sábado, 20 de junio de 2015

Autora dominicana gana premio francés en escritura dramática.

SANTO DOMINGO. El Centro Nacional de Teatro francés otorgó el premio Encouragements a la escritora dramática dominicana, Licelotte Nin Mojica, por su obra "Un morceau de poupée", (Un pedazo de muñeca).

El Centro, una de las principales instituciones francesas para la difusión del teatro contemporáneo, otorga este galardón a través de su Comisión Nacional de Apoyo a la Creación de Textos Dramáticos, con el propósito de dar a conocer a las casas editoras de la nación los nuevos talentos en la escritura teatral, promoviendo así que sean publicados y divulgados al gran público. 

Este certamen, de carácter abierto para toda Francia, cuenta con las categorías Texto Dramático, Traducción, Dramaturgias Plurales y Estímulo. Fue en esta última que resultó ganadora la  scritora dominicana. 

La obra escrita por Nin cuenta la historia de tres mujeres obreras que son investigadas por un inspector de la policía, debido a la extraña muerte de una niña obrera llamada Lilli Joli, quien fue tragada por una de las máquinas de ensamblaje de la industria.

El drama, ambientado en la época industrial, tiene lugar en el presente, pasado y futuro, mostrando los hechos ocurridos un día antes, un día después y tres meses luego del accidente fatal de la niña Joli. Actualmente, la dominicana se encuentra en París cursando una maestría en Puesta en Escena y Dirección Teatral, en la Universidad de Nanterre.

Licelotte es egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático. En el país se ha destacado por su participación en obras del reconocido Haffe Serulle, entre ellas, "Tinglado de acero", que le valió una nominación a los premios Soberano 2014.

Muere James Salter, "un héroe olvidado de la literatura de EEUU".

Salter, que hacía pocos días había celebrado su cumpleaños, falleció repentinamente durante una sesión con su fisioterapeuta.


Nueva York.- El escritor estadounidense James Salter, conocido por títulos como "Juego y distracción", murió el viernes a los 90 años, según confirmó su esposa a "The New York Times".

Salter, que hacía pocos días había celebrado su cumpleaños, falleció repentinamente durante una sesión con su fisioterapeuta. El escritor trabajó casi hasta el último momento y acababa de firmar un contrato para su autobiografía.

Nacido el 10 de junio de 1925 en Nueva York, Salter celebró éxitos con novelas como "Juego y distracción" (1967) o "Años Luz" (1975). Su última novela, publicada en 2013, llevaba por título "Todo lo que hay" y fue aclamada por la crítica.

Tras la publicación de ese libro, "The New York Times" aseguró que había conseguido un lugar en el "Monte Rushmore de los escritores", en referencia al monumento que homenajea a los presidentes estadounidenses.

Pero a pesar de las alabanzas de la crítica, Salter nunca logró situarse en la primera línea de la literatura estadounidense, junto con autores como Philip Roth, John Updike (fallecido en 2009) o Jonathan Franzen.

Siempre fue considerado un "escritor para escritores", una definición que no le gustaba. "Parece que escribiese demasiado bien, me parece ridículo", explicó una vez.

Salter, al que en una ocasión "The Guardian" se refirió como "héroe olvidado de la literatura estadounidenses", también escribió guiones de cine, entre ellos el de "Downhill Racer" (1969), protagonizada por Robert Redford.

Pero el trabajo para Hollywood le desilusionó pronto, explicó en una entrevista con dpa. "Es una pérdida de tiempo", apuntó. "Hay que escribir mucho y sólo se utiliza una cuarta o quinta parte".

Salter también publicó relatos e incluso un libro de cocina junto con su esposa, la también escritora Kay Elredge. Con ella pasaba la mayor parte del año en una casita en Bridgehamton, en Long Island, cerca de Nueva York. Casado en dos ocasiones, era padre de cuatro hijos y tenía cuatro nietos. Y hasta el final puso palabras a sus obras a mano y con máquina de escribir.

Leonardo Padura: la novela de una vida.


POR JOSÉ RAFAEL LANTIGUA

Leonardo Padura acaba de ser galardonado esta semana con el importante premio Princesa de Asturias de las Letras, que recibirá en el otoño próximo, en reconocimiento a una obra que define a "un autor arraigado en su tradición y decididamente contemporáneo, un indagador de lo culto y lo popular, un intelectual independiente, de firme temperamento ético", según el dictamen del jurado.

