sábado, 18 de enero de 2014

República Dominicana paisaje y cultura

El autor hace un recuento de la historia de los libros de viajes como preámbulo para comentar el más reciente tomo de Soledad Álvarez, el cual refi ere una investigación que complementa sus andanzas por todo el país.

Luis Beiro
Santo Domingo
La literatura y el periodismo han producido a lo largo de la historia, un “género” que parece ser exclusivo de los grandes escritores. Me refiero a los libros de viajes. Sobran los ejemplos, pasados y presentes, de relevantes escritores y reporteros que han incursionado en la literatura de viajes.
Los libros de viajes configuran un heterogéneo conjunto de relatos, en su gran mayoría, imposibles de clasificar como “literatura”, si queremos utilizar esta palabra en su sentido más preciso, pero no por ello están exentos de belleza estética.
Muchas de estas historias parecen fotografías, imágenes que llegan a la mente humana a partir de la palabra bien escrita, conformando en la memoria del lector un espectáculo cultural inolvidable.
La historia
Las primeras referencias editoriales datan de la antigüedad. Heródoto (Historia, 444 AC) y Homero (La Odisea, siglo VIII AC) escribieron experiencias propias y aventuras basadas en esas experiencias, en volúmenes que hoy son Patrimonio de la Humanidad.

En la Edad Media, el árabe Abu Hamid (El regalo de los espíritus, 1165), el chino Zheng He (Mi biografía, 1430) y los españoles Pedro Tafur (Andanzas y viajes, 1436) y Álvar Núñez Cabeza de Vaca (Naufragios, 1542), son algunos de los pocos ejemplos encontrados en la historia de la literatura. La mayoría de estos casos (salvo Zheng He, un filósofo consagrado en la historia de China), eran aventureros que dictaban o encargaban sus memorias a escribanos, quienes se encargan también de pulirlas y enmendarlas.
En la Era Contemporánea, Goethe (Viaje a Italia, 1786); Darwin (Zoología de la travesía del Beagle, 1840- 1843); Flaubert (Viaje a los Pirineos y Córcega, entre otros muchos); Sthendal (Paseos por Roma, 1829); Italo Calvino (Ciudades Invisibles, y 1972) y Hemingway (Las verdes colinas de África, 1935), son algunos de los grandes nombres universales con aportes dentro de este género.
En el caso de la mujer, es escaso encontrar un listado de celebridades. Solo unas pocas féminas han plasmado sus experiencias viajeras. El hallazgo data del pasado siglo XX y sus principales nombres vienen del viejo continente. La sueca Selma Laferlof (Viaje de Nils Olgerson por Suecia,1907), la inglesa Agatha Christie (Crímenes en el Nilo y Asesinato en el Expreso de Oriente, 1933), la danesa Karen Blixen (Memorias de África, 1937), la francesa Adelandra David (Viaje a Lhasa, 1929), la italiana Ella Maillart (Oasis perdidos: de Pekin a Cachemira, 1937) y la norteamericana Margaret Mead (Costumbres y sexualidad en Oceanía, 1924) son algunos de los pocos nombres que han firmado libros, ya bien periodísticos o literarios donde recogen sus experiencias.
No hemos leído todas las obras antes mencionadas, pero por la referencia titular y la costumbre de la época, solo una de esas obras parte de excursiones dentro de sus propios países (el tomo de la sueca Langerlof). En ellos tampoco se encuentran investigaciones dedicadas a explorar más allá de una mirada testimonial, emotiva, o intrigante.
En el país 
En el caso dominicano, se conocen pocos ejemplos de obras de ese género firmadas por un solo autor. Ese desconocimiento podría adjudicarse a la ausencia de estudios e investigaciones para rescatar textos de tal naturaleza a lo largo de la historia literaria. En otras palabras: la crítica no le ha otorgado la importancia que merecen.

Algunos ejemplos a vuela pluma, dentro son el “Diario de Campaña”, y “El viejo Eduá”, de Máximo Gómez libros donde su autor relata episodios belícos ocurridos en otras tierras y de los cuales fue protagonista.
También califica dentro de este tipo de literatura “Un antillano en Israel” (1995), de Federico Henríquez Gratereaux, un tomo poco común en las letras nacionales, donde el autor recorre la geografía judía, aportando datos concretos sobre su historia y economía.
Recientemente, el poeta Frank Báez publicó “En Rosario no se baila cumbia” y “En Granada no duerme nadie”. En ambos casos, el autor relata la aventura de un dominicano en tierras extranjeras, invitado especial a eventos literarios.
También recuerdo varios aportes de Frank Moya Pons que recogen sus recorridos medioambientalistas por la Geografía Nacional, así como los seis tomos que publicó el Grupo León Jimenes con los artículos difundidos a través del diario “El Caribe” por Felix Serbio Doucudray producto de sus andanzas.
Pero este último caso es una recopilación de reportajes, no un libro concebido como experiencia íntegra.
Además de las obras mencionadas, las letras y el periodismo dominicanas se han nutrido de excelentes reportajes publicados como parte de antologías y recopilaciones, así como revistas, periódicos, capítulos de novelas y algún que otro tomo firmado por políticos sin pretensiones de tipo cultural, donde se narran, fundamentalmente, gestiones diplomáticas y visiones entusiastas. 
(+) 
EL LIBRO DE SOLEDAD ÁLVAREZ POR DENTRO 
De manera que nos sorprende con gratitud que Soledad Álvarez, una escritora de armas a tomar, haya dedicado su talento y su oficio en la redacción de un exclusivo tomo de viajes, en su caso, un recorrido por la geografía nacional.

El libro, titulado “República Dominicana Paisaje y Cultura” fue publicado por ODEBRECHT. Es una edición de lujo, donde literatura y fotografía se dan la mano. Un tomo pocas veces visto, no solo por su elegancia y calidad de edición, sino por la exuberancia de su presentación. Un libro de colección donde sus detalles derrochan originalidad y preciosismo. Dividido en dos partes, “Paisaje” y “Cultura” refiere los hallazgos de la autora en sus recorridos nacionales.
Soledad Álvarez no ha concebido un volumen ni emotivo, ni empírico, ni febril. Este no es un tomo inspirado en anécdotas, añoranzas y recuerdos. Estamos en presencia de algo distinto que, si bien tiene su aire testimonial, descuella por su escritura a partir de la investigación. Eso se huele. Se siente en cada página. La autora ha entendido la necesidad de no dejar solamente el valor de su criterio, sino de enriquecerlo con elementos históricos y datos informativos que le otorgan categoría científica.
El libro, de 287 páginas se inserta un conjunto de fotos de diversos artistas nacionales. La literatura de Álvarez aparece desplegada en las primeras 93 páginas de la obra, siempre alternada con instantáneas.
El resto del volumen incluye fotos de alto nivel profesional. Pocos autores se han enrolado en un libro exclusivo que retrate una excursión de largo aliento por el país. Una excursión y también un ritual de referencia, con raíces.
Un reto que siempre habrá que agradecer. Sería recomendable que la autora valorara la posibilidad de promover una edición exclusiva de su texto. Una edición para la lectura masiva, dentro y fuera del país.
Muchas referencias aquí incluidas son muy poco conocidas. Multiplicarlas, llevarlas a manos que no podrán tener acceso al volumen de la ODEBRECHT es un compromiso que la autora debe asumir. Ella ha escrito un libro de viajes que sabe combinar belleza escritural con objetividad descriptiva.

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