreta de gastos donde están anotados los costos de cada edición. En la década de 1990, en un incendio en su casa, se perdieron los ejemplares que conservaba del diario.
El último editorial, más genial que el primero, al mejor estilo garciamarquiano, decía lo siguiente:
“Seis días después de haber tirado la primera, COMPRIMIDO lanza esta segunda piedra que tiene la sospechosa apariencia de ser la última…”.
“COMPRIMIDO dejará de circular desde hoy, aunque sólo de manera aparente. En realidad, consideramos como un triunfo nuestro –y así lo reclamamos- la circunstancia de haber sostenido durante seis días, sin una sola pérdida, una publicación diaria que según todos los cálculos cuesta un noventa y nueve por ciento más de lo que produce. Ante tan halagadoras perspectivas, no hemos encontrado un recurso más decoroso que el de comprimir este periódico hasta el límite de la invisibilidad. COMPRIMIDO seguirá circulando en su formato ideal, que ciertamente merecen para sí muchos periódicos. Desde este mismo instante, éste empieza a ser el primer periódico metafísico del mundo”.
Con este primer fracaso, comenzaba la historia…
Dos novedades importantes tenía Comprimido: era gratuito, una anomalía visionaria en ese tiempo, y las noticias eran “telegrafiadas”, es decir, un formato de lectura rapidísima, otra novedad en los años 50.
“EL OTRO”

Gabriel García Márquez siempre soñó con lanzar un diario de circulación nacional con que hubiera podido influir de manera más amplia en toda la comunidad. Soñaba con llamarlo “El Otro”, y solía contar el sueño de un señor que se acercaba a un estanquillo, y cuando el vendedor le preguntara -cuál desea, El Tiempo, El Espectador- el lector le respondiera -No, El Otro-.

Nunca llevó a cabo el proyecto.