El escritor cubano fue descubierto por los lectores dominicanos en 1997, cuando se apareció por acá, bajo el sello de la editorial barcelonesa Tusquets, su novela "Máscaras", una deliciosa narración policiaca que abrió el apetito de muchos lectores que, como quien escribe, quisieron seguir las huellas del teniente Mario Conde por los laberintos de sus hazañas detectivescas. "Máscaras" había obtenido en 1995 el Premio Café Gijón de Novela, y esa edición que llegaba a nosotros abría también a Padura las puertas de su proyección en el escenario editorial español. Entonces supimos que este importante escritor cubano era el autor de la tetralogía "Las cuatro estaciones", que, además de "Máscaras" forman las novelas "Pasado perfecto", "Vientos de cuaresma" y "Paisaje de otoño", que fueron arribando a nuestros espacios en ediciones cubanas o españolas, para mostrarnos la calidad de un autor que comenzamos pronto a disfrutar como entrañable.

Antes de publicar su primera novela "Fiebre de caballos", en 1988, Padura era crítico de literatura policial, hasta que decidió ser creador de este tipo de literatura generando el mundo de hipótesis, posibilidades y elucubraciones del teniente Mario Conde, junto a la radiografía de la sociedad cubana y sus circunstancias. Su tetralogía ha dado fama internacional a este escritor, cuya obra ha sido traducida a varias lenguas, al tiempo que ha obtenido dos veces el Premio Dashiel Hammet a la mejor novela policial, mientras ha ido sumando otros lauros prestigiosos a través del mundo, incluyendo el máximo honor de las letras cubanas en 2012. Pero, en ninguna de las notas que publica la prensa internacional se lee que Padura obtuvo en Santo Domingo el Premio Internacional de Novela 2001 de Casa de Teatro con su obra "La novela de mi vida" que tuve a bien introducir en su presencia en acto celebrado en dicho centro cultural. También puso a circular aquí un libro que no veo citado en su bibliografía y que me encomendó presentar en la primera Feria Internacional del Libro, en 1998, honor que delegué en mi fenecido amigo Yaqui Núñez del Risco, "Los rostros de la salsa" que, al parecer, no ha sido jamás reeditada (Ediciones Unión, 1997).

Independientemente de sus primeras narraciones, cuentos y ensayos, creo que "La novela de mi vida" (Casa de Teatro, 2001), "El hombre que amaba los perros" (Tusquets, 2009) y "Herejes" (Tusquets, 2013) son los tres más grandes momentos en la novelística de Padura, que lo han elevado como una de las principales figuras de la novelística en español de nuestros tiempos. En "La novela de mi vida", Padura forja una trama novelesca con la que traza un entramado fictivo dinamizado por la realidad histórica, recreando con matices de leyenda y el desafío del descubrimiento de una impronta individual y colectiva señalizada por horizontes que se enfrentan a los vericuetos del destino, la vida de José María Heredia, un poeta fundamental de la literatura cubana a quien Martí llamara "el primer poeta de América". 

Heredia murió en México a los 35 años de edad, después de una vida cargada de dilemas políticos y familiares, pero al mismo tiempo signada por la defensa de valores a los que siempre dedicó especial empeño hasta su agonizante caída final en un hospital azteca, donde murió olvidado, ignorándose incluso su activa solidaridad con la Revolución Mexicana a la que hizo aportes sustanciales que le merecieron el cargo de diputado de la nación. Su trashumancia geográfica fue, sin dudas, clave en su trajinar vital. Heredia, poeta cimero de la literatura cubana, era dominicano de origen porque sus padres fueron los primos hermanos José Francisco Heredia y Mieses y María de las Mercedes Heredia y Campuzano, esposos que formaron parte de los importantes y selectos grupos familiares de nuestro país que emprendieron el camino del destierro a principios del siglo dieciocho huyendo de las huestes de Toussaint Louverture que, tras la firma del Tratado de Basilea, se instalaron en este territorio. Como otras muchas familias dominicanas, los Heredia se establecen en Santiago de Cuba y allí nació, en 1803, José María Heredia. Pero esta familia no se quedaría definitivamente en esa ciudad del oriente cubano, sino que inició un periplo incansable por varias islas del Caribe, por España, por la Florida, por Venezuela, hasta que recala nuevamente en Santo Domingo, oportunidad que aprovecha el padre de Heredia para dejar a su hijo y a su esposa en manos de familiares cercanos. Aquí, José María Heredia realiza sus estudios elementales y ya a muy tierna edad constituía la sorpresa de sus mentores educativos por su facilidad para la comprensión de las materias humanísticas y, especialmente, del latín. Heredia es pues, como ha sucedido con otras figuras egregias de la historia cubana, uno de los eslabones fundamentales en la forja histórica de relacionamiento entre Cuba y República Dominicana, un aspecto por cierto poco estudiado.

