POR MANUEL MATOS MOQUETE
El 29 de junio de 1884 nació Pedro Henríquez Ureña, el más grande intelectual dominicano del siglo XX. Es notorio, aunque todavía insuficiente, el homenaje de diversas instituciones del país al insigne dominicano, en este nuevo aniversario de su natalicio. Estas líneas se suman al festejo del espíritu que evoca ese autor en cualquiera de sus inigualables legados. Buscan poner de relieve algunos aspectos de la labor de crítico literario magistralmente ejercida por el humanista de América.
Henríquez Ureña mostró desde muy temprano un talento excepcional en la crítica literaria. Fue un crítico precoz. Algunos de sus mejores ensayos fueron publicados desde los diecinueve años: 1903, “D’Anunzio, el poeta”; 1904,“Bernard Shaw”; 1904, “Pinero”; 1905, “Oscar Wilde”; 1904, “Ariel”, obra de José Enrique Rodó; 1905, “Rubén Darío”; 1905, “José Joaquín Pérez”.
Su crítica corresponde a la más antigua y rica tradición occidental, apasionada por la búsqueda del sentido y del entendimiento natural de las cosas. Está orientada a la interpretación de las obras a partir del conocimiento de la vida de los autores, la génesis del texto y el entorno cultural.
Esa crítica se enmarca en una larga y fecunda tradición filológica que en España y América hispánica tuvo eminentes exponentes, tales como Marcelino Menéndez Pelayo, José Ortega y Gasset, Marcelino Menéndez Pidal, José Augusto Trinidad Martínez Ruiz-Azorín, Eugenio D’ Ors, Amado Alonso, Alfonso Reyes, José María Chacón y Calvo, José Enrique Rodó.
Sin ser de temperamento polémico, la crítica de Henríquez Ureña plantea los conflictos literarios y culturales del momento. Los juicios de este intelectual impactaban en su época y orientaban, principalmente a los lectores cultos, acerca del conocimiento y apreciación de importantes escritores de su tiempo y de escritores clásicos de diversas latitudes del mundo.
La crítica de Pedro Henríquez Ureña es fundamental sobre lo fundamental. Ese autor no buscaba descubrir talentos incipientes, escritores nóveles, aprendices del arte literario. Su crítica busca apuntar lo mejor de la literatura: los clásicos y los modernos, pero también los jóvenes escritores de su época, pero que reúnan una condición: ser ejemplares, como lo era Alfonso Reyes, a quien Henríquez Ureña descubrió en los inicios de la prodigiosa carrera del gran intelectual mexicano.
Dentro de esa visión, los más importantes autores del mundo y de habla hispánica fueron leídos por Henríquez Ureña, acerca de los cuales emitió juicios con la intención de presentarlos al público con una visión novedosa, distinta y muchas veces polémica, en relación con las lecturas prevalecientes, convertidas en doxa, en general procedentes de voces consagradas en América y España.
La crítica de Henríquez Ureña se fundamenta en tablas de valores, concepto empleado por él para referirse a la necesidad de apoyar la historia y la crítica literarias en “nombres centrales y libros de lectura indispensables.”
Otro rasgo de esa crítica es que se apoya en la labor de un lector consciente, sistemático y selectivo, que al emitir un juicio sobre una obra o un tema literario se encuentra armado de una vasta erudición y una profunda cultura, producto de toda una vida de lector de las mejores obras clásicas y contemporáneas, vocación cultivada en su hogar materno desde la más tierna infancia.
Henríquez Ureña era un estudioso de la cultura española, a la cual consagró dos de sus obras de crítica literaria y critica cultural:
La otra orilla. Mi España
, 1922 y
Plenitud de España
, 1940-1945. Para apreciar la profundidad de la crítica a la literatura española bastan algunas pinceladas.
En La otra orilla. Mi España
, Henríquez Ureña aborda uno de los problemas más controversiales de la literatura española, a saber, la segunda parte del Quijote. Se había creído que la segunda parte del Quijote fue lograda con un nivel menor que la primera. Contrario a esa opinión sostiene que la segunda parte, “llena de matices delicados, de sabiduría bondadosa, humana, es la que conquista todas las preferencias.”
En Plenitud de España pasa revista y evalúa, luego de Cervantes, a los más importantes autores de la literatura española, ofreciendo puntos de vista diferentes a los existentes, en gran medida porque era la apreciación distante de un americano.
Afirma acerca del Libro de buen amor del Arcipreste de Hita (Juan Ruiz) la ausencia de espiritualidad, en comparación con la Divina Comedia.
Atribuye a Tirso de Molina el mérito de haber sido el creador del personaje Don Juan, pero ve en Molière a aquél que proyectó ese personaje a escala universal.
En el teatro de Calderón de la Barca observa una tendencia a la rigidez y a la complejidad, que deja atrás la comedia fácil de Lope.
