lunes, 17 de mayo de 2010

POEMAS DE SONEIDA PEREZ


LÁGRIMAS DE RÍOS

Por: Soneida Pérez





Gime la tarde en su lecho.
Llora el agitado viento despierto.
Grita el polvoriento piano
en un precipitado acorde
que desborda lágrimas de ríos,
ríos desbordando cauces:
inundan el espacio.

Se ahoga el piano en su melodía.
Llora como río la tarde.
Suspira la mar sobre la blanca sal
como llora el océano
en el cristal de tu rostro.

Alaridos brotan del manantial
del verde abismo de tus ojos.
Se quiebra el espacio
y es imposible detener
las calcificadas perlas
que se disuelven en las blancas arenas
que se precipitan en las salobres aguas.

El resplandeciente sol diseca las lágrimas,
el llanto de las espumas
dibuja en el paisaje del mar
el llanto eterno de los días.

Moca, 26 de abril de 2010











TU MIRADA I

Por Soneida Pérez


Tu mirada
es un río de luz.
Es una despierta carcajada.
Una mirada tras otras miradas.
Es un espejo de sombra entre albas.
Una llovizna en verano
Es un risueño adorno
que transita por azucarados labios.
Es una gota de lluvia que recorre
los sutiles latidos de tu piel.
Es una música que enjuga los cuerpos
en el mar de tus ojos.


TU MIRADA II

Por Soneida Pérez

Tu misteriosa mirada
es un puente
que va más allá de aquel otro puente.
Cubre lo profundo de la superficie.
Entonces, el túnel penetra
en lo recodo del polvo
que arrastra la helada brisa
que retoza en la desolada agua
de la nada.


LECHO DE PIEDRA

Por Soneida Pérez

Desde la tranquilidad de la ventana
observé las amordazadas
palabras en la garganta
que se estrangulaban agitadamente
por escapar, escapar de ti,
mientras mis manos empuñaban
las quebradas voces que no podían
mantenerse erguidas en otros
y en otras gargantas disecadas
en otros ríos de lechos de piedras.



MORIR

Soneida Pérez

Gajo del tiempo.
Ácidas lágrimas
caen en la piel del día.
Queman el palpitar
de los infinitos segundos
que quiebran el agridulce
gajo del espacio
que se diluye
en las alas del viento,
en el verde espejo del bosque
que despierta.
La cáscara de la tarde resbala
en mis ojos,
por mis ojos desorbitados
como el amarillo viento que se desliza
en la piel del aire inusitado.

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