Leonardo Padura, reconstruye la historia de Heredia: su drama personal, sus amores, su carrera poética, sus veleidades, los embates que sufre a causa de la envidia y el destierro. Tal vez no sea nada nuevo en la historia de la literatura cubana la recreación de los avatares de un personaje fundamental de su discurrir literario. Virgilio Piñera se ha convertido en una figura referencial en novelas y obras de teatro y la dramaturgia cubana cuenta con historias basadas en las vidas de estelaridades literarias tan resonadas como Juan Clemente Zenea o Julián del Casal. Novelas y teatro de Carpentier y Abilio Estévez, para citar solo dos ejemplos, atestiguan este aspecto. Pero, la novela de Padura es la primera que, superando todos los precedentes, se ha afincado en la realidad de una historia particular de la cubanía literaria para desarrollar, con las licencias que otorga la ficción, una narración soberbiamente lúcida y límpida, en torno a la vida, caminos y destinos de una de las columnas históricas de la literatura de esa nación.

El novelista ha realizado una investigación profunda en torno a la vida de Heredia y sus contemporáneos sociales y poéticos, descifrando las características de esa relación y envolviéndola en el halo misterioso de un perdido documento que nadie parece haber leído "y que, presumiblemente, podía ser la comentada novela escrita por Heredia entre 1837 y 1839, poco antes de su muerte". Todo lo que se produce alrededor de este suceso es el trabajo narrativo que da cuerpo a la historia narrada por Padura. "La ficción -dice Mario Vargas Llosa- es una mentira que encubre una profunda verdad; ella es la vida que no fue, la que los hombres y mujeres de una época dada quisieron tener y no tuvieron y por eso debieron inventarla. Ella no es el retrato de la Historia, más bien su contra carátula o reverso, aquello que no sucedió y, precisamente por ello debió ser creado por la imaginación de las palabras para aplacar las ambiciones que la vida verdadera era incapaz de satisfacer, para llenar los vacíos que mujeres y hombres descubrían a su alrededor y trataban de poblar con los fantasmas que ellos mismos fabricaban" ("Cartas a un joven novelista". Planeta, 1997, p. 13).

Para ilustrar esa realidad y consumirla, el narrador envuelve su trama en tres tiempos de lectura alternada pero a la vez confluyente: el tiempo de Heredia, su drama y su visión poética; el tiempo de José de Jesús Heredia, el hijo que sólo tuvo "un retrato pétreo de un hombre del cual no alcanzó a tener memoria viva, pues su padre había muerto al día siguiente de él haber cumplido los tres años de edad"; y el tiempo de una cubanía literaria dispuesta sobre los goznes temporales de una historia de laceraciones, de complejas urdimbres humanas, de incesantes arbitrios conceptuales y críticos en el marco de una realidad que es habitual en la novelística de Padura como escenario de reflexión y criticidad frontal. 

Heredia cuenta su historia y sentencia sobre sus meandros de oscuridad y desafío. Siente que "el olor perdido de La Habana" le late en el pecho "con la intensidad dolorosa de la novela que ha sido mi vida, donde todo concurrió en dosis exageradas: la poesía, la política, el amor, la traición, la tristeza, la ingratitud, el miedo, el dolor, que se han vertido a raudales". Heredia, importa recordarlo con el narrador, es "un hombre que a los veinte años había conocido la fama, la gloria, el amor, el aplauso, la amistad y, sobre todo, había dominado la poesía como jamás lo hiciera ninguno de los seres nacidos en aquella isla pródiga en riquezas materiales y en miserias humanas". Dice Ángel Augier que Heredia "como todo poeta genuino...sentía que alentaba más en el plano del sueño que en el de la realidad". Su famosa carta familiar, fechada en Manchester en junio de 1824, que refiere su visita al Niágara de donde surgiría su famosa oda a aquel "torrente prodigioso", da cuenta de la batalla humana que se daba en su interior, confesando que igual que los rápidos de la gran catarata, "hierve mi corazón en pos de la perfección ideal que en vano busco sobre la tierra. Si mis ideas, como comienzo a temerlo, no son más que quimeras brillantes, hijas del acaloramiento de mi alma buena y sensible, ¿por qué no acabo de despertar de mi sueño? ¡Oh! ¿Cuándo acabará la novela de mi vida para que empiece su realidad?" (José María Heredia, "Obra Poética". Editorial Letras Cubanas: 1993).

