sábado, 2 de junio de 2012

Un siglo de poesía en la región Este


DENIS MOTA ALVAREZ
Adentrarse en la tarea de delimitar el concepto de poesía en la región Este del país y establecer los pilares de las construcciones conceptuales que han servido a los poetas, de las diferentes provincias y de los diversos estadios históricos, para articular una poesía entre los influjos y los reflujos del desamparo, el caos, la complejidad y la inestabilidad de una colectividad histórica, caracterizada -en sus raíces- por el rigor asfixiante y autoritario del haterismo, la manigua, las intervenciones extranjeras, las gestas cívicas de repudio a estas intervenciones –desde populares guerra de guerrillas que los yanquis etiquetaron como “gavillerismo”-, el establecimiento de corporaciones transnacionales con poder económico y político sobre la población y la progresiva fusión de etnias y culturas, que fueron aportando los componentes y los valores, las ideologías y las creencias religiosas que han crecido y desarrollado en  el paisaje hatero e inconmensurable cañaveral, coadyuvando a la formación y al imaginario del discurso literario y, en consecuencia, poético de la región.
A pesar de los escenarios arriba descritos, a finales del siglo XIX y principios del XX, en San Pedro de Macorís -tierra de poetas, primero, y, tiempo después, de peloteros-, la poesía nace, pica y se extiende desde allí por la región y más tarde por todo el país, desde la principalía de los hermanos Gastón y Rafael Deligne, quienes trazaron coordenadas líricas que todavía perduran en alma nacional.
Gastón Fernando Deligne nació en Santo Domingo, en 1861, publicó en vida los poemarios Soledad, 1887, y Galaripsos, 1908, por varias décadas fue considerado nuestro poeta nacional, por la riqueza emocional y filosófica de su poesía, de cierto dejo romanticista. Escribió poemas de gran aliento, como Angustia, dedicado al también poeta Arturo Pellerano Castro, y ¡Ololoi!, dedicado a Américo Lugo: “Yo, que observo con vista anodina /cual  si fuesen pasajes de China… /Tú, prudencia, que hablas muy quedo,/ y te abstienes, zebrada de miedo; /tú, pereza, que el alma te dejas /en un plato de chatas lentejas/ (…) /y ¡oh tú, laxo no importa!, que aspiras /sin vigor, mirando, no miras…”, poema en que hace una radiografía social de finales y principios de los siglos diecinueve y veinte. Rafael Deligne, hermano menor, también nació en Santo Domingo, en 1863, poeta de tendencia romántica. Obras: “La justicia y el azar” (drama en versos) 1894, “Milagro” (narración en verso) 1896, “Vidas tristes” (drama en prosa) 1901, “En prosa y verso” (artículos, cuentos y poesías), 1902. De su poema Nupcias: “La nueva esposa lánguida camina /hacia la alcoba oliente de azahares, /donde preside maternal Lucina /la tropa inquieta de los dioses Lares”.
Me detengo en esta primera entrega en los poetas Gastón y Rafael Deligne, que aunque nacieron en Santo Domingo, desarrollaron su quehacer literario en San Pedro de Macorís entre finales y principios de los siglos XIX y XX. Fueron dos poetas vitales para la poesía regional y nacional.  Fernando, de gran profundidad filosófica, fuerza vital y una visión patriótica. Ambos poetas y hermanos pasan sus últimos años en San Pedro de Macorís, en donde se les otorga la condición de petromacorisanos. Sin embargo, la vida de ellos discurrió de forma trágica.  A los cincuenta y un años, Fernando, horrorizado ante los síntomas de la lepra  y los recuerdos de la agonía muerte de su hermano Rafael acomete suicidio en 1913.
La antorcha poética fue recogida, entre otros, por Quiterio Berroa, Armando Oscar Pacheco, Porfirio Herrera, Federico Bermúdez, los Ducoudray, Virgilio Díaz Ordóñez (Ligio Vizardi), Pedro Mir, René del Risco Bermúdez hasta los poetas vivos Norberto James y Federico Jóvine Bermúdez, más los jóvenes actuales, quienes hacen de San Pedro de Macorís el Olimpo de la poesía dominicana.

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