Y con respecto a Góngora afirma el valor de la forma como elemento característico de su obra.
Desde los primeros escritos críticos, Henríquez Ureña se inclina hacia la lectura con una intención clara: se propone resaltar los valores y los comportamientos humanos en las obras, dejando siempre una conclusión motivadora, espiritual y creativa, al potenciar los grandes aportes de los autores en beneficio de los lectores.
En ese sentido, es una crítica constructiva y edificante, que comienza por la sublimación del talento creativo de los autores, los cuales son perfilados mediante rasgos que singularizan sus obras, por encima del montón, en el ámbito de una cultura, un género literario o una técnica determinada.
Acorde con esa tendencia de la crítica, encontramos, dentro de la visión humanista, un énfasis en los aspectos más originales y novedosos de los autores. Cada autor es destacado por su especificidad, por encima de las influencias, las escuelas y las modas literarias.
Así, acerca de Gabriele D’Anunzio afirma: “... su originalidad nativa se sostiene y le impide copiar servilmente estilo alguno: para cada idea encuentra forma nueva y brillante.”
De José Enrique Rodó afirma: “José Enrique Rodó, uruguayo, es hoy el estilista más brillante de lengua castellana”. “La fe en el porvenir, credo de una juventud sana y noble, debe ser la bandera de la victoria. Tal es la enseñanza fundamental de José Enrique Rodó en su discurso Ariel.”
Los aportes de Rubén Darío y los modernistas son puestos de relieve en este juicio: “... lo que Rubén Darío ha significado en las letras hispanoamericanas: la más atrevida iniciación de nuestro modernismo.”
En el ensayo “Tres escritores ingleses”, una nota singulariza cada autor. Oscar Wilde: “... posee la lozana imaginación plástica y colorista de los griegos y los italianos.”
“... Pinero es indiscutiblemente el primero entre sus compatriotas. Tiene, además, la gloria única de haber encontrado el secreto de una forma dramática que, sin alejarse de la línea del arte puro, impresiona hondamente el gusto no muy refinado del público anglosajón.”
Acerca de Bernard Shaw afirma: “HAY ESCRITORES de ingenio cuyas especiales condiciones les impiden ser populares, si acaso conocidos, fuera de su propio país. Tal podría ser el caso de Bernard Shaw...”
Cuando se observa de manera global la crítica de Henríquez Ureña, tratando de apreciar la manera cómo está hecha, se advierte que es una crítica sentenciosa. El crítico elabora un juicio general como si enunciara una ley, como puede observarse en los ejemplos siguientes.
“JOSÉ MORENO VILLA pertenece a la aristocracia cerrada de la literatura española”.
“TODA España está en Lope, toda la España de la plenitud, toda la España de los siglos de germinación y lucha, la España épica y la España novelesca... Lope vive la eternidad.”
“El Arcipreste es a la vez el poeta más personal y el más representativo de su tiempo.”
“Nada hay en Jiménez (Juan Ramón Jiménez), ya se ve, que corresponda a la noción vulgar sobre la melodía en España.”
Es una crítica centrada en un enunciado fundamental que revela el elemento más interesante captado por el crítico, dejando un mensaje principal de carácter valorativo sobre el autor. Sobre el autor y no sobre la obra, puesto que siendo una crítica humanista está orientada a resaltar los aportes de la persona en condición de autor.
Los textos críticos de Henríquez Ureña no son un ejercicio académico; no son la exhibición de su extensa y densa erudición; del amplio conocimiento y del dominio especializado que poseía en múltiples disciplinas humanísticas. No se limitan a decir cosas, a emitir juicios sobre las obras o a exhibir saber y manejo de métodos de análisis e interpretación de la literatura.
Es una crítica que enuncia grandes verdades que avanzan el conocimiento esencial y depurado y orientan a los lectores, principalmente a la élite intelectual. Pero, además, esa crítica es un ejercicio literario. Los escritos críticos de Henríquez Ureña son textos literarios por sí mismos, ensayos literarios, por el estilo lúdico, ameno, depurado, elegante, y por las ideas trascendentes que comunican sobre los autores y las obras.
Los textos críticos de Henríquez Ureña no son un ejercicio académico; no son la exhibición de su extensa y densa erudición; del amplio conocimiento y del dominio especializado que poseía en múltiples disciplinas humanísticas.
No se limitan a decir cosas, a emitir juicios sobre las obras o a exhibir saber y manejo de métodos de análisis e interpretación de la literatura.
Es una crítica que enuncia grandes verdades que avanzan el conocimiento esencial y depurado y orientan a los lectores, principalmente a la élite intelectual. Pero, además, esa crítica es un ejercicio literario. Los escritos críticos de Henríquez Ureña son textos literarios por sí mismos, ensayos literarios, por el estilo lúdico, ameno, depurado, elegante, y por las ideas trascendentes que comunican sobre los autores y las obras.
matosmoquete@hotmail.com
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