Cuando presentamos en Casa de Teatro "La novela de mi vida" de Padura, decíamos que esa narración de dinámica estructura, de soberano estilo y de coherente tematicidad, -"una de las más ambiciosas y complejas que ha intentado un escritor cubano", conforme Jorge Luis Arcos-, confiere a su carrera literaria un punto luminoso que habrá de gravitar sobre el quehacer literario de su patria y sobre el desarrollo mismo de la literatura latinoamericana. Y advertíamos que Padura estaba sentando las bases de una carrera que habría de correr pareja con las de las más altas voces de la narrativa no solo continental sino universal. Al conocer la concesión del codiciado Asturias de las Letras, sentimos que nuestro vaticinio fue correcto y que Padura cumplió su objetivo. 

Diálogo de culturas e identidades.

POR MANUEL MATOS MOQUETE

A la hora de abordar la cultura y la identidad es preciso derribar la frontera del nosotros contra el ellos. De lo contrario, seguiremos el rumbo trillado de ideologizar esas realidades comúnmente humanas, petrificándolas a través de grandes conceptos y posiciones grandilocuentes mediante los cuales pretendemos definirnos frente a los demás. La desideologización que aquí proponemos requiere partir de un conjunto de criterios que posibiliten un entendimiento comunicacional, es decir, dialéctico o dialógico de esos temas. 

Primero: la cultura y la identidad no son realidades unívocas; más bien son múltiples y complementarias. 

Hay que hablar de diálogo e intercambio de culturas e identidades. Estamos ante conceptos entrelazados entre sí y en constantes construcción. No existe una cultura única, pura y acabada. No existe una identidad hecha y derecha, una vez por todas. Son realidades múltiples y complementarias no solo dentro de un país, o en un individuo, sino en la relación de un país con otro o de un individuo con otro. 

La cultura es, de acuerdo con una definición de la Unesco," el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, creencias y tradiciones."

Es preciso resaltar un concepto de identidad que comporta varias dimensiones como el planteado por María Victoria Rodríguez Escudero(1999),quien refiriéndose a la cultura asturiana la concibe como poseedora de una identidad histórica; una cultural; una territorial; una lingüística; y una socioeconómica y política.

Todo el mundo acarrea identidades varias. E incluso muchos se sienten sin identidad alguna. No saben nada de eso, ni les importaba. Son como son y eso les basta, sin preguntarse. La gente vive la vida, y la vida y la existencia son negadoras de los encasillamientos o los cotos cerrados.

Definitivamente, la identidad no es un dato acabado, sino un proceso histórico y en gran medida subjetivo. Es mejor hablar de historicidad o especificidad personal o cultural, o de identidad múltiple, construida con trozos de experiencias individuales y sociales, locales y universales.

Segundo: existen dos identidades en permanente conflicto: una identidad objetiva, exterior y para los demás versus una identidad subjetiva, interior y para sí mismo.

La identidad objetiva y exterior es la que llevamos en el carné de identidad y por la que se nos reconoce socialmente. Es el conjunto de datos propios de una persona y que permiten diferenciarla de otros individuos.

Esa identidad objetiva es utilitaria socialmente; sirve para distinguir civilmente a una persona de otra. Los Estados asignan nacionalidades objetivas cuando abren un registro civil y asignan una cédula como documento que certifica que uno es de un país. 

Pero no necesariamente esa identidad refleja el acuerdo con la persona, con su ser profundo, con su sentir y pensar. Hace falta la identidad subjetiva, la que parte del propio sujeto. Hay muchos dominicanos por derecho pero interiormente no son dominicanos. No se sienten y no se piensan como dominicanos. Viceversa, hay extranjeros que carecen del derecho de ser dominicanos, pero que lo son por actitud y convicción.

La identidad subjetiva es la que uno se da interiormente. Es la identidad que marca la conciencia del individuo, que independientemente de la identidad objetiva le permite decir: yo soy. Yo soy tal cosa, soy de tal lugar. Esa relación se da con el terruño, con la profesión, con la ideología y la militancia política, con el género, con la condición social, etc.

