El Archivo General de la Nación, al igual que la generalidad de los órganos del Estado, siempre fue visto como un ejemplo de anarquía, desorden, un desbarajuste donde muy pocas personas se animaban a ir ni de visita, mucho menos en procura de consultar algún documento. Era el vivo ejemplo de la sociedad dominicana de hoy, caracterizada por la desorganización, el trastorno y la perversión.
En un momento dado, muchos dominicanos se llegaron a formar la idea de que era un depósito de papeles viejos, que había sido puesto a disposición y alcance de una persona para que, con el material que ahí reposa, hiciera lo que le viniera en ganas, a su libre voluntad y conveniencia.
Pero todo cambió para bien cuando fue designado al frente del Archivo el doctor Roberto Cassá, quien estructuró un equipo de hombres y mujeres que se dispusieron a rescatar y reconstruir la documentación que todavía quedaba.
El doctor Cassá lo que encontró fue un monumento al desorden, donde no se sabía si existían o habían sido mutilados, destruidos o robados los fondos custodiados. Lo recibido por Roberto Cassá no fue más que un depósito de papeles abandonados, sin doliente alguno.
El concepto de archivística al parecer no había pasado por el Archivo. La memoria histórica del país nunca había estado presente, tomó vacaciones para nunca regresar.
Con razón, en su momento, la situación del Archivo fue considerada como “desastrosa y de suma gravedad”.
Labor de Cassá y sus resultados. El doctor Cassá ha hecho una labor digna de ser imitada por todos aquellos que ocupan funciones en instituciones del Estado. Su trabajo hay que verlo como fruto de su concepción ideológica llevada a la práctica en el Archivo, y su acierto al escoger un equipo de hombres y mujeres que realizan tareas que responden a las necesidades de esa oficina, llamada a dar un servicio que está ligado a la cultura de nuestro pueblo.
Aquella época cuando cualquier desaprensivo iba al Archivo y disponía del material allí guardado, ya desapareció. Hoy es un organismo en el cual se advierte disciplina, organización y disposición para dar un buen servicio al público.
Organismos internacionales afines han valorado positivamente su renacer. Personas físicas y morales del país, partiendo de lo que es hoy el Archivo y la confianza que genera, han hecho entrega de sus archivos personales para que se integren a los fondos que conservan.
Llegó al Archivo, y espero se le dé continuidad, la institucionalidad, la tecnología y el material humano útil, calificado y necesario; la responsabilidad, la seriedad y el cuido de los fondos, y es de esperar que se mantenga el aporte económico del Estado.
En el Archivo no todo está concluido. Falta mucho trabajo por realizar partiendo de que la función de ese organismo no termina nunca, porque es la historia misma de nuestro país, la que ha escrito nuestro pueblo con su lucha tesonera.
Nuestro pueblo debe ser debidamente edificado, lo más conveniente sería que se le enseñe lo que fue el Archivo ayer y lo que es hoy, pues así se daría cuenta que cuando al frente de un órgano del Estado está un equipo de hombres y mujeres de bien, de vergüenza y con sentido de responsabilidad, las cosas marchan bien o, por lo menos, comienzan hacerse como deben ser y no como se hacían antes.
El mejor reconocimiento que la parte decente del país puede hacer al doctor Cassá es que las escuelas y colegios del país organicen visitas de estudiantes y profesores al Archivo y se conviertan en testigos de lo que allí se ha hecho y hagan una evaluación seria, serena y desapasionada de lo que vieron y se formen la idea de que aquí no todo está perdido, que en un organismo estatal se puede hacer un trabajo serio, decente, honesto y responsable por el bien del país, sin figureo, vocinglería ni politiquería de mal gusto.
Lo ideal sería que el día que el doctor Cassá decida dar por concluida su labor al frente del Archivo, su equipo se mantenga, y el relevo suyo sea una persona ligada a la filosofía por él desarrollada, para que a la positiva labor hasta ahora realizada se le dé continuidad. Y de ser así se compruebe que Cassá no fue al Archivo a hacer labor de promoción personal, sino a sentar base de institucionalidad, que es a lo que aspira y merece lo mejor de nuestro pueblo.
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