Cuando se trata de la nacionalidad de una persona y la pertenencia cultural, es muy importante la correspondencia entre la identidad objetiva y la subjetiva En definitiva, es de una nacionalidad quien se siente parte de la sociedad y el país que corresponden a esa nacionalidad. Es dominicano no quien objetivamente porta una ficha de identidad de ese país, sino quien voluntariamente afirma: soy dominicano.

Lo ideal sería que ambas identidades sean una misma. Sin embargo, la identidad subjetiva es de carácter personal y como afirma Gilberto Giménez es un"proceso subjetivo y frecuentemente auto-reflexivo por el que los sujetos individuales definen sus diferencias con respecto a otros sujetos mediante la auto-asignación de un repertorio de atributos culturales generalmente valorizados y relativamente estables en el tiempo."

Tercero: la identidad es cambiante.

La identidad no es una realidad metafísica, abstracta, general, sino especifica y sujeta a las mutaciones de la existencia y las circunstancias. La identidad no es un soy, sino un siendo. 

La identidad es de carácter simbólico. Son representaciones en forma de valores, acciones y cosas a las cuales asignamos determinados sentidos o significaciones. Esos sentidos varían según los tiempos, y por tanto el concepto de identidad. Por ejemplo, hoy ser dominicano es distinto a la época de nuestros padres y abuelos.

Ni la música, ni la comida, ni el baile, ni la lengua, ni el hecho mismo de llamarse dominicano tienen el mismo sentido. Ayer era impensable ser dominicano compartiendo esa nacionalidad con otra. Hoy eso es muy frecuente. Por tanto, en el dominicano de hoy confluyen diversas culturas y diversos valores como resultado de la migración y del contacto con el mundo mediante los viajes y los medios tecnológicos de comunicación. 

En estos tiempos es muy difícil encontrar una cultura que se mantenga integra e intacta. Es difícil hablar de cultura originaria. La transculturación es un hecho inevitable que afecta a todos los pueblos y comunidades, incluso a los más apartados, a los más aislados. La modernidad introduce, además de riqueza y bienes nuevos, algunos vicios como las drogas, y modas, gustos y costumbres exóticos, que se traducen en la suplantación y olvido de las tradiciones del lugar. Nadie es idéntico a como lo era antes. Y nadie es, definitivamente, de un lugar solamente. La migración y la transculturación se han generalizado dentro de un mismo país y entre los países y los continentes.

Cuarto: la identidad es un compromiso consigo mismo y con los demás.

La situaciones y los roles dan lugar a determinadas identidades. Los compromisos consigo mismo y con los demás se contraen como identidades. Las identidades familiares están asociadas a los roles y a los compromisos de los miembros de una familia. Las identidades organizacionales se producen en base a las funciones y a los niveles de vinculación de los miembros de las organizaciones: políticas, académicas, religiosas, sindicales, etc.

La identidad cultural se adquiere por la cercanía y la permanencia de los sujetos en relación con una cultura. Pertenecer a una cultura requiere, no tanto pertenecer a un lugar de origen, sino comprometerse con un aquí y un ahora.

Eso implica que ese ser de aquí se pierde por una ausencia prologada del lugar de origen. En verdad, para reclamarse de una cultura hace falta presencia, continuidad y permanencia. Ese es el primer compromiso con una cultura.

La migración aleja a los migrantes de su cultura de origen. La ausencia de su país o su comunidad de origen poco a poco los convierte en desarraigados o en portadores de culturas hibridas, como el spanglish o el fragñol, lo cual da lugar a nuevas identidades.

Sin embargo, los efectos de esa ausencia podrían subsanarse con el interés puesto en su cultura, con la búsqueda permanente de su identidad, por la presencia esporádica continua, y con el compromiso con respecto a las cosas de su pueblo, es decir, la participación en la vida, en los problemas, aunque se viva en otro lugar. 

He aquí, un elemento esencial de la identidad: la solidaridad con el lugar y la gente que pertenecen a la misma cultura o condición. Es considerado como su igual, es idéntico, quien participa de los afanes, los problemas y las soluciones que atañen a sus congéneres o a sus coterráneos.

Quinto: la lengua es el espacio de todas las identidades.

Para Wilmer Zambrano Castro (2006) "la lengua es el espejo de la identidad". "La lengua que usamos es, en definitiva, la que nos demuestra una personal visión del mundo que manifestamos y que nos caracteriza."

Sin desconocer el valor de los elementos materiales y físicos, como las cosas y los lugares que intervienen en la definición de la identidad y la cultura, es preciso resaltar que esas realidades son en primer lugar palabras, es decir, realidades de carácter discursivo, y de ahí, la importancia del intercambio dialógico .

Evidentemente, las dificultades lingüísticas de un sujeto contribuyen a la falta de reconocimiento de su identidad por parte de sus interlocutores. Inversamente, las correspondencias que se establecen en la conversación contribuyen al reconocimiento de la identidad lingüística y cultural. 

El valor de la lengua es primordial; refleja la condición semiótica y discursiva de la cultura y la identidad: ambas realidades son significaciones, sentidos que los interlocutores intercambian.

La nominación y la predicación son los procesos principales para el acercamiento cultural entre las personas y los pueblos. A través de la lengua, los nombres de las cosas y los verbos penetra la cultura y por consiguiente la identidad cultural y personal de los interlocutores.

Los dominicanos tenemos una falsa identidad con la cultura de los aborígenes de la isla. Antropólogos e historiadores afirman que heredamos vocablos tainos como Cibao, hamaca, areito, cazabe, etc., que, lingüísticamente, vale decir, fonéticamente, no lo son. 

Somos de cultura hispánica, por el español, y culturalmente, hoy estamos más cercanos de la cultura estadounidense y la cultura francesa que de la cultura taina. Por lo menos una porción de dominicanos habla inglés o francés, y nadie ninguna lengua aborigen. También, todos los días todos los dominicanos hablan latín, sin saberlo. Además, somos de una cultura arcaica, como ya en 1936 lo decía Pedro Henríquez Ureña, por el carácter arcaico de buena cantidad de los vocablos todavía vigentes en el español dominicano. 

Por eso, es tan útil e importante el aprendizaje de lenguas extranjeras para el desarrollo de las naciones. El contacto entre lenguas-culturas diferentes contribuye no solo a la comunicación, sino también al algo tan fundamental como lo es el cultivo de la tolerancia entre las personas y los pueblos. 

El intercambio lingüístico nos enseña a apreciar el valor de lo extraño en contraste con lo propio, y oblitera a la vez la xenofobia y el etnocentrismo, fronteras ideológicas sobre las cuales se erigen como en muro medianero de concreto armado, los fanatismos sobre la identidad y la cultura.

martes, 19 de mayo de 2015

Simposio marcará apertura de archivo García Márquez.

"Gabriel García Márquez: su vida y legado", previsto del 28 al 30 de octubre, explorará la vida y el legado del ganador del Premio Nobel.


Austin.Un simposio sobre Gabriel García Márquez previsto para octubre marcará la apertura del archivo literario del escritor colombiano en la Universidad de Texas en Austin, anunció la casa de estudios el martes en un comunicado.  

"Gabriel García Márquez: su vida y legado", previsto del 28 al 30 de octubre, explorará la vida y el legado del ganador del Premio Nobel. El autor Salman Rushdie inaugurará el evento y la periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska dará la conferencia magistral de clausura.

El archivo estará abierto para investigadores en el Salón de Lectura del Centro Harry Ransom a partir del 21 de octubre.

Organizado por LLILAS Benson Colecciones y Estudios Latinoamericanos y el Centro Harry Ransom, un museo y biblioteca de investigación en humanidades de la Universidad de Texas en Austin, el simposio contará con la participación de académicos internacionales, periodistas, cineastas y antiguos colegas del autor, provenientes de Colombia, México y Estados Unidos. "Gabo: el contador de historias", "Gablo global", "Gabo el periodista" y "Gabriel García Márquez: la musa del cine y el escribano" son algunos de los paneles anunciados.

El pasado febrero la universidad pagó 2,2 millones de dólares por el archivo de García Márquez, incluido el manuscrito de "Cien años de soledad". 

Actualmente, el archivo está siendo procesado y catalogado, dijo la Universidad de Texas el martes en su misiva.

"La literatura ha olvidado hablar del origen de la violencia".

El joven escritor francés Edouard Louis se ha convertido en todo un fenómeno con su novela autobiográfica "Para acabar con Eddy Bellengueule".


Madrid.El joven escritor francés Edouard Louis se ha convertido en todo un fenómeno con su novela autobiográfica "Para acabar con Eddy Bellengueule", en la que narra sus padecimientos por ser homosexual y su lucha contra la intolerancia. Un testimonio literario estremecedor del que se han vendidos 200.000 ejemplares.

Estos días Edouard Louis, antes Eddy Bellegueule, está en Madrid, donde ha dado una "master class" sobre lo que la literatura debe a Foucault, Bordieu y...Almodovar, un tema sugerente para alguien que ha hecho de la escritura su salvación y la que ha facilitado su cambio de destino.

De ahí que este joven de 23 años, que sufrió un calvario por ser gay en el seno de una familia proletaria en la región francesa de Piacardia y en colegio donde recibió toda clase de humillaciones y que renació a través de las palabras, sea muy critico con la literatura actual.

"La literatura consiste en transformar las experiencias personales en un discurso legítimo. Y ahora yo creo que hay una literatura que gana muchos premios mientras que cuenta, por ejemplo, sus paseos por Saint German, algo que no me interesa nada. Han olvidado hablar de una cuestión básica, que es el origen de la violencia", explica a Efe.

En "Para acabar con Eddy Bellegueule", publicado por Salamandra, Edouard Louis utiliza el lengua para "hacer visible lo invisible", la violencia, los insultos, el maltrato y las humillaciones que sufrió y de la que se pudo zafar a los 16 años huyendo de casa para instalarse en París, donde está en una de las Universidades más importantes L'Ecole Normale Superieur.

Hoy, este joven, cuyo mensaje es que "uno puede actuar contra su destino" asegura que esta situación que él sufrió no hubiera variado por estar en un país u otro, sino que le gusta más abordarlo desde un factor más sociológico y político. "Creo que es más importante verlo desde el punto de vista de las clases sociales".

"Las clases sociales son las que nos determinan; ser mujer, homosexual o emigrante es diferente si vives en Madrid o Barcelona que si vives en un pequeño pueblo de España. Ayer se me acercó un hombre que me dijo que había vivido la misma experiencia que yo, pero en un pueblo del sur de España", relata.

Louis que se quitó su nombre original Eddy Bellegueule porque para él era sinónimo de "maricón", de "pobre", se suma con su obra a esta literatura llamada del "yo", en la que el material narrativo es la propia vida del autor, como "Mi lucha", la serie narrativa del escritor noruego Karl Ove Knausgard.

"Cuando se hacen encuestas y se dice que los jóvenes leen menos literatura que hace 30 años, a mi me gustaría que se hiciera una sociología de los autores, porque ellos son los que pierden interés. A mí no me interesa (Patrick) Modiano -recalca- porque es una burguesía que se contempla a sí misma. Creo que hay que hablar de la verdad, de lo que es la vida, eso es lo emancipador".

"Es muy importante conseguir -subraya Louis- que el libro narre experiencias que nos pasan en silencio y que el lector se reconozca en ellas. Que cuando el autor diga yo, el lector pueda decir también yo, que los lectores hagan suyas las experiencia que cuenta el autor".

Y Louis pone como ejemplo a los negros que huyeron del sur de Estados Unidos en la Guerra de Secesión. "Cada uno que se iba hacia posible que otro huyera y al final fueron siete millones".

El éxito rodea ahora a Édouard Louis y tras este libro y su estudio sobre el estudio del sociólogo Pierre Bordieu, está trabajando en su tercera novela que se llamará "Historia de la violencia", que saldrá este año en Francia.

Ida Vitale gana el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

El objetivo del Premio Reina Sofía es reconocer el conjunto de la obra de un autor vivo que por su valor literario constituya una aportación relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España.


Madrid.La poeta uruguaya Ida Vitale obtuvo hoy el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que conceden conjuntamente Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca.

Dotado con 42.100 euros (47.958 dólares), el premio, considerado el "cervantes" de la poesía, fue otorgado en su XXIV edición por unanimidad del jurado, reunido hoy en el Palacio Real de Madrid, a la creadora uruguaya, de 93 años.

Vitale, residente en Estados Unidos, fue miembro simbólico de la generación del 45 junto con Mario Benedetti.

El objetivo del Premio Reina Sofía es reconocer el conjunto de la obra de un autor vivo que por su valor literario constituya una aportación relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España.

En esta edición se presentaron 46 candidaturas a través de diferentes instituciones de Iberoamérica y España.

La ganadora de la pasada edición fue la poeta española María Victoria Atencia, que hoy protagonizará una velada poética en el Palacio Real de Madrid.